martes, 8 de noviembre de 2011

Escribir en paz

Es una plácida maravilla disfrutar del silencio mientras se teclea en cualquiera de los aparatos que hoy sirven para escribir. Sus teclados tienen un tacto delicado y las teclas son piezas suaves cuyo recorrido corto no obliga a dejarse toda la energía en el intento de pulsarlas. Eso por no hablar de las pantallas táctiles, que solo requieren de una leve caricia dactilar. Pura magia.

Atrás quedaron las Lexicon 80, aquellas máquinas de Olivetti con las que muchos aprendimos a escribir, metálicas y macizas, pintadas de verde, azul o gris, cuyo carro golpeaba con estruendo cada vez que se accionaba la palanca para hacerlo retornar al comienzo de línea. Recuerdo las pruebas en la academia de mecanografía: cuando la profesora daba luz verde, se desataba la estampida y medio centenar de artefactos del demonio anunciaban el gran cataclismo. ¡Ah!, y aquellas tapas que debías retirar cada vez que las patillas de las letras se enredaban entre sí... ¡menudo leñazo pegaban al encajarlas de nuevo!

¡Recuerdos atronadores, sí! No tardó en llegar a casa también una Olivetti, la Lettera 42. Era portátil y se convertía en una cómoda maleta al cubrirla con su tapa con asa. Sin duda, más ligera y algo menos ruidosa que las Lexicon, aunque sólo un poco menos. Mi hermana y yo le dimos una buena paliza entre prácticas y trabajos para el colegio, instituto y universidad. No puedo olvidar a mis sufridos vecinos, quienes aguantaron estoicamente cada ataque de la guerrilla, más de uno a horas intempestivas. No me habría extrañado que alguno, harto de tanto cisco, hubiera blasfemado contra todo el alfabeto, la tinta de calamar, el pergamino y los monjes copistas de Yuso, aparte de Gutenberg y toda su sangre.

Hoy he leído que cuando se creó la primera máquina de escribir silenciosa, ésta fue todo un fracaso comercial. Parece que casi nadie quiso renunciar al cliqueteo clásico al estampar los tipos contra el rodillo convencional. Pero con el tiempo todo cambia. Aunque algunos escritores no se acostumbren a las nuevas tecnologías, o se resistan a hacerlo -a Javier Marías se lo disculpo todo-, es fantástico poder armar una buena algarabía de páginas y más páginas sin hacer apenas ruido.

2 comentarios:

Gustavo D´Orazio dijo...

DANIEL, DONE MI LEXICON HACE UNOS AÑOS. LA OLIVETTI, VERDECITA, AUN LA CONSERVO. ME HA ENCANTADO ESTE POST CON CIERTA NOSTALGIA. VI, LA PIEL QUE HABITO, DE ALMODOVAR. ME GUSTO. LA MUSICA, EXTRAORDINARIA. SALUDOS CORDIALES DESDE UN BS. AS. QUE LEVANTA TEMPERATURA. ABRAZO.

Anónimo dijo...

Qué recuerdos¡¡

Esa fantástica máquina aporreándola sin parar..tiene pensamientos, trabajos de universidad y de todas partes.

Me paso por aquí de vez en cuando, aunque esta vez sea un poco tarde.

Un abrazo.

Cristina B.