lunes, 17 de noviembre de 2008

Todo tipo de señales

Y sigo sorprendiéndome cuando encuentro cosas dentro de los libros. Dejadas u olvidadas, da lo mismo. El caso es que aparezcan mientras los hojeo en un primer vistazo o durante su lectura. Es raro que esto pase cuando son nuevos, recién llegados de la librería, recién desenvueltos cuando alguien te los regala. En ese caso el regalo es el olor que desprenden sus páginas intactas: el perfume de la novedad. Sólo de un libro usado cabe esperar que guarde algo. Como cuando el volumen proviene de una biblioteca, o te lo presta un amigo, o sale de una estantería de casa tras haberlo utilizado alguien más. Quizás uno mismo.

Folletos con ofertas de productos que hoy ni siquiera se fabrican, tickets de compra -cosas pagadas en pesetas, o en liras italianas-, un carnet de un videoclub ya caducado, un cromo de una colección de una serie de televisión -debía ser "repe"-, la foto de un grupo de compañeros de facultad -nos la hicimos en los servicios y en su reverso encuentro dedicatorias de lo más escatológicas-, una postal de un lugar en el que nunca he estado -me da pudor leer una postal ajena, pero lo venzo siempre-, una lista de la compra, un marcapáginas promocional de uno de los lanzamientos de alguna gran editorial, el recorte de una página de un periódico -la noticia tenía que ver con uno de esos "días sin humos" con los que nadie se compromete nunca-, un boletín de notas -en realidad, una papeleta de notas de la universidad-, un billete de tren -de la red de cercanías de Madrid, estampado con una decoración especial con motivos navideños-, la breve vida laboral de un joven urbanita -no entiendo cómo esos documentos se dejan olvidados tan fácilmente-, un calendario de cartera en el que me da por mirar en qué día cayó mi cumpleaños hace unos cinco años -llevo unos cuantos en los que ha sido laborable-.

Muchas de esas señales me transportan hacia otros lugares y situaciones, hacia las vidas de otras personas desconocidas para quienes construyo durante unos segundos una existencia paralela. Reconstruyo lo que no sé si alguna vez se construyó. Y ellos nunca lo sabrán, pero acaban viviendo desdoblados en el espacio y en el tiempo, recuperando incluso alguno de los objetos que dejaron encerrados en un libro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!! Sí, a mí también me gusta encontrar esos pequeños tesoros dentro de los libros, pues me da por imaginar cómo será la persona que los ha puesto ahí. El otro día, hojeando el último libro que tienes en casa de la biblioteca apareció el pétalo, bastante bonito, de una flor. Yo también solía hacer lo mismo cuando era más jovencilla. Sobre todo con pétalos de flores pequeñas. Otras veces, queriendo inmortalizar flores más grandes, sus jugos dejaron huella en la última página del libro.

Besitos.

Daniel Buitrago dijo...

Tú lo has dicho: son tesoros. Eso es. Y de entre ellos las flores son los más bonitos.

Muac!