La primavera las provoca. Nuestras hormonas la esperan para revolucionarse. Los niños aguardan la llegada de sus primos para salir y desmandarse, lo mismo que nuestros adentros, puestos a bullir cuando el sol hace de las suyas por fin.
Dejamos de dormir bien de noche y no podemos evitar el adormecimiento sobre la mesa de trabajo. Nos aliviamos del peso de ropas sobrantes -nos pican si no, como erupciones alérgicas-, mostrando así alguna porción de carne cuyo aspecto habíamos olvidado bajo telas de abrigo.
Quien moquea, restriega sus ojos y traga para aliviarse la garganta sabe ya de alteraciones. Su ánimo también las sufre, rebelándose contra el malestar y la repetición. Es lo que toca, año tras año.
En otros momentos el decaimiento, la apatía y la falta de fuerzas podrían traducirse de otra forma. Estos días los llamamos astenia, otra de las alteraciones que deseamos perder de vista.
3 comentarios:
Pues, a mi, me sienta fenomenal. Ese solete me carga las pilas. Me entran ganas de comerme el mundo. Tengo energía para todo. No sé qué voy a hacer este año, aquí no es lo mismo. El sol brilla distinto.
Abrazos grandes.
Se me olvidó firmar, Val
Pues yo recuerdo el sol de por allí con verdadera añoranza. A mí el sol fuerte me achanta mucho. En cambio ese que ahora disfrutas, cuando salía, me daba mucha vidilla.
¡Muchos besos!
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