jueves, 3 de julio de 2008

Maquillaje

Es fascinante ver cómo una mujer improvisa un tocador en cualquier parte. Como en otras ocasiones, el tren es el lugar en el que asisto a todo tipo de escenas. Algunas de ellas acaban repitiéndose tarde o temprano. Esta en concreto me gusta seguirla con interés.

Sentada frente a mí, esta anónima me regala una entrada para contemplar el ritual con que completa toda la operación.

Veo cómo rebusca en su bolso tamaño maxi. Oigo el cacharreo que desencadena su mano en el interior a medida que va encontrando y extrayendo todo lo necesario. Es ágil y lo tiene todo dispuesto con brevedad.

El proceso comienza y utiliza sus instrumentos con precisión. Su espejo: la luna de la ventana que tiene al lado, cuyo laminado y la luz interior del tren obran el milagro de entregarle su propio reflejo.

Un lápiz para marcar la línea de ojos, un líquido espeso que extrae de un botecito y extiende sobre sus párpados, un cepillito que sumerge en una solución de un negro intenso y que sale impregnado para ser aplicado sobre las pestañas.

Sus ojos verdes han quedado bien enmarcados y su mirada parece otra. No me la dirige, pero percibo su expresión cambiada.

El esperado momento en que tiñe sus labios ha llegado. Identifiqué su lápiz desde el principio entre sus cosas, y aguardaba el instante en que lo destaparía y, con un delicado giro, haría surgir la barra que alberga.

Rosa brillante. Unos toques a un lado y al otro. Y el retoque personal, apretando los labios entre sí. Besándoselos de fuera hacia adentro.

No emplea una brocha para sonrojar sus mejillas ni ningún otro paso añadido al proceso. Se gusta así, sin más. Ni menos.

Ha llegado a su destino y, tras devolver al interior de su bolso todo lo que sacó de él, lo cierra, se lo cuelga y abandona su asiento.

La función ha terminado.

Me llega el aire perfumado que va dejando tras de sí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver si ahora me deja mandarlo. Como en los anteriores: muy bien escrito y con muy buena intuición literaria, tanto en el lenguaje como en los motivos elegidos.
Yo hago eso en el tren muchas veces. Lo de los ojos verdes no, claro, tal vez con unas lentillas de colores se pueda subsanar... Estupendo microrrelato, Dani. Un beso desde el canal. Ana

Daniel Buitrago dijo...

Muchas gracias, Ana. Me alegra mucho verte por aquí. Siento que no pudieras comentar nada en los anteriores. Mea culpa.
Ya ves, sigo dejándome caer por aquí, contando "mis cositas" a medida que van surgiendo. Me llena mucho. Y disfruto con ello. Espero seguir teniendo tiempo para dedicárselo.
Muchos besos. Dani.

Anónimo dijo...

Hermosa evocación del pueblo, de la infancia. Muy buen ritmo en el lenguaje, Dani. Sigue.
Besicos desde el canal. Ana