Abro un paraguas todavía a cubierto y salgo hacia donde el agua no cesa de caer. La oigo chocar contra la tela que me cubre. Estallidos sobre un lienzo tenso.
Sobre mí dos cielos. Uno sujeto por un árbol de varillas metálicas que despliego para protegerme del otro, ése al que miro disgustado.
Mientras se aguan mis planes de escapada primaveral también lo hacen los pantanos. Mi pequeña desgracia es una gran suerte para todos.
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