Los días en negro no deberían existir. Uno puede vivir un día en blanco, que es como habitar una nebulosa dentro de la que es difícil encontrarse y dar con las cosas. Forma parte del devenir de los días, de un fluido existir, de la cadencia de la vida.
El tiempo debe poder perderse y los días en blanco tendrán ese cometido. Servirán para que uno se justifique en su torpeza, o en su inutilidad, o en la voluntad de vivirlos para nada. La nada consentida, aunque no nos quede otro remedio, también nos enriquece.
El negro es otra cosa. Es ausencia en sí mismo. La negatividad de lo arrebatado. Algo existente deja de estar ahí, pasando a faltarnos. Sólo hay en él lo que ya no hay.
En imágenes, interpretar el negro es difícil. Nada está definido y, por tanto, todo puede decirse. Difícil es verlo con positividad, pues no la hay. Una pantalla en negro sin solución de continuidad es algo grave en sí mismo. No tiene nada que ver con un fundido a negro, sobre todo los del cine clásico, tan llenos; tan ricos. El negro a secas puede interpretarse de maneras dispares. La pantalla está encendida, pero nada aparece en ella.
¿Por qué? La explicación es tan difusa como la propia naturaleza de ese negro. ¿Luz negada o luz retenida?
2 comentarios:
Excepcional post. Aunque a mi me evoque otro tipo de pensamientos diferentes al que tú desvelas. Me imagino que te refieres a la huelga en Telemadrid, aunque a lo mejor me equivoco. A mí me hace pensar en las ausencias y en los días de bajón.
Un abrazo.
EVA
Gracias, Eva. Me alegra mucho verte aparecer por aquí. Ojalá esos días en negro, sean cuales sean, no se produjesen nunca.
Muchos besos.
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