El cuerpo hecho un lío. Sí, señor. Parecerá extraño, pero se puede tener el cuerpo hecho un auténtico lío sin que ello implique ningún retorcimiento ni torsión. ¡Menuda confusión!, desconcierto de lumbares, paletillas, espinazo y curcusilla.
Buscar colchón requiere de vista, olfato, una sensibilidad especial y tremenda concentración. Como en una cata, se trata de ir probando, saboreando, dando alas al paladar dorsal. Con cuidado, sin saturarlo. Y sin tragar, que no es cuestión de emborracharse de comodidad. Con vinos y licores hará falta blindarse el hígado, pero aquí no será éste el caso: bastará con unos buenos riñones.
Sumiller de colchones, especialista en bienestar... biendormir... -estar y dormir tal vez sean dos estados de la conciencia, diferentes, complementarios incluso-. Comparar grados de firmeza en superficies mullidas lleva a confusión. Por eso hay que espabilar, ser capaz de diferenciar tactos y materiales: viscoleches merengadas, nosequelátex salvaje, espumación sobre lecho de muelles al jerez... ¡Pura gastronomía!
En el fondo, podríamos estar hablando de postres. Lo que yo quiero comprarle a esta señorita que me atiende con tantos tecnicismos de nombres irrepetibles son siestas azucaradas. Pagaré por los sueños más dulces. Quiero llevarme a casa la fuente de todos los placeres. No se lleve usté a engaño. Nada que ver con Casanova o Don Juan. Éstos preparaban el terreno a su manera, aunque seguro que eran grandes entendidos en camas, camastros, jergones... cada uno en su línea, no vayamos a ponerlos a dormir juntos. Eso no.
El caso es que, con este embrollo de físico y las sensaciones en pleno desbarajuste, uno ha de tomar la decisión. Y resulta complicado, después de encamarse a ratitos de acá para allá sin poder echar una cabezadita. Dicen que sólo se debe elegir colchón cuando se está descansado, para evitar que la fatiga decida por ti. De una buena elección dependerán en parte las mejores noches, las de caramelo.
Que sean sueños garrapiñados.
Buscar colchón requiere de vista, olfato, una sensibilidad especial y tremenda concentración. Como en una cata, se trata de ir probando, saboreando, dando alas al paladar dorsal. Con cuidado, sin saturarlo. Y sin tragar, que no es cuestión de emborracharse de comodidad. Con vinos y licores hará falta blindarse el hígado, pero aquí no será éste el caso: bastará con unos buenos riñones.
Sumiller de colchones, especialista en bienestar... biendormir... -estar y dormir tal vez sean dos estados de la conciencia, diferentes, complementarios incluso-. Comparar grados de firmeza en superficies mullidas lleva a confusión. Por eso hay que espabilar, ser capaz de diferenciar tactos y materiales: viscoleches merengadas, nosequelátex salvaje, espumación sobre lecho de muelles al jerez... ¡Pura gastronomía!
En el fondo, podríamos estar hablando de postres. Lo que yo quiero comprarle a esta señorita que me atiende con tantos tecnicismos de nombres irrepetibles son siestas azucaradas. Pagaré por los sueños más dulces. Quiero llevarme a casa la fuente de todos los placeres. No se lleve usté a engaño. Nada que ver con Casanova o Don Juan. Éstos preparaban el terreno a su manera, aunque seguro que eran grandes entendidos en camas, camastros, jergones... cada uno en su línea, no vayamos a ponerlos a dormir juntos. Eso no.
El caso es que, con este embrollo de físico y las sensaciones en pleno desbarajuste, uno ha de tomar la decisión. Y resulta complicado, después de encamarse a ratitos de acá para allá sin poder echar una cabezadita. Dicen que sólo se debe elegir colchón cuando se está descansado, para evitar que la fatiga decida por ti. De una buena elección dependerán en parte las mejores noches, las de caramelo.
Que sean sueños garrapiñados.
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