miércoles, 26 de diciembre de 2012

En 2013 evitaré...

-Comprar cosas que no utilizaré y que, con el tiempo, no recordaré que ya tengo.

-Olvidar que hace no mucho decidí no volver a confiar en los políticos.

-Casarme sin invitar como mínimo a doscientas personas.

-Atender un sólo instante a lo que diga cualquier energúmeno de la ultraderecha.

-Mantenerme templado ante las injusticias.

-Perder el tiempo.

-Desollarme la piel ¡ay! con el borde de una piscina.

-Hacer ciertas cosas como gustan a los demás y no como yo crea oportuno.

-Ver Telecinco y sus teles 'amigas'.

-Salir de casa sin mi kit de manifestante.

-Dar pasto a los marrulleros.

-Hablar con nadie que antes no me haya saludado.

-Pronunciarme acerca de evidentes parecidos físicos de un bebé en presencia de su abuela.

... Hay mucho más, claro, aunque preferiré atreverme, enfrentar y afrontar, emprender y, por supuesto, resistir.

jueves, 25 de octubre de 2012

Pelo ceniza

'Este niño tiene el pelo ceniza'. Las peluqueras de mi madre se llamaban Mari y Sabi, y ese era el color que le adjudicaban a mi cabello. Su peluquería estaba en la primera planta de una casa baja de nuestro barrio. Estuve allí muchas veces, acompañando necesariamente a mi madre, que me llevaba de la mano a todas partes.

Era un lugar curioso, cargado de olores únicos, singulares, algunos atrayentes y otros muy fuertes, como los de los tintes. Las peluqueras usaban un cubilete de plástico del que iban extrayendo con una brocha aquella sustancia para aplicarla sobre la melena de las clientas. Me divertía verlas con el pelo mojado, peinado sobre la cara, con unas marcianas capas de tela de forro en tonos rosa o azul por encima de los hombros.

Pero a veces me tocaba que me cortaran el pelo también a mí. ¡Era un martirio! Hasta que llegaba el momento de pasar a la tijera utilizaban una navaja con peine con la que, a tirones, iban rasgando mechón tras mechón. Aquello sonaba como cuando se raja un pedazo de trapo estirajándolo a golpes secos. Mis rizos iban cayendo al suelo, amontonándose unos sobre otros. Y yo acumulaba tensión y suplicio...

Pero no todo era desagradable en aquella peluquería. Un día sentí una enorme paz al observar a una señora que, bajo un secador, toda cercada de rulos, se estaba comiendo un bocadillo. Recuerdo el tremendo apetito con que la mujer se nutría y el ruido que hacía al remangar el plástico transparente con el que estaba envuelto el bocata. Debía de ser de jamón de york, o de chopped, y no negaré que deseaba estar comiéndomelo yo en vez de ella. Pero, sobre todo, lo que nunca he olvidado es la sensación plácida que aquella escena me transmitió.

Hace décadas que no me veo obligado a acompañar a mi madre a la peluquería. También hace muchos años que nadie ha empleado navaja para cortarme de pelo, lo cual agradezco infinitamente. En fin, no quisiera engañarme, pero, de seguir siendo así, hoy mis mechones ceniza ya no caerían al suelo abundantes como antaño.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Democracia de un minuto

Ayer estuve presente en la protesta que tuvo lugar frente al Congreso de los Diputados. Fui libre de llegar al lugar cuando quisiera y de marcharme cuando me diese la gana, sin ligazón alguna al Movimiento 25S, sin convocatoria expresa ni directa por parte de nadie y tristemente consciente de que los derechos, libertades y logros de la clase trabajadora están siendo salvajemente recortados por los personajes de este teatro político al que seguimos dando legitimidad.

No fui libre, sin embargo, a la hora de circular por las calles de Madrid como cualquier ciudadano que intenta llegar desde un punto hasta otro por el camino más corto posible. Fue bochornoso tratar de rodear el Congreso y verme obligado a dar una vuelta desmesurada, casi jacobea, ya que todas las calles aledañas estaban cortadas por vallas y más vallas, furgones policiales o agentes a caballo. La presencia de la guardia era desproporcionada, sin duda una auténtica provocación.

La protesta fue ordenada y civilizada, doy fe, aparte de lógicamente airada. Merecen escasa atención los cuatro sujetos subversivos que es frecuente encontrarse en acontecimientos de este tipo, pertenecientes tanto a la parte manifestante como a la parte de la "seguridad oficial", desde la que, presuntamente, podría haberse espoleado a la otra. Nunca la intención de los presentes fue alterar la paz, que conste. Hoy, qué tétrico, asisto a los debates y tertulias en los medios de comunicación y me sonrojo al confirmar por enésima vez que el panorama mediático en este país está superpoblado por los voceros de la ultraderecha más retrógrada, que califican a todo el que se acercó al Congreso de golpista.

En fin, siento no vivir conforme con los mandatarios que tenemos, ni con el modo en que los elegimos, ni mucho menos con el margen de intervención que se nos permite en la toma de decisiones en este país. Y lo siento de verdad. Nuestra participación en esta democracia, definitivamente, está reducida a un minuto cada cuatro años. Ése es el tiempo que nos tomamos en elegir la papeleta que vamos a meter en un sobre, el cual cerraremos para, acto seguido, introducirlo en la urna que corresponda. Y una vez consumido ese minuto en que, supuestamente, el pueblo es soberano, volvemos a estar sometidos por el caciquismo, la política de familias, la corrupción legal y otros desmanes de los cuales no vemos la hora de librarnos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Cazavampiros

No existe bicho más traicionero que el mosquito: se autoinvita a pasar la noche contigo y te muestra su gratitud con terrorismo del más bajo. Cuando despiertas a la mañana siguiente, vas y te topas con lesiones, como dirían en las noticias, de diversa consideración. O si no, más tarde, alertado por un fino picor, terminas encontrando por doquier las marcas del salvajismo.

¡Vaya nochecita! Aún sigo luchando contra el sopor... Ni el mismísimo Van Helsing trasnochó nunca así para dar caza a tanto vampiro.

1:00 A.M.: "Tenemos un mosquito", palabra de Salvia, alertada por un zumbido. Mientras la que acaba de hablar se da media vuelta para reconciliar el sueño con desenvoltura, servidor enciende la luz y emprende la búsqueda del susodicho. Tras largo rato de safari pertrechado de armas de sainete, acabo encontrándolo agazapado sobre una moldura de escayola del techo. ¡Zas! Se escapa. Vuelta a empezar. Nuevo y largo ojeo, esta vez sin resultados.

3:30 A.M.: "Bzzzzzzzzzzz". Un agudísimo violín me saca con sobresalto de mis azucarados sueños. ¡De esta no sales vivo, maldito chupasangres! Incorporado de nuevo  -omitiré los detalles sobre mi escueto atuendo-, vuelvo al acecho. La batida acaba dando su fruto y el trompetero da la cara agarrado a una puerta del armario. La que duerme a mi lado no se despierta. Una nueva escalada armamentista me ha puesto en las manos su pantalón vaquero. ¡Zas! La tela tejana funciona y el bicho cae. Vuelvo a la cama con la satisfacción del que sopla el humo en la boca del revólver.

6:00 A.M.: "Tenemos otro mosquito", palabra sin desperezar de Salvia. Esta vez el zumbido vuelve a sacudirla a ella, anticipándose al pitido de su despertador. "No puede ser... ¿otro más?", pienso en abstracto, con cientos de bostezos en las ideas. Lo único que soy capaz de concretar ahora es una determinación: "No voy a moverme del colchón".

Diosss... acabo de encontrarme dos picaduras en un talón, otra en la cara interna del muslo derecho y el habón de uno de mis nudillos pica que rabia. Esta noche volveré a la carga y, por si acaso, me bañaré en repelente.

jueves, 16 de agosto de 2012

Fuego

Sé poco del humo,
del cosmos que esconde,
de su rabioso velo negro
y de la horca que entraña.

No quisiera ser árbol
preso de la hoguera
cuyos cantos se asfixian,
la sombra estrangulada.

Verde sin verde,
trocado de luto,
amargamente sediento
frente a la sed de la llama.

Ni el silencio devuelve
equilibrio a la tierra,
la savia hervida,
la piel quemada.

Trágicos restos.
Calcinada memoria.

¿Aún respiras?
Si la vida duele
queda algo de vida.

Incendios

¡Fuego, fuego, que me quemo,
que mi cabaña se abrasa!
Repicad a fuego, amigos,
que ya dan mis ojos agua.
(...)
¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!


En El burlador de Sevilla habló el gran Tirso del fuego y de la traición. Estos días media España arde. Como todos los años. Tal vez más que todos los años. Cada foco es una desgracia irreparable. Ocurría cuando no estábamos en crisis económica, con mayor o menor saña. Y sigue ocurriendo ahora, cuando, a pesar de la recesión, no debería escatimarse en medios para prevenir y luchar contra el fuego.

En el bosque, en el monte, está la vida. No lo olvidemos.

lunes, 6 de agosto de 2012

Mangos azules

Durante un mes he estado inmerso en la crónica de una familia del sur de la India, sumido en su vida e imaginando qué quedará de lo real y de lo inventado por su autor en un lugar medio real-medio inventado cercano a Kerala. En la novela no sólo se habla de los Dorai, clan no brahmán aunque bien posicionado, del que conoceremos su devenir a lo largo de tres generaciones. También se cuenta en ella parte de la historia de la India durante la primera mitad del siglo pasado, a lo largo de las dos Grandes Guerras y del declive del Raj.

Los mangos azules, únicos como esta narración, van dejando aquí la impronta de sabores y texturas que únicamente recuerdan a ellos mismos. Esta primera novela de David Davidar indaga en las complejidades de cada uno de sus personajes. Solomon, el patriarca, del pueblo de Chevathar, lucha contra otra casta que pretende detentar el poder en la región. De sus dos hijos, uno, Aaron, sufrirá las crudas consecuencias de militar en política en oposición a los británicos. El otro, Daniel, aprendiz de un médico local, acabará enriqueciéndose gracias a la fabricación de una fórmula para aclarar el color de la piel y, con su fortuna, fundará una colonia para mayor gloria de los Dorai. Más adelante, su hijo y pretendido heredero, Kannan, estudiará Botánica en Madrás (como hiciera el propio Davidar) y acabará alejado de su familia...

La casa de los mangos azules es una novela didáctica que indaga en multitud de los asuntos que han hecho de la India lo que hoy es. Las pugnas entre castas en el contexto de la lucha de los indios por lograr su independencia de los ingleses, la obcecación de estos en mantener su estilo de vida a costa de la riqueza del subcontinente, el choque de culturas que nunca llegaron a armonizar del todo. El relato está, además, repleto de sensibles descripciones de paisajes, prácticas cotidianas, comidas, olores, colores y de los toques poéticos que no es fácil encontrar en esas novelas ambiciosas que hablan de sagas familiares. Está también lleno de esos singulares mangos, una rareza tan preciada como toda esa diversidad.

domingo, 29 de julio de 2012

Regusto de Viena II

En el DRAE la palabra "regusto" aparece definida así en su tercera acepción: "Sensación o evocación imprecisas, placenteras o dolorosas, que despiertan la vivencia de cosas pretéritas". Es con la que me quedé para el post anterior. Ahora usaré su sentido más común: 

"Sabor que queda de la comida o bebida". ¡Ay, qué cosas! Intento recuperar alguno, aunque sea difícil en ausencia de los imprescindibles aromas que suelen conectar un no sé qué con otro no sé qué para evocar ese sabor. Por ejemplo, el de una Frittatensuppe, que parece más bien un juego para niños en el que alguien se haya encargado de cortar unos pocos crepes en tiras para, después, sumergirlas en un consomé.

Aparte de esta y otras sopas, consigo rescatar uno de esos fuertes Gulash de ternera acompañados de Knödel, unas enormes bolas de miga de pan que bien podrían usarse para jugar a la pentanca; o también el de los Schnitzeln gigantescos que sirven en algunos restaurantes y que, aparte de su gran tamaño, no aportan nada distinto del filete empanado de toda la vida.

Inolvidable el Apfelstrudel del Café Central, combinación templada de manzana con canela, pasas y nueces dentro de un rollo de hojaldre espolvoreado con azúcar glass. Hay cientos de Strudeln más, como el de Powidl, esa mermelada típica austriaca hecha con ciruelas muy maduras, pero el de manzana es el mejor. Insuperable.

Durante mi primera vez en Austria me sorprendió el uso habitual que le daban a las semillas de amapola. Creo que mi primer encuentro con ellas fue en la salsa que bañaba unos ñoquis. Después no dejaron de aparecer sobre muchos tipos de pan o, también, como relleno de otros rollos tirando a sosos a los que llaman Mohnstrudeln.

¿Y qué más? Pues, resumiendo, un paraíso de regustos dulces y salados de los que me quedo con los cafés y las tartitas.

viernes, 20 de julio de 2012

Regusto de Viena I

Después de un viaje viene otro. Del físico y vivencial se pasa al del recuerdo, durante el que revisamos los momentos e imágenes que nos hemos traído, bien dobladitos en la maleta de la memoria.

Mientras saco del trolley la ropa usada y la no usada, vuelvo a ver los colores y formas dispares de las creaciones de Hundertwasser. El Gaudí vienés te hace jugar, tenerle miedo a la línea recta, ondularte con el suelo y las paredes, buscarles las raíces a las plantas que coloca acá y allá, y volverte, de algún modo, irracional.

Separo algunos objetos  -cámara de fotos, algún recuerdo de cerámica, las Mozartkugeln, souvenir comestible-  y vuelvo a bordear la orilla del Danubio, esa impresionante masa de agua que no se parece a ningún río de este país del sur, tan distinto.

Hojeo folletos de museos y les echo otro ojo a las pinturas de Klimt, Schiele, o Brueghel. Entonces paseo con placer por las salas del Belvedere, del Kunsthistorisches o del Leopold, ambientes construidos de luz, atmósferas donde los trazos y los pigmentos van transformando el mundo.

Mientras pongo una lavadora convierto el perfume del suavizante en delicioso olor a café. Entro de nuevo al Hawelka, con sus muebles ancianos, al palaciego Central y toda su altiva exquisitez, al Corbaci del Museumsquartier y la combinación funcional del hormigón con techos de cálidos azulejos; y también paso a alguna que otra cafetería Aïda, donde los precios son más practicables y casi todo tiende al rosita.

Al guardar el calzado escucho otra vez los valses tocados con violín y acordeón en un Heuriger de Grinzing, ese pueblecito salpicado de encantadoras tabernas que un día quedó pegado a Viena.

Todo el viaje queda "deshecho" y recolocado en cajones y armarios. Pero sigue desarrollándose en mi cabeza, que insiste en encontrarles el sentido a casualidades, meteorologías, reencuentros, hallazgos, palabras, gestos y sabores.

miércoles, 11 de julio de 2012

Vicenç Navarro

Esta mañana Vicenç Navarro ha estado en Radio Nacional de España, como entrevistado del programa En días como hoy que dirige y presenta Juan Ramón Lucas. Me gusta que en la radio pública también tengan cabida las voces que discrepan de la "versión oficial" de los hechos  -de los presentes, sí, aunque también de los pasados, que condicionan en gran medida lo que sucede hoy en este país-  y puedan expresarse alto y claro quienes creen que hay otra forma de cambiar esta situación, sin que la mayor parte de la ciudadanía deba sufrir las decisiones serviles y traicioneras de estos políticos que nos han tocado.

Os animo a que escuchéis la entrevista, que podréis encontrar visitando la web de RNE en el apartado de podcasts, o en el blog del propio Vicenç Navarro, quien ya ha enlazado el contenido. Lo tenéis a la izquierda, también entre mis enlaces. Este politólogo, sociólogo, médico y experto en economía ha publicado multitud de libros y artículos que le convierten en uno de los científicos sociales más autorizados del momento. De hecho, libros como Hay alternativas, firmado junto a  Juan Torres López y Alberto Garzón, o el reciente Lo que España necesita, también con el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón, han sido acogidos con esperanza por quienes queremos que la manipulación de los gobiernos termine  -la del gobierno presente y el desastroso coleo de la del pasado, sin duda-,  pues nos merecemos un Estado social libre, democrático y equitativo.

Al hilo de lo anterior, recomiendo aquí también el libro El subdesarrollo social de España: causas y consecuencias, también de Navarro, que salió en la editorial Anagrama en 2006. Magnífico para entender lo que está ocurriendo.

martes, 10 de julio de 2012

Todo irá bien

El exótico Hotel Marigold no ha sido un gran taquillazo ni lo va a ser a estas alturas. Pero algo tendrá esta película para que los multicines que tengo cerca de casa la hayan mantenido en cartel durante cuatro meses. No sé si clasificarla como comedia dramática o como drama con risas, aunque supongo que eso de las etiquetas da igual cuando una historia te hace pasar dos horas agradables.

Se trata aquí de hacernos ver que la vejez puede ser un período fantástico dentro de la vida. Tras diversos avatares, un grupo de jubilados llega a la India y se aloja en un hotel de Jaipur regentado por Sonny, un chico ingenuo y asombrosamente optimista que intentará convertir su estancia en algo agradable a pesar de que su hotel no es lo que todos esperan. La India es el lugar en el que, para bien o para mal, algo zarandeará sus existencias. En definitiva, han viajado hasta allí para intentar darles un giro y tratar de reinventarse emocionalmente. Sin duda será así.


De John Madden me gustaron Su majestad Mrs Brown y Shakespeare in love. En ambas aparecía Judi Dench, esa extraordinaria actriz británica que aquí también ofrece una interpretación admirable. En general, todos los actores están espléndidos, aunque añadiría a la lista de méritos a los grandes Maggie Smith y Tom Wilkinson, que consiguen conectar con el espectador con mayor intensidad que el resto.

El exótico Hotel Marigold no deja de ser la combinación de los momentos protagonizados por unos y otros, alegres o desgraciados, que conviene ver en versión original (se disfruta muchísimo de la dicción de los actores). Ya puestos, podemos aplicarnos la falta de pretensiones de la película y del mensaje del dicho indio que Sonny recuerda a sus huéspedes: "Al final, todo irá bien. Por lo tanto, si no va todo bien, es que todavía no es el final”.

domingo, 1 de julio de 2012

Una meca

Ese señor delgado de oscura y cuarteada piel mira con sus ojos entornados. Cabecea hacia delante mientras murmura una letanía incomprensible para mí.

Reza, sin duda. ¿El lateral derecho de este tren mira ahora a la Meca? Dado que avanza por un trazado sin apenas rectas, es difícil saber a qué cielo se conecta el orante. Ante la duda, mejor vendría cualquier agujita que señalase un presunto norte.

Echo de menos aquel reloj con brújula que decidí no comprar por lo superfluo de tal herramienta. También me serviría la pequeña brújula que rescaté antes de que llegara a desprenderse del tirador de mi viejo trolley. O, ¿por qué no?, me apañaría con un taponcito de corcho, un pequeño imán, una aguja y un balde con un poco agua.

Sin complicarme apenas, sí, pero con ayuda. Él, sin embargo, conoce su oriente. Puede que en cada nave haya un marino cuyo compás interno sabe en todo momento cuál es el rumbo.

miércoles, 27 de junio de 2012

El joven Joel

Henning Mankell, aparte de habitar este mundo para hacer de él algo mucho mejor, no deja de ser un magnífico escritor, ¡y prolífico! Entre mis planes está ir leyendo toda la serie Wallander, cuyos volúmenes ocupan buena parte de un estante de casa, y de los que ya ha caído Los perros de Riga. Mientras eso se va cumpliendo -me tomaré mi tiempo-, descubro también otras de sus obras.

En los noventa se dedicó, aparte de a sus creaciones policíacas, a los 'lectores jóvenes'. Estos días estoy con las dos piezas que me restaban para completar su tetralogía de Joel, dentro de la piel de este preadolescente que vive en una aldea de crudos inviernos entre bosques suecos. Junto a su padre, un leñador que antes fue marinero, sueña con hacerse algún día de nuevo a la mar y se pregunta qué habrá sido de su madre, de la que apenas conoce cuatro detalles. Entretanto, se marca objetivos, explota su imaginación haciéndose cientos de preguntas sobre la vida cotidiana, choca contra el mundo de los adultos y se mete en más de un problema.

Las novelas son un magnífico acercamiento a la psicología juvenil, partiendo desde los once años de Joel hasta que éste llega a los dieciséis. Me gusta el estilo de Mankell, aquí conciso, como es habitual, nada artificial, transmitiendo con humor e ingenuidad todo lo que al chaval se le cruza por la mente. El perro que corría hacia una estrella, Las sombras crecen al atardecer, El niño que dormía con nieve en la cama y Viaje al fin del mundo, títulos todos traducidos al castellano en la Editorial Siruela. Últimamente los cuatro se han recogido en un volumen de DeBolsillo llamado como el último de ellos, Viaje al fin del mundo.

domingo, 24 de junio de 2012

Los duendes del café

Horarios nocturnos. Este mes ha tocado. A falta de un termo casero cargado de café con leche, una máquina de las apodadas 'de vending' es bienvenida siempre. Aún hoy, después de haber sido usuario de unas cuantas en distintos lugares, sigo sin saber cómo funcionan exactamente. Puede que alguno de los programas de Discovery Channel haya desvelado ya el secreto de los duendes cafeteros que se dedican a moler el grano y a preparar la rica infusión dentro de esa especie de armario con luz.

Ese proceso de alquimia mediante el que una moneda precipitada a través de una ranura se transforma en líquido con espuma caliente contenido en un vasito de plástico sigue siendo todo un enigma para mí. Hace unos cuantos años, en el centro donde tuve mi primer trabajo había una máquina de bebidas que, aparte de café, té y chocolate, ofrecía sopas. Más de una vez alguien me sorprendió agachado, arrodillado incluso, colocando la mirada a la altura de la ventanilla de salida de los brebajes. ¿Era posible que mi café saliera por el mismo tubo del que acababa de brotar una sopa de verduras?

La máquina de hoy no ofrece caldos como aquellos, lo cual me libra de doblarme inevitablemente para vigilar de cerca el conducto del que manan los enjuagues. Eso, sin embargo, no mata del todo mi curiosidad: ¿será el enanito que vive en su interior el que deje caer la cucharilla plana dentro del vaso?

sábado, 16 de junio de 2012

Pequeñas mentiras sin importancia

Se estrenó el año pasado, aunque este verano puede tener su hueco si se lo dáis. Un grupo de amigos decide que no va a renunciar a sus vacaciones en la playa por acompañar a otro de ellos que ha sufrido un accidente y está postrado en la cama de un hospital. Esa decisión será el lastre que les impedirá disfrutar plenamente de esos días. Aunque todo está dispuesto para el relax y la diversión, no tardarán en salir a relucir ciertos comportamientos que les convierten en personas egoístas y mezquinas.

El comienzo engancha por su virtuosismo y el admirable planteamiento que ofrece su director-guionista, Guillaume Canet. Los personajes están bien perfilados, resultan completos, matizados, creados para encontrar la identificación con el espectador. Todos los actores brillan sin excepción y cada una de sus historias va encontrando su sitio sin falta.

La película, para lo bueno y lo malo, acaba siendo una mezcla de comedia pura y drama con dosis de moralina y lágrimas. Pero, a pesar de ello, no deja de funcionar como una buena cinta que ahonda en los aspectos que nos hacen humanos.

Gran ocasión para ver buen cine francés que deja un magnífico sabor de boca y el poso de las historias con alma.

domingo, 10 de junio de 2012

Dorsal 137

Se cuela por la estrecha rendija que aún separa las puertas al cerrarse. ¡Por poco! Sudoroso y rojo por el esfuerzo, toma resuello. Lleva pantalón corto, zapatillas deportivas y una camiseta sin mangas guarnecida con grandes números. Busca asiento y lo encuentra junto al mío. Lo ocupa mientras mira al exterior del vagón. Acompaña su tensión con respiraciones afanosas. Reparo en el reloj que le ciñe la muñeca: pulsómetro y podómetro incorporados. Ambos marcan sendas cifras en avance constante. Se da cuenta de que lo he fichado y lo oculta con un nervioso cruce de brazos.

Dos estaciones más. A la tercera, se baja y echa a correr.

Por la noche, en la tele, veo al tipo del tren. Los mismos grandes números sobre su dorsal. Está cruzando una meta con los puños alzados.

lunes, 4 de junio de 2012

Juegos a la sombra

La calle de mi infancia tenía soportales. La manzana completa estaba rodeada de ellos y en verano se podía salir de casa y jugar a cubierto. Si las patadas al balón se pasaban de largo, lo recuperábamos rápidamente del sol cruel y lo devolvíamos al claustro para seguir con el partidillo.

Mi portal, como los del resto de las viviendas, tenía una escalera amplia en cuyos peldaños se desarrollaban también los juegos, las charlas y las riñas. Cuando nos cansábamos de correr bajo los soportales, acudíamos al asiento fresco de los escalones. No recuerdo cuanto tiempo transcurría hasta que volvíamos a lanzarnos a las sudorosas carreras o a otros tejemanejes entre los pilares que sustentaban el edificio.

En esas columnas también se jugaba. Las niñas ponían una goma sujeta a dos de ellas, evitando así tener que figurar ellas mismas como postes. Algunas conseguían hacer y deshacer con éxito el lío tremendo que armaban entre el elástico y sus piernas. Y los niños nos dedicábamos a subirlo tan alto que, después, ni ellas ni tampoco nosotros éramos capaces de hacerlo descender para recogerlo.

Los gritos, los lloros, los éxitos... todo sucedía bajo techo. Sabíamos que salir de la sombra no convenía.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Nudo roto



Su brillo se desmenuza
como polvo de roca.
Se desintegra.
De tanta fuerza.
Fría sed.

Nunca fue rígido,
inmune o diamantino.
Guardaba el pulso
que reanima las cosas.
Era la esencia, el motor.
Generaba las suertes,
los desmanes.

Se contenía en sí mismo.
Y en el mundo todo.

Esfera de poder,
fuente de convicción,
de los hechos sin demora.
De lo preciso y cardinal.

Germen de los cuerpos,
los números,
las letras.
Una gramática entera.

Corazón de frágil mecánica
torturado en sus paredes,
sumergido en un plasma
del que no podrá vivir:
Ese medio no fluido
que desata corrientes,
vectores inversos
de energía desmedida,
la estricta pulsión maquinal
de los duelos que rompen ejes.

Tensas las fibras,
se clavan cual agujas.
Sus flechas delgadas
quiebran la pátina
de una canica recia
con núcleo de crema.

sábado, 28 de abril de 2012

Ruin pregonero

¿Quieres que conozcan lo que piensas? Contagiar el virus de la sabandija, lastrar el vuelo de las ideas con piedras de bajeza y arañar la superficie pulida de la cultura con tus uñas podridas. ¿Lo quieres?

Hazle un retrato al horror que eres, enmárcalo en plata vieja y exponlo en un vertedero. La imagen del recadero no habrá encontrado un lugar más ajustado al recado.

Fotocopia tus miserias, centuplícalas, comprueba que mantienen su peor calidad. Si te gustas en ellas, añádeles tu hiel y lánzalas al aire. Por supuesto, lo viciarás. De no ser así, arrúgalas en pelotas infectas y arrójalas a una papelera.

Graba palabras inmundas recitando lo más zafio y reprodúcelas en un bucle eterno que se derrame por las cloacas y acabe desaguando en una charca ponzoñosa.

Estampa mil carteles con tu mensaje torpe y vil, desperdicio de tinta que tatúe el muro y lo traspase.

Redacta tu despreciable visión de las cosas. Versiónala en infamias y publícala con tufos de verdad.

Será tu verdad. No dudes que tendrás a quienes la crean.

viernes, 20 de abril de 2012

Escenas

En un andén, carcomidos por el sueño, unos cuantos hacen tiempo. Seis minutos para el último tren. La mitad de los alineados palpan, acarician, pasan las yemas de sus dedos de un lado al otro de diversas pantallitas, dislocadas las cervicales.

Una mujer de edad mediana lee entre bostezos como pompas de jabón las páginas de un manual de academia. ¿Capricho sin más, requisito imprescindible para el trabajo anhelado o reciclaje para una currante con fecha de caducidad? Formación para el empleo, reza la portada.

Una chica muestra un catálogo de moda a sus amigas. Venga, niñas, hablemos de negocios, dice con ecos que rebotan acá y allá. Ellas escudriñan el librillo, se detienen en alguna foto, la comentan. Qué mono este, ¿no?

Dos chavales trajeados portan sendas carpetas transparentes. Uno tiene la suya bajo el brazo, como una barra de pan. El otro, sentado, apoya los antebrazos en la otra, que descansa sobre sus muslos. No hay secretos: el curriculum vitae de ambos expone bajo una foto lo que buscan y, quizás también, lo que son.

Tres señores llegan vistiendo camiseta verde a favor de una educación pública para tod@s. Se sientan junto a una mujer que inspecciona la portada de un periódico gratuito: la disculpa pueril de un rey que se dedica a las cacerías de elefantes mientras en España el gobierno recorta todos los presupuestos menos el del susodicho y su familia. ¡La buena educación debería vestirse de verde a diario!

En las paredes, carteleras vacías a falta de campañas publicitarias. Algunas, muy pocas, aguardan la rotación de anuncios. El que promociona la última de Clooney, Los descendientes, parece disecado desde enero. Las máquinas expendedoras de bebidas y snacks rebosan de contenido y el ruido del cobre chocando contra el fondo de sus cajetines se hace de rogar.

Un tren reducido a la mínima expresión, mermado a esta hora tardía, se anuncia con su luz frontal. Podría llamarlo gusanito.

miércoles, 11 de abril de 2012

Fotografías de Gervasio Sánchez


Calle Embajadores, 53. Madrid. Pocos entrarían al edificio abandonado de La Tabacalera de Lavapiés si no hubiera un buen motivo. Un lugar tan frío y desangelado no incita a recorrer sus galerías, salvo para experimentar un buen pellizco en la conciencia. Y una morzada sobre los cuchicheos vagos, irreflexivos, automáticos, que tantas veces nos entretienen mientras visitamos muestras cuyos contenidos se centran en la mera estética o en la vanidad.

Esta exposición antológica que recorre 25 años de profesión de Gervasio Sánchez recoge escenas de lugares en guerra. Enviado por los medios periodísticos para los que ha trabajado, el fotógrafo se ha ido formando sobre el terreno y encontrado la línea más adecuada para tender un mensaje entre los protagonistas de lo acaecido y el lejano observador. Unos, víctimas inocentes en su mayoría, involuntarios objetos del horror. El otro, un ser al que algo se le revuelve por dentro, a pesar de su cómoda existencia.

Gervasio Sánchez aprovecha aquí para homenajear a sus amigos y compañeros fotógrafos, fallecidos en lugares en conflicto mientras ejercían su profesión. También desea denunciar con sus imágenes las injusticias de un mundo cada vez más terrible. Centroamérica, Balcanes, Afganistán, Ruanda y muchas otras guerras de las que capta momentos sobrecogedores y crueles, gritos sordos, llantos secos y esperas yermas a lo largo de vidas precarias. Pero también hay esperanza, esfuerzos de superación, el hoy construido sobre cascotes.

Fotografías para la reflexión. Un toque de atención sobre qué estamos haciendo para que en el mundo la barbarie no acabe.

lunes, 26 de marzo de 2012

La niña y sus juguetes

El servicio de correos acaba de dejar el aviso de llegada de otro paquete. ¡Qué ilusión tan grande! ¡Un pedazo más de su nostalgia! La alegría le llena el estómago, se desborda hacia su rostro como el vino espumoso y la hace sonreír igual que cuando miraba a aquel fotógrafo a sus cinco años, ingenua, crédula, para comérsela.

Quiere volver a jugar, acompañarse de las mismas cosas con las que compartió sus mejores ratos cuando era niña. ¡Ah, otra muñeca... su muñeca! Loca de contenta, ya imagina que le vendrán bien los vestiditos que conserva en una caja repleta de tesoros. Les pertenecieron a otras muñecas que, cuando fue haciéndose mayor, acabó dando a otra niña que hoy ni siquiera recuerda qué fue de ellas.

Flor de Loto, la Negrita del Cafetal, Ninfa,... son sus viejas amigas, con quienes hoy se reúne después de veinte años. Les contaría muchas cosas de su vida, de su trabajo, de sus amores, desvelos y alegrías. Pero sabe que no han vuelto para eso. ¡Están aquí otra vez para jugar! Una corriente de colores saca de su pecho una gran pompa de cosquillas y risas.

Por ahi, los cacharritos, los muebles, la trona, las bañeritas... Por aquí, la casita del bosque. La recordaba algo más grande, ¿no? Tal vez sea el paso del tiempo y su intervención en el recuerdo. La abre como si fuera un libro y expone sus dos mitades esperando llenarlas de vida. Es una seta con el interior repartido en dos plantas, con sus barandillas y su chimenea. Atiza el fuego con una palita y pone dos ollas a hervir. ¡Hmmm, esto ya empieza a oler bien! La niña coloca una pequeña valla en el jardín de la casita y dispone sobre el césped una mesa con sillas en forma de flores y verdes hojas.

Y aún le esperan muchas sorpresas. La carroza del bosque se desliza remolcada por un enorme gusano amarillo, quedando dispuesta para que ella ocupe una plaza. Cuando se acomoda en su asiento, le llega a los oídos el sonoro borboteo que surge de las aguas que imagina cerca. Neptuno, con corona y tridente dorados, emerge del océano dirigiendo a los dos caballitos de mar que tiran de su carro. Cuando llega frente a ella, suelta las riendas de oleaje, saluda alegremente y, con su gesto festivo, la invita otra vez a gozar.

martes, 20 de marzo de 2012

EVA

A juzgar por la foto está claro que no quiero decir nada sobre Adán y su chica -tan poco vestidos, los pobres, en ese lugar invernal no habrían aguantado ni lo que se tarda en darle un mordisco a su manzana-. Es sólo que estoy encantado de haber visto una película de la que ya tenía buenas referencias pero que, como otras, dejé pasar hace meses.

Llegará el día en que los robots nos sorprenderán por su humanidad. Dentro del terreno de la inteligencia artificial aún hay mucho camino por recorrer. En EVA se aborda este asunto y se esboza alguno de los derroteros por los que podría marchar. Situada en un hipotético 2041, enmarcada en un lugar de fríos y nevados inviernos, y con estética retro, la película relaciona tecnología y emociones en una atmósfera rica y marcada.

A pesar de cierta previsibilidad en algunos acontecimientos -no sé si buscada-, me gusta que la ciencia ficción esté tan ligada a los sentimientos y que la historia ahonde en ellos, tanto humanos como robóticos. La dirección del novel Kike Maíllo me ha sorprendido por su elegancia y precisión. Disfruto del guión por su tremenda calidad, y de los actores, incluida la niña protagonista, que sobresalen entre los innumerables efectos especiales, realmente logrados. Admirable la posproducción digital, tal vez la mejor que se haya visto en el cine español hasta hoy.

Quizás esta no sea la clase de producción grandilocuente comparable a A.I. de Spielberg, pero sí es una película arriesgada e imaginativa. Animo a quienes no la han visto aún a que no se la pierdan.

jueves, 15 de marzo de 2012

La FSO y John Williams

¿Música de John Williams interpretada por una orquesta sinfónica? Raras veces se tiene la oportunidad de asistir a un concierto de esas características. Ayer, sin embargo, ocurrió.

Entregados de antemano, llevábamos la cabeza y el espíritu llenos de las melodías del neoyorkino. El gran reto para la Film Symphony Orchestra era atinar a encajar su interpretación de las partituras de Williams en la pauta que cada uno iba dispuesto a ejecutar en su propia mente. Tantas escuchas de la música de nuestras vidas son una competencia durísima para un director y sus setenta profesores. Aun así, todos ellos y Constantino Martínez-Orts, alma máter e impulsor de este proyecto de orquesta española dedicada a la música de cine, consiguieron el más difícil todavía. Y lo hicieron en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.

John Williams, que hace poco más de un mes celebró su 80 cumpleaños, siempre estará ligado al cine de aventuras, a Spielberg o a La Guerra de las Galaxias. Le conocemos por sus maravillosas bandas sonoras, pero ha dedicado mucho tiempo a otros trabajos sinfónicos que le sitúan entre los mejores compositores del último medio siglo. Comenzó su carrera colaborando con grandes como Waxman, Herrmann y Steiner. Es evidente que dejaron poso en su manera de orquestar, aunque Williams haya ido sobresaliendo con sus fraseos inconfundibles y su timbre característico. Ahora es él quien impregna de sus clichés la música de otros creadores.

Ayer, dentro de la gira que lleva a la FSO por toda España durante este mes, se produjeron varios momentos mágicos. Por mi parte, volví a sentir esa indescriptible sensación de irrealidad que suele atraparme en las ocasiones especiales, ya sea ópera, cine, teatro o música.

En Las cenizas de Ángela consiguieron momentos de emotividad y profundidad fantásticas, y el piano brilló con toda la languidez y elegancia del tema principal. El clarinete solista de La Terminal transmitió la ingenuidad y el desamparo de Viktor Navorski, arropado por la asistencia ajustada de la orquesta. La lista de Schindler y su complejidad melódica encontraron en la interpretación de Remembrances un espejo en el cual podrían verse reflejados el mismísimo Itzhak Perlman y The Boston Symphony Orchestra. ¿Qué decir de Tiburón? Vibrante, sobrecogedora, de sincronía esmerada, con una labor soberbia de la percusión, contrabajos y metales. Los mismos metales (trompas, trombones, trompetas) se exhibieron brillantísimos en Superman y en otras piezas. Son esenciales en la música de Williams.

Espero que Martínez-Orts, dedicado además a la composición, logre que la FSO comience a grabar las magníficas composiciones que se están haciendo para el cine en este país. Ahora los autores y productores suelen marcharse a Praga, Bratislava, a Kiev,... para registrar la música que acompañará a las películas. Sin embargo, siempre que se les ofrezca buena calidad y precios accesibles, existirá la posibilidad de que lo hagan aquí. Ahí está el reto.

Mientras escribo esto, escucho Memorias de una Geisha, otro de los mejores trabajos de John Williams y, al parecer, el único para el cual él mismo llegó a ofrecer sus servicios. Lo habitual siempre ha sido que lo reclamasen a él... Es lo que tienen los grandes genios.


miércoles, 29 de febrero de 2012

Il barbiere y Rossini

Hoy día es posible disfrutar de la ópera en directo a un precio bastante asequible. Hablo de Madrid y más concretamente del Teatro Real. Para conseguir esas entradas hay que estar muy pendiente "de horarios y fechas en el calendario", aparte de hacer un esfuerzo, yendo a la taquilla a horas poco usuales para esos menesteres.

Hace unos cuantos años esto no era así. Para mí fue una alegría enorme poder permitirme una plaza en la Ópera de Viena (la Staatsoper), allá por 2002. Una tarde me pasé por el teatro y vi que se vendían tickets de última hora para quienes quisieran asistir a la función de pie. ¿De pie? ¡Qué demonios, es El barbero de Sevilla!, pensé, ¡por ese precio me atrevo a verla incluso haciendo el pino!

Aquello fue más cómodo de lo que imaginaba y pude disfrutar de la obra desde una posición centrada y a nivel del escenario. La había escuchado varias veces en CD y algunos de sus pasajes han sido siempre de mis favoritos. Es sorprendente que Rossini la compusiera y ensayase, no sin contratiempos, en tan sólo mes y medio, y a contrarreloj, pues la temporada de ópera en Roma tenía que acabar con el último día del Carnaval.

Lo cierto es que el estreno -con caídas de algunos cantantes, la rotura de una cuerda de la guitarra del tenor y la intervención de un gato negro que cruzó el escenario de un lado a otro- fue un fracaso estrepitoso. Pero su autor tuvo los reflejos suficientes como para hacer algunos cambios en la partitura y, por suerte, la siguiente función fue un éxito. Aunque Rossini era muy criticado por ser demasiado moderno y atrevido, aparte de por su juventud, para algunos insultante, muchos le reconocieron su genialidad y el Barbero ha quedado para la posteridad.

El propio Gioachino Rossini también pasó a ella junto al hecho curioso de que en los últimos 40 años de su vida no volviera a componer ninguna ópera más. Hoy se conmemoran los 220 años de su nacimiento.

lunes, 27 de febrero de 2012

Gran cine

Los oscars tienen toda la relevancia que se les quiera dar. La gran industria que riega el planeta de cultura, imaginario y doctrina se regala una fiesta anual en la que se exhibe y realimenta. Mantiene así su presencia en el mundo y se ensalza para su mayor rédito comercial.

Hace unas horas ha concluido la ceremonia de entrega de los premios de Hollywood y esta vez, por suerte, sus dadores se han recreado en el cine, ¡menos mal! Parece que de vez en cuando a la "Academia" le apetece divertirse y pensar en el público desde el lado más recreativo de la "cosa". Premiando a The artist han demostrado sensibilidad hacia la nostalgia y el oficio de los grandes maestros, así como hacia la libertad de sus creadores, quienes se empeñaron en llevar adelante esta historia sí o sí.


Jean Dujardin y Bérénice Bejo brillan como pocos en un nada frecuente blanco y negro -no muchos lo consiguieron con tantos destellos en la era muda o de transición al sonoro-. La música de Ludovic Bource es bellísima y vibrante, un sueño lleno de matices. Guillaume Schiffman, encargado de una fotografía deliciosa, consigue reproducir algo que ya nadie espera encontrarse en una pantalla grande. Y su director y guionista, Michel Hazanavicius, se encarama de un tremendo salto a lo más alto del mundo de la creación.

Con esta película tan grande y arriesgada hoy Hollywood ha homenajeado al cine en sí mismo y al oficio artesano que aún todos valoramos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Carta de María Garzón

Esta carta está dirigida a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón.

A ustedes, que durante años han vertido insultos y mentiras; a ustedes, que por fin hoy han alcanzado su meta, conseguido su trofeo.

A todos ustedes les diré que jamás nos harán bajar la cabeza, que nunca derramaremos una sola lágrima por su culpa. No les daremos ese gusto.

Nos han tocado, pero no hundido; y lejos de hacernos perder la fe en esta sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por acuerdos de pasillo.

Una Justicia que respeta a las víctimas, que aplica la ley sin miedo a las represalias. Una Justicia de verdad, en la que me han enseñado a creer desde que nací y que deseo que mi hija, que hoy corretea ajena a todo, conozca y aprenda a querer, a pesar de que ahora haya sido mermada. Un paso atrás que ustedes achacan a Baltasar pero que no es más que el reflejo de su propia condición.

Pero sobre todo, les deseo que este golpe, que ustedes han voceado desde hace años, no se vuelva en contra de nuestra sociedad, por las graves consecuencias que la jurisprudencia sembrada pueda tener.

Ustedes hoy brindarán con champán, pero nosotros lo haremos juntos, cada noche, porque sabemos que mi padre es inocente y que nuestra conciencia SÍ está tranquila.

Madrid, 9 de febrero de 2012.
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María Garzón Molina es hija del juez Baltasar Garzón.

Añado: hoy es un DÍA TRISTE.

La alegría de Inés

Una novela de amor... y de rosquillas. Así define íntimamente su autora esta narración, necesaria en una España en la que se quieren silenciar tantas cosas...

Pasionaria y Francisco Antón, Inés y Galán... Galán e Inés. Todos en una lucha común pero también en la suya propia. Su triste derrota nunca mermará sus ganas de hacerse con la vida -¡ah! la vida, en Almudena Grandes siempre la vida-. Toda la pasión volcada en recuperar su España, sometida por Franco y sumida en el terror. Un bonito sueño que ilusiona a quienes desean reconquistar la libertad y devolvérsela a su país. Y el disfrute junto a los fogones, las ganas de cocinar para paliar la tristeza, combatir la ansiedad, recobrar la seguridad... y la alegría.

La Historia también se cuenta así. Por supuesto. Hay hechos de los que nadie ha querido hablar durante mucho tiempo -evidencian la debilidad e incompetencia de muchas de las personas implicadas en ellos-. Mezclar realidad y ficción en una novela escrupulosamente respetuosa con lo acaecido en torno a la invasión del Valle de Arán por el ejército republicano en 1944 es una buena forma de darlo a conocer.

El libro engancha desde las primeras páginas, incluso sin que Inés ni su espíritu libre o Galán y sus camaradas guerrilleros hayan aparecido aún. Después de crecer en intensidad, adolece del freno que imponen algunas pausas de descripción histórica que, tal vez, podría haberse incluido recopilada como un apéndice final. Quizás esas rupturas del clímax narrativo hagan inevitable que muchos añoren el pulso conseguido por la autora en su grandísimo éxito El corazón helado.

Aun así, ellos y yo seguimos hambrientos de conocimiento. Por eso esperamos ya la salida de El lector de Julio Verne, el segundo volumen de esta serie de desconocidos Episodios de una Guerra Interminable que la Grandes ha arrancado tan dignamente.

lunes, 30 de enero de 2012

Cortesía

Cercano a la cincuentena, de cuidado aspecto, se acerca y se detiene junto a mí. Buenos días, dice, y se sienta a mi lado.

Su saludo me llama la atención. No es lo habitual. Se supone que cuando entras en un tren y te sientas junto a un desconocido, debes asumir tu situación de recién instalado, meterte en la piel del vecino nuevo que debe presentarse con un saludo protocolario. Pero eso ya no es lo habitual. Lo común es el silencio, hacer como que ignoramos que estamos entrando en el más estrecho espacio vital de un paisano.

Lo frecuente es mediar con un tácito "dese por saludado", obviando darle uso a nuestro civismo, a diferencia de lo que haríamos en otros contextos. Básicamente, es economía de la cortesía: durante cualquier tramo del trayecto en ese tren ambos seremos compañeros, junto a una ventana quizás, pero sabemos que, a buen seguro, no volveremos a vernos más. Por tanto, ¿para qué crear lazos, por incipientes que estos sean?

El saludo es, a veces, el preludio de una charla -y también la brecha que se abre en la tranquilidad del que no quiere hablar con nadie-. Tal vez el de al lado esté ocupado y no deseemos sacarle de su concentración sobre las líneas de su libro o periódico, o de la conversación que mantiene a través de su móvil...

Mi vecino echa mano del suyo... Ay, espero que no me dé el viaje con una cháchara prescindible... Lo revisa... sólo un par de botones... y lo devuelve al bolsillo de su abrigo. Entonces se pone de pie y se dispone a salir en cuanto el tren se detiene del todo. Un vistazo fugaz a su asiento vacío. Esta vez ya no repara en mí y... -aún estaría a tiempo de hacerlo-, no dice nada.

miércoles, 25 de enero de 2012

En la nube

Tormenta solar... erupción solar... eyección de masa coronal... Mientras el Sol no se nos acerque lo suficiente como para achicharrarnos los pelillos, parece que no habrá peligro. Eso sí, podríamos tener problemas con la recepción o emisión de satélites, o que los pasajeros de algún avión sufran radiaciones... Aunque, total, con todas las que padecemos a diario incluso en nuestra propia casa...

¿Y Garzón? ¿Tres acusaciones de prevaricación en muy poco tiempo para un solo juez? Huele fatal. Garzón debería convertirse inmediatamente, como en los cómics, en el superhéroe que, de hecho, es, y acabar de una vez por todas con tanto villano...

¡Ah!, The Artist, qué grande. Me gustó el guión, el ritmo, la fotografía. La música me pareció soberbia, los actores en su sitio... El uso de los recursos del cine mudo... y de algunos del sonoro. Ojalá se lleve unos cuantos muñequitos dorados de esos que se agarran por las piernas. Un día de estos hablaré de ella en el blog...

¿Las Vegas en Madrid? ¡Horror! La señora Aguirre & Co. se ha propuesto que tengamos en la región un megacomplejo de juego y ocio que, según dice, supondrá cambiar todas las normas legales que haga falta cambiar. ¿Hará del lugar una isla legal para que los estadounidenses hagan y deshagan a su antojo? No quiero ni pensarlo...

Ayer, plantado frente a una máquina de café fuera de servicio, decidido a buscar una que me sirviera una dosis placentera, la cabeza se me subió a la nube.

viernes, 20 de enero de 2012

Té en Edimburgo

¡Clac! El hervidor acaba su tarea. Tan solo el borboteo del agua, ya serenado, fractura el silencio. Chssssss... el vapor se escabulle mientras lo vierto a chorro sobre una bolsita de té.

Saco una taza del armario de las tazas. No me hace falta escogerla. Su asa se dispone hacia fuera, accesible, poniéndome fácil su obtención de entre otras. Es del tipo mug, loza blanca, rota en azul índigo por un grabado de estilo clásico. Edinburgh, reza en letras elegantes, suspendidas sobre la vista de un castillo. El calor de la infusión de té verde parece dilatar la silueta del edificio, imponente construcción levantada sobre roca volcánica que ahora recobra el fuego que hace siglos se la inventó. Agito con una cucharilla una pizca de azúcar, tin tin tin... Golpeo el acantilado, abrupta madre cuyo corazón late así en la ciudadela.

Prescindo del asa. Me gusta abrazar la cerámica con las dos palmas y tantos dedos como quepan sobre ella. Sorbo con tiento: otras veces la flama me hirió la lengua. El calor humeante me nubla los ojos, cortina de niebla espesa sobre el Monumento a Walter Scott y su piedra ennegrecida por la contaminación añeja. Camino sobre piedras mojadas, entre tabernas y casas medievales que reavivan entre sus paredes todos los mitos imaginables.

Vuelvo a fijarme en la ilustración del viejo castillo, finas líneas en relieve sobre la cerámica. Llego a éste por una cuesta empedrada, alcanzo cada una de sus terrazas y la más alta de sus torres, enfriadas ya. El té se termina, y también el fuego. Mi viaje se agota pero las sensaciones perdurarán.

viernes, 13 de enero de 2012

Máscaras en mi salón

Dos pares de ojos miran sin ver. Sólo oquedades abiertas en superficies convexas llenas de pliegues personales que podrían ajustarse a una cara cualquiera. Dos máscaras venecianas habitan un mueble donde son camaradas de otro puñado de espectadores que, igualmente, miran sin ver, aunque sus ojos no sean meras cavidades. A diferencia de las máscaras, tras ellos hay cabezas que descansan sobre hombros que laten, se encogen o relajan, cada cual a su manera.

Un Zanni, sirviente tonto y ramplón que, de ceñirse a la piel de un actor, acabaría convertido en listo y astuto, mira al espigado payaso de Lladró que sostiene una flor con gesto delicado. ¡Jaja! Algún día acabarás regalándola, podría estar diciéndole. Capitano, de cerámica multicolor, su nariz recta y poderosa, pasa revista a la mandíbula retadora de un Cascanueces alemán, bien uniformado y cuadrado al servicio de su mando, zu Befehl!

Buda y Ganesh, pequeños recuerdos de viaje, aseguran en piedra negra y blanca, respectivamente, la vida espiritual dentro de la comunidad. Una geisha curiosea desde la balda superior, respirando tras una compacta capa de polvos de arroz. Su figura estampada en el lomo de un libro, cuadrangular casa de té con tapas duras y punto de lectura, no pierde ripio de todo lo que acontece. Ha reparado en el rostro de un Alonso Quijano vestido con camisón y gorro de dormir cuyo dedo alucinado alecciona sobre su mejor libro de caballerías.

Reviso formas y colores, brillos y texturas, energías reales o imaginadas, percibidas entre objetos que reposan y miran sin ver. Miradas ciegas cuya intención dependerá en cada instante de la mía propia. Mis ojos intencionados darán, tal vez, un sentido a los suyos.

jueves, 5 de enero de 2012

Almudena Grandes y la vida

Saquearle las estanterías a Salvia es una tentación difícil de reprimir. De vez en cuando, entre los títulos que voy deborando, cae alguno de los suyos. Los ataques selectivos ya han tenido como blanco a Henning Mankell o a Arturo Pérez Reverte, no sin daños colaterales sobre otros títulos sueltos, y ahora -esto va por temporadas, como la moda o los conflictos bélicos- tengo mi punto de mira centrado en Almudena Grandes.

En su día leí con curiosidad Las edades de Lulú, su llamativo debut. Después he ido siguiéndola en sus colaboraciones regulares en radio -con su vehemencia y vitalidad torrenciales en las tertulias de 'La radio de Julia', la Otero, hace unos cuantos años ya- o en prensa, alternando espacio semanal con Rosa Montero en el dominical de El País. Ahora estoy inmerso en su Inés y la alegría, el primero de los episodios de aire galdosiano que ha dedicado a la España que nació con la Guerra Civil. El ejemplar de Salvia está dedicado personalmente por la autora con palabras que incitan al disfrute de la vida. Me está gustando.

El mes pasado leí su Atlas de geografía humana, novela muy distinta de las que menciono. Se trata de un mosaico de esforzada introspección en el momento vital por el que pasan sus cuatro protagonistas, mujeres en la treintena ya avanzada que se encuentran en la encrucijada que las sitúa ante un buen tramo de su vida ya gastado y aún sin la certeza de tener la felicidad en sus manos. En muchos momentos me costó centrarme en las peripecias de cada una de ellas, tal vez por mi torpeza para retener nombres propios. Me convenció, sin embargo, su fuerza narrativa y la precisión de sus descripciones, con pasajes de una enorme belleza emotiva.

La Grandes satura de pura vida lo que narra. Supongo que no hace falta sentirse identificado con sus personajes para comprender la valentía de sus actos, o la miseria que pueda haber en su forma de pensar, o ver las aptitudes que saben explotar para sobreponerse a sus desdichas. Ese atlas de índice, en mi opinión, algo farragoso me ha enseñado que nunca es tarde para emprender lo que sea, o para creer que nuestro tren sigue encarrilado, o que el mecanismo de cambio de vía funciona bien y podemos utilizarlo cuando queramos, incluso que cualquier batalla que libremos junto a los raíles nunca hará descarrilar nuestra máquina.