¡Vayamos a todos los lugares remotos del planeta antes que nadie! ¡Vivamos lo auténtico cuando todavía los demás lo ignoran! ¡Jactémonos de conocerlo en exclusiva, de haber sido los primeros en poner su pie allí! ¡Esa huella es la mía: la del primer hombre que pisó aquellas tierras!
Todo ello y mucho más está aquí, encerrado en este pequeño ingenio compuesto de una botonera y un objetivo con lentes que apresan el mundo. Ya verás que no te miento. A las pruebas me remito. Fíjate, qué lugares. Y una vez allí, tampoco sientes que hayas ido tan lejos. De verdad. Puedes pedir la misma bebida que sueles tomar aquí y, si te empeñas, te hablan en tu misma lengua. Ya ves, en el fondo está más cerca de lo que parece.
¿Por qué no nos adelantamos a esas empresas que lo llenan todo de su publicidad, de su mercadotecnia? Que ninguna de sus etiquetas marque uno sólo de los objetos que ahora nos son tan lejanos. Creamos que pueden seguir impolutos para siempre. Que no se apropien de ellos haciéndonos creer que si existen es gracias a su creatividad, su tecnología y su buen hacer. Busquemos lo más exótico, lo más ajeno, alejado -o cercano- a lo que vivimos y respiramos a diario. Protejámoslo de quienes intentan atarle un cordón del que tirar para acercarlo a todo lo que les es familiar. Ellos y sus clientes quieren seguir inmersos en su ambiente inmutable, temerosos de encontrarse perdidos entre tanta novedad, atormentados por el miedo a no reconocerse si les cambiamos el decorado.
Algún día se habrán perdido las pistas de lo que es de acá o de allá. Nos preguntaremos por la esencia de las cosas, que será difícil determinar. Su origen, allí donde nacieron, quedará oculto. Su procedencia, allí donde se fabrican, será lo único que sepamos de ellas. Sólo una etiqueta que ni siquiera habrá conservado un pequeño rastro impreso. Y si todavía existe algún libro lo consultaremos intrigados en busca de algo de claridad.
1 comentario:
Globalización: nos inunda, o más bien, somos parte de la inundación. Besicos desde el canal. Ana
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