miércoles, 18 de noviembre de 2009

Humo I

Mientras leo camino absorto, abducido por las últimas páginas de una novela. Me acomodo en el banco que casi me ha hecho tropezar. Tomar el sol en mangas de camisa ya empieza a ser un lujo que hay que intentar permitirse. A mi derecha una farola con una papelera adosada. Recostada junto a ella una chica. Sé que lo es por sus zapatos femeninos, que acierto a ver de reojo durante la tregua fugaz que obtengo al pasar la hoja del libro.

Me relajo, respiro hondo y desde tal hondura me asalta una tos convulsa. Cuando consigo calmarla, trago y noto una sequedad repentina en la garganta y un sabor a tabaco que se me aloja en la faringe. Olfateo con cautela -temo saturarme- pero todo sigue llegándome desde dentro. El olor a tabaco está dentro, no fuera de mí. Como en el interior todo está claro, paso a indagar a mi alrededor. Voy en busca del humo como los antiguos iban en busca del fuego.

Me giro a un lado pero no veo nada. Al otro, el derecho, la chica de la farola sigue apostada. Zapatos de tacón, femeninos como sus medias, falda por encima de las rodillas, blusa blanca de mangas ceñidas y larga cabellera rubia recogida en una coleta. Mira hacia el frente con sus grandes ojos mientras deja que un cigarrillo se le consuma entre los dedos. Un torrente de humo brota de él, describiendo su línea ondulante directamente hacia mi nariz.

Mi garganta vuelve a denunciarlo con más toses irreprimibles. Cierro el libro dejando un dedo como señal y paso a observar el camino de la fumarola. Muevo la cabeza con el fin de despistarla, pero no hay manera. Se dirige implacable hacia mis fosas nasales. Decido entonces que, de alguna forma, debo de atraerla. Es como si activase un imán para atrapar el cabo de ese hilo de humo y llevarlo hacia mí. Hago memoria y la mente me devuelve otras situaciones similares. En todas ellas el humo se me cosía a la nariz, polo negativo cautivado por la humareda, de signo indefectiblemente positivo, y no me abandonaba hasta que no me alejaba. Me temo que estas cosas no cambian nunca...

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