jueves, 11 de diciembre de 2008

Un agujero negro en casa

-Ahí está. Es negro, como todo lo negro que hay a su alrededor. Es el sumidero cuyo poder de succión amenaza con tragársenos a todos. Una galaxia entera regida por el poder del Rey Negro. Estuvo ahí durante millones de años hasta que se apagó. Consumido, pasó a ser sombra, la sombra que necesita engullir infinitas masas solares para seguir existiendo.

Mathias no paraba de hablar en el tono novelesco y misterioso que solía utilizar cuando quería divertirse. La entonación de los documentales de ciencia siempre le había hecho gracia.

-Y lo tenemos en nuestra propia casa. La Vía Láctea tiene bicho. Un inquilino que nunca se marchará. Todo lo contrario: permanecerá ahí, en el centro, moviéndolo todo en torno suyo. Es el más seductor, el que todo lo atrae. Ahí pueden verle, con su ballet de jóvenes estrellas danzándole alrededor.

Sus compañeros le sonreían con miradas de resaca. La noche anterior se habían ido directos del Instituto Max Planck al bar más cercano. Querían celebrarlo. Algunos llevaban los dieciséis largos años en el mismo proyecto. Ya era hora, por fin resultados. Al día siguiente la noticia se publicaría en todo el mundo. De eso hablaban, y de otro montón de cosas, a medida que iban vaciando las jarras de cerveza sobre la mesa de siempre.

El astrónomo Reinhard Genzel se había pasado la tarde contrastándolo todo una y otra vez. Sin la certeza de haber acabado, pidió a su equipo que se fuesen marchando al bar, que él iría un poco después. Quiso quedarse solo, junto a su telescopio. Se frotó los ojos. Le escocían. Se acercó a las lentes, pero decidió no ponerse a mirar. Apagó las luces del centro y sintió un gran alivio. En aquellos momentos no estaba para preocuparse por la repercusión de su estudio. Ya saldrían todas las publicaciones. Sólo le importaba parar por fin. Unos instantes nada más.

Y no pensó en nada.

De camino a la cervecería pensó en su mujer.

-Oye, Reinhard, ¿tú crees que han merecido la pena tantos años para esto? Nadie lo verá jamás a simple vista,... a no ser que vayan al centro y miren por el VLT... y aun así, tampoco.

El astrónomo miró al profesor Stuck. Demasiadas cervezas de ventaja, pensó. Saludó a todos efusivamente, recibiendo abrazos alcohólicos y cariñosos alientos cerveceros. Ya habría tiempo de organizar la celebración que el éxito merecía. Se marchó a casa. Necesitaba ver a Hanna.

También a partir del artículo publicado ayer por Rosa M. Tristán en El Mundo.
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/09/ciencia/1228850495.html

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