Marco un número novecientos de los de atención al cliente. Tras el estallido de la música corporativa de la eléctrica en mi oído, "así lo reciben a uno, con fanfarrias", escucho la voz de una grabación que me va pidiendo que vaya especificando el motivo de mi llamada. Procedo.
"Lo de siempre: la máquina no me va a entender. Estoy por decir ¡operador! y acabaremos antes". Me da un calambre en los dedos y me cambio el auricular de mano. Aguardo con paciencia y contesto a todo lo que el sistema pregunta hasta que éste, él solito, me sale con "le va a atender un operador".
Una señorita. Le doy de nuevo todos los datos que ya he dado a la máquina. La señorita me los pide en el mismo orden como si a las dos, a ella y a la máquina, las hubiera programado el mismo cerebro. Por fin puedo plantear mi petición:
-Quisiera hacer un cambio de titular del contrato del servicio eléctrico.
-Muy bien. Manténgase a la espera unos instantes.
"Necesitará su tiempo para procesar lo que le he dicho; se acaban identificando con el sistema y, claro, la RAM requiere tiempo para trabajar". Podría ponerme a tararear la canción corporativa, pero temo ser sorprendido por la señorita a su vuelta, ...o por la máquina.
-Muy bien, necesitaría los siguientes datos...
Repito, paso a paso, todo lo que la máquina no le ha transmitido a la humana. "A la siguiente se lo suelto de memoria. Y si no me lo sé, que me dé un chispazo".
-Además de cambiar de titular quisiera modificar la potencia contratada.
-¿Podría esperar un momentito?
Vuelvo a deleitarme con los instantes musicales cortesía de la eléctrica. "¿Tendrán un espacio de peticiones del oyente?".
-¿Señor? Mire, resulta que no podemos hacer dos cambios en la misma llamada. Para modificar también el dato de la potencia debería darle de baja y después de alta, lo que le costaría unos cien euros.
-¿Cien? No, claro que no, se supone que estas cosas son gratuitas.
-Si quiere que no le cueste nada deberá llamar en otra ocasión y solicitarlo.
-Así que se trata de llamar otra vez, ¿sin más?
-Eso es.
Se me saltan los plomos.
"Lo de siempre: la máquina no me va a entender. Estoy por decir ¡operador! y acabaremos antes". Me da un calambre en los dedos y me cambio el auricular de mano. Aguardo con paciencia y contesto a todo lo que el sistema pregunta hasta que éste, él solito, me sale con "le va a atender un operador".
Una señorita. Le doy de nuevo todos los datos que ya he dado a la máquina. La señorita me los pide en el mismo orden como si a las dos, a ella y a la máquina, las hubiera programado el mismo cerebro. Por fin puedo plantear mi petición:
-Quisiera hacer un cambio de titular del contrato del servicio eléctrico.
-Muy bien. Manténgase a la espera unos instantes.
"Necesitará su tiempo para procesar lo que le he dicho; se acaban identificando con el sistema y, claro, la RAM requiere tiempo para trabajar". Podría ponerme a tararear la canción corporativa, pero temo ser sorprendido por la señorita a su vuelta, ...o por la máquina.
-Muy bien, necesitaría los siguientes datos...
Repito, paso a paso, todo lo que la máquina no le ha transmitido a la humana. "A la siguiente se lo suelto de memoria. Y si no me lo sé, que me dé un chispazo".
-Además de cambiar de titular quisiera modificar la potencia contratada.
-¿Podría esperar un momentito?
Vuelvo a deleitarme con los instantes musicales cortesía de la eléctrica. "¿Tendrán un espacio de peticiones del oyente?".
-¿Señor? Mire, resulta que no podemos hacer dos cambios en la misma llamada. Para modificar también el dato de la potencia debería darle de baja y después de alta, lo que le costaría unos cien euros.
-¿Cien? No, claro que no, se supone que estas cosas son gratuitas.
-Si quiere que no le cueste nada deberá llamar en otra ocasión y solicitarlo.
-Así que se trata de llamar otra vez, ¿sin más?
-Eso es.
Se me saltan los plomos.
2 comentarios:
¡Esto yo ya lo he vivido!
...y lo que te queda!
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