He dado el primer paso hacia la libertad. Bueno, más que un paso ha sido una carrera. En cuanto la rubia me ha hecho su petición he salido pitando a corresponderla. Jamás habría imaginado que acudiría como alma que lleva el diablo a pagar por un trozo de cartón plastificado relleno de tabaco picado. ¿Alguien ha conseguido alguna vez correr los cien metros lisos con un cigarrillo invadiéndole los pulmones?
Pulmones, por cierto, con su volumen ampliado por mi respiración alterada. El humo disfruta ahora de mucho más espacio para hacerse conmigo. Toso compulsivamente y me vuelve a los oídos la voz de la máquina expendedora: "Su tabaco, gracias". No, no es mi tabaco, pero como si lo fuera. Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa. El mensaje impreso en la cajetilla despierta mi compasión por la rubia, y creo que también por mí mismo. Pero ahora me resulta necesario. Se me empieza a enturbiar la vista: "Fumar puede ser a veces necesario". ¿Es ésa realmente la frase impresa?
Ahora no sería capaz de leer una sóla de las letras de este libro que sigue en mi mano izquierda. Mi dedo índice continúa pillado entre sus páginas como un ratón en una ratonera. Que yo sepa, los genios no tenían que dejarse el alma corriendo de acá para allá y debería de haber alguna manera algo más... no sé, mágica, de llegar a los sitios. En fin, voy sin resuello pero con los deberes hechos. Ahora me resta hacer que la rubia desee un par de cosas más.
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