viernes, 19 de diciembre de 2008

Vredaman

Hoy he terminado Vredaman, la novela de Unai Elorriaga (versión en castellano de Alfaguara, 2006). Ya fue reconocido y laureado por su novela Un tranvía en SP, como sus demás obras, escrita en euskera y traducida con posterioridad. De ésta recuerdo su tremenda fragmentación y aquel mosaico tan logrado en el que las piezas aparecían aisladas y a la vez íntimamente interrelacionadas. Asistíamos a los sueños y ensueños de su protagonista, subiendo los últimos peldaños de la vida como en una ascensión a alguna de las montañas más altas del planeta. Fue un juego creativo y experimental que leí con interés.

Vredaman conserva parte de los logros estilísticos y formales de aquella, pero va más allá. También en ella escuchamos diferentes voces, ecos de edades distintas. Nos reencontramos con los niños y las narraciones filtradas por el prisma del pensamiento infantil. Son historias tiernas, llenas de seres singulares en búsqueda permanente, mostrados por un niño que nos lleva de un lugar a otro. Nostalgia, inocencia, recuerdos. Niños que cazan insectos y experiencias nuevas, hombres con ilusiones que se plantean retos, mujeres que atesoran secretos; chavales que investigan sobre otros hombres y acaban valorando su enorme talla personal.

Oímos el latido de sus corazones, sentimos el calor de sus emociones, nos prende su emotividad creciente.

Tenía una duda con respecto al título. He descubierto en internet que Vredaman es una palabra inventada, que no aparece en el libro, y que el autor la sacó de la mezcla del nombre de uno de los personajes de la novela Mientras agonizo, de William Faulkner, un niño llamado Vardaman, y del nombre de un pintor holandés, Vredeman de Brie, que tuvo un hijo que nunca pintó un cuadro original, sino que lo único que hizo fue copiar los de su padre.

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