lunes, 13 de julio de 2009

Día uno

Abanicando mariposas de papel,
así nos mezclamos en el día uno.
Cada cual las suyas,
en el aire las de los dos.
Yo alentaba las de mi ánimo
caído tras el diluvio del día cero,
sentado al raso sin cielo,
anclado al barro agrietado.
Tú aventabas alas rotas,
reunías pedazos de viento,
minúsculas corrientes,
las de tus jirones.
Nuestros vuelos no se tocaron.
Suspendidos. No pudieron.
Aleteos en trino,
juegos en el vacío.
Planear acaso fuera de ayuda.
Detener el soplido,
abandonarse al sereno.
Dejados de nosotros.
Al sabernos en el aire
atrapamos cada pizca.
Pavesas de un fuego extinto
por la brisa mecidas.
Con las tuyas en mi mano
vi las mías contigo.
Eran para ti en mi quietud.
Me las diste en tu sosiego.

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