jueves, 10 de diciembre de 2009

Humo V

Utilizo el pitillo con cuyo humo la rubia me tiene atado. Uno los extremos del viejo y el nuevo en un beso incandescente.
-No sé qué pensarás de todo esto -le digo entre dientes, con el nuevo cigarrillo empezando a arder entre mis labios. Le devuelvo el viejo cuidando que siga intacto.
-Bueno, no sé, supongo que usar el mechero no le habría abierto otro agujero a la capa de ozono -me responde sin sospechar que los lazos de humo deben mantenerse a pesar de tener que incurrir en alguna escena absurda.
-Tienes razón, la atmósfera apenas habría sufrido daños -admito y vuelvo a la carga-. Ahora debemos resolver un problema: el del agujero que acabo de hacerte en el bolso. ¿Te importa pedirme que vaya a comprar tabaco?
-¿Cómo?
-Nada, que con sólo pedirlo tendrás una cajetilla nueva, toda para ti.
-Pero... es que... -la rubia cabecea, sin acabar de comprender que debe pedirme algo que ni siquiera se le ha pasado por la mente. Este cigarrillo que me está haciendo toser tal vez sea su aportación periódica a la supervivencia de los gorrones en el planeta.
-Venga, mujer, es sólo un deseo. ¿No es eso lo que te gustaría? Pues no tienes más que pedirlo.
Se lo piensa. Está desconcertada. El genio acaba de sugerirle a su amo que formule su primer deseo. Me temo que estoy haciendo trampas, pero si la montaña no viene a Mahoma...
-Está bien -se relaja-. Tráeme un paquete de tabaco. Eso sí, cuando vuelvas me vas a explicar en qué clase de jueguecito me estás enredando.

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