lunes, 24 de noviembre de 2008

Cazorla

Fin de semana de intensas pateadas, de hacer de piernas corazón. Magnífico destino el pueblo de Cazorla, enclavado entre peñas y vastos olivares. Dicen que la Sierra de Cazorla es la más extensa de España y la segunda más larga de Europa. Habría sido un placer tener más tiempo para seguir descubriendo muchos otros de sus rincones. Aun así, nos ha cundido tanto como para llegar a recorrer unos treinta kilómetros a golpe de bomba de sangre, abriendo bien los pulmones.

Hoy me visitan las agujetas, que no serán tan punzantes gracias al placer del recuerdo de esas magníficas visiones. Ascender para después descender con el alma llena de imágenes hermosas.

La primera subida, desde el mismo centro del pueblo, resultó ser el tramo más difícil de todos. El guía impuso un ritmo que nadie se atrevió a frenar -al urbanita le cuesta reconocerse más torpe que el lugareño y prefiere una buena pájara al menoscabo de su orgullo-. Por fin llegamos al primer mirador, terraza sobre la que fue vital tomar la decisión de aminorar el paso. A partir de allí todo resultó más leve, menos pindio -como dirían en mis añoradas montañas cántabras-, y pasamos a preocuparnos menos por nuestras piernas y más por el paisaje, que acaba siempre acompañando al espíritu en forma de luz y de viento.

Qué placer poder oír el sonido de las hojas de los árboles al caer. En la ciudad también suenan pero nadie se molesta en escuchar. A veces el ruido lo enmascara todo. Qué gusto mirar al cielo y ver los buitres leonados y algún águila planeando en busca de comida, o bajar la vista y reconocer un grupo de ciervos que, en su ruta, se dirigen hacia el paso natural entre dos picos. O sorprender a un muflón que nos observa con escepticismo y con la seguridad de saberse a salvo entre el follaje. Incluso encontrar en el Pico de los Halcones algún fósil lleno de formas que alguna vez fueron seres, estuvieron vivos; o leer en la espectacular Cerrada del Utrero las palabras que el agua del Guadalquivir ha escrito sobre la superficie de la roca.

Tierras que, hasta la desamortización del XIX, pertenecieron durante muchos siglos a Toledo. El propio Cardenal Cisneros, vecino de Alcalá, tuvo bastante que ver con Cazorla. Era ya Arzobispo de Toledo y, por tanto, dueño y señor de este pueblo, cuando decidió permanecer dedicado al estudio y nombrar un Adelantado. Él se lo perdió. No quiso dejarse caer por aquel pueblo que tanto costó a los cristianos defender de los musulmanes, quienes, por otra parte, tanto bien hicieron en muchos sentidos. Los guías de montaña no sólo conocen al dedillo cómo llevarte por los caminos. También te hablan de Historia. Y te cuentan historias.

Y vuelta a casa, pasando por Úbeda y su espléndido casco histórico, que estos días exhibe pendones anunciando su Festival de Música Antigua, compartido con Baeza. Como tantas otras cosas.

2 comentarios:

Ana Alcolea dijo...

Es preciosa toda esa zona. Yo la disfruté un otoño hace ya unos años, y me gustó muchísimo. Está llena de rincones bellísimos. Besicos. Ana

Daniel Buitrago dijo...

Una delicia, sí. Habrá que ir haciendo espacadas para seguir explorándola poco a poco.
Más besos.