miércoles, 27 de mayo de 2009

El tejo

Me gustan por muchas razones. La lebaniega Braña de los Tejos me dejó marcado, con ese halo misterioso y la energía perpetua de sus moradores. Y también aquel enorme ejemplar de Sotiello, pegado a la ermita, con sus frutos maduros, apetecibles. O un solitario habitante de la selva de Irati, resistente por los siglos entre otros árboles ajenos a su estirpe milenaria.

Me atraen las historias sobre estos seres longevos y, sobre todo, aquellas de las que han sido mudos espectadores. Tan larga vida sirve para mucho. Para ver pasar la Historia, por ejemplo. Para lo sagrado y también para lo pagano. Para lo cotidiano y para lo trascendente. Y para todo ello el árbol se agarra a la tierra, capaz de sacarle vida e irrigar su viejo tronco.

Es la tenacidad dilatada por los siglos. La severidad del que envenena. La resistencia y la fuerza a pesar de todo. El tejo es testigo de tantas cosas que, junto a él, uno tiene la sensación de abrazarse a la eternidad.

Hoy observo mi pequeño ejemplar de siete años, al que presumo las mismas artes de sus hermanos. Lo tenemos otra vez con nosotros, en casa, y aunque ayer parecía algo triste hoy se yergue otra vez con fuerza. Le hacían falta más riegos. Tal vez más cuidados. No sé. Compañía quizás.

Hoy luce su cara feliz.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Tirar el cigarro

Ese tío acaba de deshacerse de su cigarrillo lanzándolo a las vías desde el andén. Lo desecha a medias aún. El tren va a llegar en unos instantes y, como la mayoría de quienes lo tiran sin acabarlo, ya ve las luces de la máquina asomar.

Cada uno a su manera. Todavía encendido, lo hacen volar hasta caer entre los raíles sobre el duro y compacto cemento. Muchos le dan un golpecito con el pulgar. Tobita lo llaman. Ya me sirves de poco. Otros lo lanzan impulsándolo con un juego completo de brazo, como el que se entrena al bolo leonés. Donde pongo el ojo pongo el cigarro. Algunos lo tiran como una peonza sin cuerda, tratando de clavarlo. Consúmete ahí. Ni te muevas.

Y están quienes lo apagan. Se plantan cerca de la línea amarilla, lo arrojan a sus pies, pisan lo que queda de él y, ahogado bajo la suela, convertido en rastrera colilla, le dan un puntapié. Cae dejando el pavimento ennegrecido.

¿Qué se dejan con el cigarro? Me pregunto qué abandonan al calor del fuego del tabaco y si el humo que sigue brotando de la colilla es su demonio liberado.

Podría tratar de averiguarlo. Pero no fumo. Ni ganas.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mudarse

Eunice Tietjens no contó en su poesía que a los niños se les aparta de enmedio cuando se está cargando con los armarios de luna, los sofás Luis XV y las mesas en pino castellano. Ellos, más que ayudar, suelen estorbar y, como mucho, se les deja que lleven algo ligero y prescindible.

En cambio sí se les puede pedir que ayuden con los preparativos. No es complicado envolver algunas cosas con plástico de burbujas y pueden divertirse haciéndolas estallar entretanto. Tampoco lo es embalar con papeles de periódico, ni meter cosas en cajas de cartón. Encajar: meter cosas en cajas.

Encajar para después trasladarlo todo evitando que las cosas se pierdan. Algunas cajas quedan tan perfectamente llenas y herméticamente cerradas que, cuando llegan a su destino, es una lástima deshacer todo lo hecho.

Embalar, envolver, cargar, apilar...

...para descargar, desenvolver y desembalar.

Deshacemos un mundo para rehacerlo en otra parte.

jueves, 14 de mayo de 2009

Crisis, cambio, mundanza

Ya no la vemos así. La inmersión es ahora completa y esta crisis ya no se interpreta solamente en términos lingüísticos. Al principio, hace meses, cuando la palabra se empezaba a utilizar para describir el estado de las cosas, ésta se tradujo como cambio.

Es evidente que casi todo está cambiando -en muchos casos para mal- y la situación nos conduce a hacer las cosas de forma distinta, de acuerdo con las nuevas reglas del juego. Hay que desmontar las estructuras, desechar lo inservible, recomponer las cosas y organizarlas con orden nuevo.

Como en una mudanza. El cambio es inminente y para llevarlo a cabo con orden, obteniendo un buen resultado, hay que prepararlo bien. Como en toda crisis, pasamos bruscamente de una situación a otra con la consecuente alteración del estado de las cosas. Debemos desmontar nuestro mundo de la noche a la mañana, apilarlo en cajas y trasladarlo ipso facto.

En uno de los libros con los que estudié la extinta EGB aparecía un poemita de una escritora americana de la primera mitad del siglo pasado, Eunice Tietjens. Cuando me he enfrentado a una mudanza he recordado sus primeros versos con el mismo canturreo con que lo leí hace muchos años.

Lo rescato aquí e intento quedarme con parte del espíritu que transmite. Es el mundo atrapado en los objetos que se trasladan, captado por la mirada lúdica de un niño.


LA MUDANZA

Me encantan las mudanzas
me gusta ese trajín,
sin fin de ir y venir,
bajar, subir, entrar, salir.
Hombres con bultos y con paquetes.
Lámparas, sillas, mesas, juguetes,
libros, pucheros, ollas, colchones,
todo revuelto por los rincones...
Pero no me gusta sólo mirar;
en los trajines quiero ayudar,
ir, venir, bajar, subir.
Y hacer paquetes muy primorosos...
con perros, gatos, muñecos, osos...
Una mudanza es tan movida,
tan animada, tan divertida.

Eunice Tietjens

sábado, 9 de mayo de 2009

Sorpresa y haba

El pasado día de Reyes, como siempre, tuvimos nuestro roscón. Uff, qué lejos quedan ya tanto Reyes como el roscón. En realidad fueron dos roscones. Ambos contenían su sorpresa, este año de Disney, y haba. Era la primera vez que los que traíamos a casa tenían haba y nos hizo mucha ilusión.

-Qué chulas las habas.
-Fíjate, parecen de verdad. Hasta son diferentes entre si. Mira que como sean de verdad...
-No puede ser. Serán de plástico, como Mickey y Minnie. Anda, límpiales la nata.
-Espera. Tengo que encontrar la junta del plástico por algún lado.
-¿En el borde quizás?
-Oye, nada, que no hay ni junta, ni rebaba, ni nada. Te digo yo que son de verdad.
-Pues nadie lo diría. Parecen como barnizadas.
-¿Sabes qué? Que las voy a plantar.
-Eso no puede germinar. Las habrán cocido con el roscón.
-No, hombre. Iban dentro de la nata y la ponen cuando lo abren, ya cocido.
-Bueno bueno, tú verás.

El mes pasado germinaron y hoy mismo las he visto amarradas a unas varas con algunas de sus flores ya cuajadas. Una de ellas exhibe una vaina de la que saldrán unas cuatro habas y las demás aún son pequeñas. Crecerán, seguro.

De éstas podrán salir más y acabaremos convirtiendo el patio en una plantación. Yo lo flipo.