sábado, 30 de marzo de 2013

Viajeros de pacotilla

Hay personas que no merecen gozar de la gran suerte que es poder viajar. Ni siquiera creo que gozar sea lo que los susodichos hacen cuando viajan.

El viaje es esa gran oportunidad que a veces tenemos de desdoblar nuestras vidas, hacerlas ocurrir en escenarios nuevos, con gentes diferentes de las habituales, de conocer y conocernos, explorar, aprender y crecer.

Pero hay gente que sólo concibe el viaje como un programa que hay que cumplir, pasando por los lugares previstos a la hora prevista, haciendo las fotos previstas, comiendo sólo lo supuesto, intercambiando con otros las palabras justas, aguantando rígidos, correosos, impermeables.

Esos sujetos se niegan a tratar de comprender que el mundo es diverso y comparan constantemente lo que ven con lo que tienen en casa, hacen listas de preferencia donde nunca la novedad queda bien parada respecto de lo ya usado, escupen sin tacto sus estúpidas observaciones y convierten cualquier momento mágico en una majadería.

¡Líbranos, oh señor agente de viajes, de compañías tan estúpidas y no nos dejes caer en la imbecilidad! Y ahora..., ¿debo decir amén?

viernes, 22 de marzo de 2013

El tiempo y la luz

Por la mañana busco la visión de un paño de sol que raya con línea marginal la terraza del último piso del edificio de enfrente. ¿Lo encuentro donde estuvo ayer?

Descuelgo mi persiana en cuanto el destello tamizado por el visillo alcanza el primer libro de los estantes. Seguirá reptando, ahora mucho más cribado.

Salgo de casa cuando mi calle acaba de dividirse en dos bandas. Una, blanca y más lejana, me deslumbra. La otra, sobre la que paso, va cediendo milímetros, fiándolos sin afán de propiedad... o eso parece.

Llego a la tienda y, antes de entrar, instalo con la mano derecha una visera sobre mi frente. De nuevo el sol, repelido con chispas por las lunas de la fachada.

Durante la comida, primero las cacerolas y después el aparato de radio, se calientan a la luz. Es una ayuda para los fogones y también refuerzo para el calor de las palabras que vienen del aire.

Al caer la tarde un foco se instalará sobre el albarelo de Salvia que decora el aparador. Será sólo durante un rato, afectuoso, anaranjado, casi mágico.

Pero todo eso que marca mis días tiene un punto variable, mutable y pasajero. Cada minuto, cada hora, cada segundo van dejando marchar de sus distritos perdurables a las líneas, a los rayos, a los destellos, a los soles.

El tiempo sigue transportado dentro de su caja sellada y eterna. Mientras, la luz lo agita, lo anima y persuade.

lunes, 11 de marzo de 2013

11-M

11 de marzo... otro más. Han sido ya unos cuantos desde que el terrorismo más sanguinario perpetuó tal fecha dentro de la relación de los días para el recuerdo.

Seguramente, somos muchos los que en este día pensamos que podíamos haber sido una de las víctimas de aquellos trenes que explotaron. Sabemos que nos podría haber tocado ser uno más. O uno menos.

En mi caso, empecé marzo de 2004 engrosando la lista de los desempleados de este país. Con anterioridad había hecho varias entrevistas dentro de un proceso de selección para cubrir un puesto en un centro de trabajo ubicado en la Plaza de Legazpi de Madrid. Cierto es que, aunque me acabaron dando ese puesto, nunca llegué a firmar aquel contrato. La tarde previa a la ambicionada rúbrica e incorporación resultante alguien me llamó para excusarse. Entre titubeos y explicaciones vagas, me dio a entender algo sobre una decisión que modificaba la ya tomada por la dirección de aquel departamento y que situaba a otra persona en el lugar que iba a ocupar yo. "Lo siento, pero alguien por encima de mí ha querido que halla otro..." En definitiva, me quedé con las ganas.

De haber comenzado a trabajar, habría acudido a la oficina en tren, en la hora punta de la mañana y en la misma línea que sufrió tan espantosos ataques unos días después. Siempre que llega otro 11 de marzo pienso que a veces las cosas, los rumbos, los acasos, se tuercen para bien. Esa, al menos, fue mi suerte, aunque nunca se sabe lo que habría pasado aquella mañana si otro montón de circunstancias se hubieran conjugado para cambiar el destino de los que murieron en esos trenes.