Hoy vivo en la nebulosa del jet lag que sufro cada vez que paso del horario nocturno al diurno. Debo adaptarme nuevamente al ritmo que está marcado para casi todos. Vivir cuando casi todos y dormir también cuando casi todos. Diferencio vivir de dormir pues hace tiempo que siento que durmiendo no vivo.
Estos días se habla de que varias universidades de distintos países han completado el mapa genético del ornitorrinco. ¡Por fin! Ya sabemos cuánto tenemos en común con ese simpático puzzle disparatado de la creación. Pero a mí estos días me interesa más saber si mi genoma y el del lirón careto tienen algo que ver entre sí. Mi necesidad de sueño es abundante y, aunque hoy el lapso temporal que dedico a dormir se ha desplazado unas horitas, voy cubriéndola sin grandes problemas.
Vamos, que duermo a pierna suelta. Eso del lado positivo. Del negativo la más amarga frustración que se adueña de mí cada vez que intento recordar lo que he soñado y no lo consigo. ¿Horas y horas durmiendo para nada? ¡Es como si todo ese tiempo no existiese! A veces quisiera tener la seguridad de que no sueño, pero la evidencia me rompe la cara cuando me sorprendo a mí mismo siendo protagonista de historias en las que mi subconsciente me implica. Ahí está el peligro de desvelarnos mientras dormimos y toparnos con nuestras otras realidades.
Así que por más que quisiera no podría negarlo. Hay sueños dentro de mi sueño. Vidas dentro de la mía. O serían eso si fuese capaz de evocarlas y entregarlas a la memoria para que las manejase junto al resto de los recuerdos. De ellos está la vida hecha. De los recuerdos que la memoria va almacenando y gestionando. Son los objetos que ésta toma y organiza en sus estantes. Muchos de ellos debe moverlos constantemente, bajo petición. Alguna exigencia le obliga a tenerlos a mano, en las primeras filas. Por eso va rescatándolos del fondo a medida que van llegando otras piezas, siendo depositados con método en las líneas delanteras.
Hay determinados recuerdos que siempre deben estar a mano y me gustaría que entre ellos se encontrasen mis sueños. Trabajaré para conseguir que mi memoria también los tenga en cuenta. Va a ser un proceso difícil, propio de un negociador curtido. Pero algún día tendré mi premio y comenzarán a ser trozos de mi vida. Así viviré mientras duermo.
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