miércoles, 5 de noviembre de 2008

La docena

Fue el otro día. Tras oír mis propias palabras reverberando dentro del hueco de la nevera, corro a la tienda. Lleno una bolsa de cosas que, aunque sé que no llenarán del todo ese vacío, sí harán lo propio en el de un par de estómagos.

Dispongo en dicha bolsa la docena de huevos sobre todo lo otro (su base de cartón y sus plásticos -tapa y envolvente- nunca garantizan que éstos lleguen enteros a ningún lugar). Por la calle mi brazo amortigua cada paso, cada zancada, cada leve salto. La misión requiere poner todas las almohadillas, cojinetes y demás mecanismos del físico propio al servicio de la integridad de los doce.

Consigo que completen la excursión sin daños aparentes. La operación de trasvase hasta las hueveras del frigorífico ha requerido siempre de concentración plena. Nunca es posible pensar en nada más, excepto cuando al sacar del cartón el primero de los doce advierto que... ¡está vacío! Sólo encuentro una cáscara en cuyo interior se realimentan los ecos de mi blanca y diáfana nevera. Me deshago de la cáscara sin plantearme si surgió así de hueca del culo de la gallina o si debo reservarla para decorarla con mis témperas escolares cuando llegue la Pascua.

Sigo con la tarea y descubro -manda huevos- que dos más vuelven a escaparse de la definición más exacta de cigoto o similar. Sus cáscaras están agrietadas: sospecho que no encierran con garantías todo eso que debería haber llegado a ser un pollo y que yo sólo concibo como mera comida. "Evitemos la salmonela"... y los envío al cubo de la basura a hacer carambola contra su primo hermano hueco.

Consigo acomodar con éxito los restantes. Éxito efímero. Al rato acudo a abrir la nevera a oscuras, extraigo de ella no recuerdo qué y cuando voy a cerrarla me doy un coscorrón contra la puerta-albergue de mis nueve proyectos de "algo" comestible. Cinco saltan del soporte en el mismo instante en que un chichón empieza a aflorar en mi frente y engorda con forma y volumen copiados de cualquiera de ellos, estrellados ya sin remedio.

¡Eso es! ¡Estrellados! Acabo preparándolos así. Hago en aceite unas patatas a las que añado, también frito, lo que ha quedado de la docena. Con dos pares.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que en este texto haya más de ficción que de realidad. Esa docena estaba gafada, no puede ser.
Si te sirve de consejo no compres los huevos en Día y no los coloques en el soporte de la nevera, nosotros los dejamos en el cartón y parece que corren menos peligro. De todas formas fue mala suerte porque ya llevas 33 con un par de ellos y, que yo sepa, siguen enteros. Será cuestión de cantidad, pssss
Val

Ana Alcolea dijo...

Yo también los dejo en el cartón, como Marival. Así se conserva también la fecha de caducidad. Muy bien contado, Dani, como todo. Besicos. Ana

Daniel Buitrago dijo...

Gracias a las dos. Ah! y eran de Ahorramás, que va a ser ...menos, aunque me pille a mano.
Besos.