lunes, 12 de enero de 2009

Críticas y elogios

Es extraordinario. Jamás habíamos visto tanta nieve en Alcalá, al menos en los últimos treinta años. Era precioso ver los copos caer, a ratos con fuerza y determinación; otros con suavidad, dejándose mecer en su descenso. Lo cubrieron todo en cuestión de unas pocas horas, con un grosor de un palmo -de una mano grandota, de largos dedos, sí-.

Hace tres días ya y todavía quedan muchísimas zonas completamente cubiertas. En muchos sitios se puede aún caminar sobre nieve blanda, de ésa que cruje a medida que se prensa bajo las suelas de los zapatos. En otros lugares esa nieve se ha congelado y se han formado unas placas de hielo sobre las que resulta suicida caminar.

Es extraordinario. Por eso en esta ciudad no estamos preparados para retirar a tiempo parte de la nieve de las calles, la que después de helar noche y día se ha convertido en una pista de patinaje. Comprendo -en parte- que este Ayuntamiento se haya visto desbordado por el imprevisto y no haya sido capaz de hacer ni una porción del trabajo que ya debería estar acabado. Los vecinos estamos acostumbrados a pasar por alto tantas cosas... Lo que no es aceptable son las declaraciones del concejal de Medio Ambiente, quien asegura que está satisfecho por las tareas realizadas y manda callar a quienes se quejan porque es imposible caminar por la ciudad con garantías de volver ilesos a casa.

En este caso -como en tantos otros- sobran esos comentarios carentes de humildad, sobran el autobombo y la autoindulgencia, la falta de honestidad y, sobre todo, la cara dura. Señores, ya es hora de que algún día ustedes admitan que también hacen mal muchas cosas. Si hay críticas justificadas, como lo son éstas, ustedes deben agachar las orejas y ponerse a trabajar. Creo, creemos, que no es tan complicado y que su orgullo no sufre ningún menoscabo. Al contrario, todos estaremos más satisfechos y nuestra confianza en ustedes será mayor.

Críticas y alabanzas pueden ir unidas. Por eso aprovecho para felicitar a quienes corresponda por el espléndido trabajo acometido para abrir dos nuevas calles en el centro: los callejones del Horno Quemado y de las Santas Formas. En realidad no son nuevos, sino que se han recuperado, pues ya existieron en el trazado medieval de la ciudad. A éstos añado un tercero, el callejón del Pozo, delicioso con sus farolitas pegando a la tapia del Parador.

A pesar de los pesares, ha sido bonito pasear por Basilios -que parecía la mismísima Narnia- y por la explanada de San Lucas toda cubierta de nieve. Y hielo. A falta de crampones, un cuidado de mil demonios.

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