viernes, 31 de enero de 2014

En blanco

Al comienzo de cada mes uno se plantea no dejar a esta página huérfana de letras. Tal vez algo iluso, suelo confiar en que una cantidad adecuada de palabras narrará los hechos de una vida plagada de anécdotas, describiendo ideas, hechos afortunados y no tanto, plasmando invenciones y mentiras.

Pero un blog no puede ser testimonio de vida como si fuera un diario al que uno nunca se atreve a escamotear ningún detalle. Hay un ligero matiz delineado y coloreado por la privacidad que diferencia lo uno de lo otro.

Hoy repaso esta bitácora y encuentro en ella casi un mes en blanco. Si no viviera conmigo mismo podría pensar que aquí no ha pasado nada, que mis días no han tenido el más mínimo interés ni merecían ser contados. Pero sospecho que hay cosas que no llegan jamás a convivir con su trasunto virtual.

Podría haber llenado este espacio con una pequeña ficción, el relato de lo que les sucede a unos seres creados para un simple post. Pero enero no ha sido el mes de las historias de personajes que habitan un apartamento mental para terminar mudándose a unas páginas bajo fechas que nunca se repetirán.

Veremos qué ocurre en febrero.

jueves, 16 de enero de 2014

Dos puerros y cuatro pimientos

Casi todas las fruterías que me rodean son de la modalidad de "sírvase usted mismo". Llegas, te pones un nada práctico guante de plástico y te paseas por el lugar con una bolsa que también te has procurado tú mismo.

Hoy mi frutero tenía malas pulgas y, a mi entender, todo tenía que ver con sus cestas. En el suelo del pasillo, entre gavetas repletas de fruta, un señor había dejado una cesta mientras se servía, pongamos, unos tomates. El encargado ha pasado por su lado refunfuñando y apartando la cesta con el pie. El dueño de la misma se ha limitado a poner un gesto de extrañeza.

Y yo, que había entrado a la tienda a por sólo dos cositas, he recibido una regañina por dejar mis bolsas sobre unas manzanas rojas al tiempo que llenaba otra con unas amarillas. "A la entrada tiene cestas, no ponga sus cosas sobre la fruta", me ha dicho sin muy buenos modos.

Comprendo que la fruta es delicada y que no conviene cargar mucho peso sobre ella, pero creo que a esas manzanas no les iba a pasar nada por dejar encima de ellas la ligera tara de dos puerros y cuatro pimientos. "Mire, no he cogido una cesta porque no tenía previsto comprar mucho. ¿Le parece que vaya a por una para guardar los puerros y pimientos, la dejo en el suelo y, mientras escojo mis manzanas, espero a que usted le dé una patada?"

Podría haberle dicho eso, pero sólo me ha salido poner una cara de extrañeza similar a la que aún mantenía el otro cliente.