La imaginé dotada de un físico más teutón, algo más grave. Sobre el papel me pareció algo más voluptuosa, aunque de carácter seco, displicente de entrada. Hanna Schmitz era otra cosa: no era Kate Winslet.
Ahora no puede ser otra. Ha dejado de ser una mujerona como la que habitó en mi cabeza y ha comenzado a ser la creación de Kate Winslet. El adjetivo es SOBERBIA. Su interpretación de este personaje no se puede definir de otra forma.
La Winslet ha logrado dar a esta pobre mujer infinidad de matices, consiguiendo "leer" entre líneas, extraer del texto de Schlink (y del guión de David Hare, en el que trabajaron también los desaparecidos hace justo un año Sidney Pollack y Anthony Minghella) los detalles que le prestan una humanidad que trasciende. Su Hanna es la que se merecía esta historia, un ser víctima-verdugo que conmueve, que lleva a la empatía, a la incomprensión y a la triste compasión.
De la película, me quedo con ella y con muchas otras cosas. Me gusta que se le haya dado otra estructura muy distinta a la de la novela, cuya fragmentación habría pesado mucho sobre una historia que salta continuamente en el tiempo. Por lo demás, creo que todo está en ella perfectamente encajado. Es una magnífica adaptación del libro, trasladando a la pantalla casi todos sus ángulos con transportador.
Sólo chirría un poco ver y oír en plena Alemania de posguerra algunas palabras escritas y dichas en inglés. Todos los libros que el protagonista va leyéndole a Hanna aparecen editados en inglés. Incluso el "chico", como ella le llama, tiene un nombre tan sajón como Michael Berg, pero en la película nadie lo pronuncia en alemán, sino en inglés. Tengamos en cuenta que es una producción de Alemania y Estados Unidos. Pero me temo que la parte germana de esta co-producción no ha sabido cuidar ese detalle, cedido más bien a la comercialidad del idioma en el que se ha rodado, el de la parte estadounidense.
Excelente.
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