lunes, 27 de octubre de 2008

La parada del 137

Hablo brevemente con una señora que espera el 137. Ha anochecido y aunque no es tarde ha decidido evitar el paseo hacia casa a oscuras.
-No vivo muy lejos, pero con tan poca luz no sabré por dónde voy si tengo que echar a correr... y no puedo permitirme una lesión.
No creo que mi compañera de marquesina tenga más de setenta años. Intuyo su agilidad física y compruebo la mental. Su color de voz es el de una chiquilla con ganas de atrapar todas las cosas que la vida le regalará. Con tiempo todo es posible. En sus ojos una chispa de ilusión y una sonrisa.
-Y como ahora paga el ayuntamiento...
-La verdad es que esa es una ventaja que tienen ustedes.
-No es que el bono me salga gratis, pero me cuesta menos. No se crea que nos dan tanto, que aparte del transporte y la botica...
-Tiene usted razón. Deberían ofrecerles más.
-Aunque sea poco yo lo aprovecho. Ahora me monto y por lo menos evito cualquier mal.
Se fija en las luces de los vehículos que se acercan hacia nosotros. Uno de ellos es un autobús, pero no es el 137.
-Vivo con mi hija, ¿sabe? Por la tarde ella se queda con las niñas y yo me escapo a dar un paseo. Todavía hace bueno, así que aprovecho mi rato libre -dice mientras sigue escudriñando el tráfico de la calle-. El resto del día tengo que estar para todo. Los demás trabajan y tengo que ocuparme de las cosas.
Asiento y me pongo en situación. Parece contenta aunque percibo en sus palabras algo de resignación.
-Ahora trae más cuenta coger el autobús. Si a mí me pasara algo no sé cómo nos íbamos a apañar. Yo soy quien cuida de todos, pero nadie puede cuidar de mí.

El 137 abre sus puertas a la vez que bascula su peso hacia la acera para hacer más sencillo el acceso a su nueva pasajera. "Hasta otro rato, majo". Cuando se marcha yo sigo esperando. Me alegra que mi recién conocida piense en su familia y se cuide con tal de seguir disponible para ellos. "Yo soy quien cuida de todos, pero nadie puede cuidar de mí". Disponible para todo, sí. Sabe que está siendo altruista y desinteresada, también. Es consciente de que si ella necesitase ayuda no encontraría la misma disponibilidad por parte de los demás. Seguramente no se lo plantea a menudo, aunque lo verbaliza de forma espontánea. Se mezclan en sus quehaceres la rutina, el amor familiar y la necesidad. Ese es el tan habitual "qué remedio".

Hay situaciones ante las que es mejor no plantearse qué puede pasar. Hay personas que siguen con su generosa rutina aun a sabiendas de que si ésta cambia nadie podrá entregarles una rutina similar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan estas conversaciones mientras con personas desconocidas en ratos de tiempo perdidos. ¡qué sóla se siente la gente! ¡ cuántas ganas de charlar y sentirse querido,importante o simplemente escuchado durante un breve período de tiempo!
Vuelvo a mi máxima: "lo importante son las personas". Cuesta tan poco hacer feliz a la gente. Además es una actitud contagiosa y en la que todos los participantes salen ganando.
En cualquier lugar siempre hay alguien dispuesto a escucharte y ayudarte.

Anónimo dijo...

Fé de erratas. Quitar ese mientras del principio.La próxima vez antes de enviar el comentario lo leeré.
Val

Daniel Buitrago dijo...

Qué razón tienes. A veces no tenemos nada que hacer y, aún así, rechazamos charlar brevemente con quien tenemos al lado. No sabemos disponer de nuestro tiempo y a veces nos cuesta regalárselo a los demás cuando ellos nos lo entregan sin más.
Muchos besos Val.