-Ese final... -la rubia me devuelve a la realidad- ...tu libro no debe de estar nada mal.
-Habla de un prisionero que, tras un sinfín de aventuras, acaba siendo liberado -informo.
-Ah, bueno. Pues a mí me ha parecido más bien una historia de amor.
-El caso es que también hay en él una historia de amor, pero acaba siendo imposible -quito relevancia a ese aspecto de la novela.
-Claro, perdona, no había caído en que antes me contarías lo del prisionero que lo de ese romance.
Le lanzo una mirada recelosa. ¿Acaso sabe más de lo que yo sé? Sherezade, la hija del visir, obtuvo un respiro de mil días con sus mil noches atrapando al sultán con cada uno de sus cuentos interrumpidos. Por fin la clemencia llegó y acabaron sus vidas siendo felices. ¿Hubo el amo de uno de sus relatos de solicitar al genio todos los deseos de su cuenta para poder dejarlo marchar?
-Ya he leído para ti -le digo intencionadamente-. Hace un rato has dicho que después de escucharme...
-Que yo sepa, aún sólo te he pedido un par de cosas -me interrumpe-. Pero vas a tener suerte. ¿Ves? Se ha terminado -sentencia arrojando al suelo la colilla, que exhala sus últimos vapores.
-¿Eso significa que...?
-Que tengo que volver a la oficina. Se acabó mi descanso y, ¿sabes?, al final ha terminado siendo más agradable de lo que prometía.
-¿Entonces? -pregunto sin saber aún si celebrar o no mi libertad.
-Entonces... ya sabes a qué hora salgo a respirar un poco, si es que puede llamársele así. Mañana volveré aquí y encenderé otro de tus cigarrillos -dice a medida que se aleja y se despide con la mano, agitando su manga blanca. Me sonríe. Es la primera vez que veo la sonrisa de la rubia. Le correspondo con la mía.
Sigo cautivo.
Y tal vez deba celebrarlo, ahora que ya no hay humo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario