Enciendo el televisor y me despierta cierta curiosidad ver cómo en un magazine de la mañana la presentadora y un redactor se disponen a pisar la uva. Pienso que debe ser una especie de guiño, una ilustración, ahora que es tiempo de vendimia.
Se meten de pie dentro de un pequeño y redondo lagar lleno de uva. Se apoyan el uno sobre los hombros del otro y comienzan a pisar, desplazándose en movimiento circular, con pasos firmes y cortos dentro del recipiente de madera. Se divierten y comentan su sensación de frescor a medida que notan la humedad en sus pies.
Un plano corto nos muestra que por un orificio comienza a salir el mosto resultante de la operación. Éste es recogido en una jarra de agua, de las de vidrio de litro, que empieza a llenarse con gran rapidez. Sospecho, supongo, que alguien está preparado al pie del chorro para sustituir esa jarra, que va a llenarse en breve, por otra vacía.
Pero no es así. De repente aparece en la pantalla ¡un cubo de fregar! ¡Con su escurridor y todo! Ignoro si con agua de lejía también. No me lo puedo creer: vacían en él el contenido de la jarra para volver a situarla bajo el flujo de mosto.
Los presentadores siguen pisando, disfrutando, ignorando el sacrilegio que se ha producido junto a sus pies. ¡Qué más da! Supongo que ha habido un error de cálculo y nadie preveía que el volumen de mosto superaría la capacidad del recipiente dispuesto para recogerlo. Ya, ¿y qué? Cuando se improvisa tanto y no se cuidan determinados detalles, a muchos nos parece que se nos falta al respeto. Sobre todo a quienes ven, vemos, en el vino algo más que un simple líquido. Y no entiendo nada de vinos, pero los valoro.
Esa ceremonia en el lagar se ha convertido en una chufla irrespetuosa.
Se meten de pie dentro de un pequeño y redondo lagar lleno de uva. Se apoyan el uno sobre los hombros del otro y comienzan a pisar, desplazándose en movimiento circular, con pasos firmes y cortos dentro del recipiente de madera. Se divierten y comentan su sensación de frescor a medida que notan la humedad en sus pies.
Un plano corto nos muestra que por un orificio comienza a salir el mosto resultante de la operación. Éste es recogido en una jarra de agua, de las de vidrio de litro, que empieza a llenarse con gran rapidez. Sospecho, supongo, que alguien está preparado al pie del chorro para sustituir esa jarra, que va a llenarse en breve, por otra vacía.
Pero no es así. De repente aparece en la pantalla ¡un cubo de fregar! ¡Con su escurridor y todo! Ignoro si con agua de lejía también. No me lo puedo creer: vacían en él el contenido de la jarra para volver a situarla bajo el flujo de mosto.
Los presentadores siguen pisando, disfrutando, ignorando el sacrilegio que se ha producido junto a sus pies. ¡Qué más da! Supongo que ha habido un error de cálculo y nadie preveía que el volumen de mosto superaría la capacidad del recipiente dispuesto para recogerlo. Ya, ¿y qué? Cuando se improvisa tanto y no se cuidan determinados detalles, a muchos nos parece que se nos falta al respeto. Sobre todo a quienes ven, vemos, en el vino algo más que un simple líquido. Y no entiendo nada de vinos, pero los valoro.
Esa ceremonia en el lagar se ha convertido en una chufla irrespetuosa.