lunes, 27 de julio de 2009

Al fresco

Hace poco más de mil años Almanzor arrasó la ciudad de León, y con ella la Colegiata de San Isidoro. Sobre sus cimientos se edificó posteriormente un nuevo templo al que se dotó de los restos del santo de turno. Había que darle relevancia. Y no sería uno, sino dos santos: desde Ávila se trasladó parte de San Vicente y de Sevilla se llevaron las reliquias de San Isidoro.

No conozco el aspecto de lo que se guarda de los santos en San Isidoro. Pero lo más llamativo de esta iglesia no está en su interior, sino bajo éste. La cripta se utilizó como Panteón de Reyes y sus bóvedas fueron cubiertas a comienzos del siglo XII por magníficos frescos. Se la ha llamado la Capilla Sixtina del arte románico aunque, haciendo patria, ¿no sería mejor llamar a los techos que pintó Miguel Ángel el San Isidoro del Cinquecento?

Es sorprendente su estado de conservación y la viveza de su colorido, casi intacto en las seis bóvedas y alguna de las paredes. Cuando hace casi veinte años -de tantas cosas hace ya veinte años- los conocí proyectados por un haz de luz sobre una pared, debí imaginar que aquello estaría restaurado, repintado incluso con un pincelito mojado de ocre, rojo, amarillo, azul y gris. Cierto era que habían sido limpiados hacía poco tiempo, pero nunca habían sido restaurados. Y siguen sin tocarse, aunque a muchos les gustaría meterles mano. Sorprende también que no sufrieran grandes daños durante la ocupación francesa. Las tropas de Napoleón utilizaron la cripta como almacén y ataban los caballos a los fustes de sus columnas, coronadas por capiteles increibles.

Cuando se accede a este "sótano" a uno le entran ganas de tumbarse sobre una de las tumbas -de ahí le supongo el nombre al verbo- para obtener el mejor punto de vista. Todas menos la de doña Urraca. No sé... pero es que con ese nombre...

El Pantocrátor no resulta tan severo como el de San Clemente de Tahull, aunque vienen a ser dos composiciones casi idénticas. La Anunciación a los pastores es mi escena preferida. ¡Menudo susto debieron de pegarse! Y ante la visión del calendario representado en uno de sus arcos a veces me gustaría poder hacer lo que dicta, por ejemplo en diciembre.

De pie o tumbado, da lo mismo, podría haber estado horas admirando estos frescos. Pero la visita marca sus tiempos, más breves que los del calendario románico.

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