Es ahora, con la vendimia, cuando se fija un punto y seguido en el ciclo del vino. La uva ha madurado bajo el sol y ha adquirido el volumen y grado aceptables, como dicta la tradición, así que será recogida para extraer de ella lo que la hace tan valiosa. El resultado será ese vino que marca el movimiento de los pueblos y las etapas de sus vidas.
Pero, antes, el mosto precisará de un trato conveniente y cuidadoso tras el que dormirá bajo el silencio del tiempo.
Reposará para llenarse de alma.
Sólo un susurro continuado le narrará su historia milenaria y le desvelará ese secreto que deberá guardar para siempre. El secreto que cada pueblo rescata de cuando en cuando para recuperar alguno de sus caldos más delicados.
Y por fin, un buen día, sus hacedores lo sacarán de la bodega acompañado de celebraciones. Desde ese momento habrá vino. Tendrá ya no sólo memoria, sino también espíritu.
2 comentarios:
Bueno, bueno. Pensemos que el cubo ha sido recién adquirido en una tienda de chinos, le han dado un buen fregado con fairy y no han podido quitar el escurridor porque venía pegado a conciencia.
Además, ¿ no nos gusta lo rústico? Esto es como cuando se usaban las latas de conserva de melocotón como macetero y quedaban tan chulas.
Brindemos por todo lo bueno que nos pasa y que tenemos.
Val
Chin chin!
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