Una cadena alemana de supermercados oferta algo que siempre me llamó la atención: una de esas navajas que vienen acompañadas de un sinfín de útiles desplegables en abanico. Más de una vez estuve tentado de hacerme con una parecida a esta que, siendo alemana, debe tener precisión milimétrica. El objeto en sí mismo es fascinante y llevarlo encima puede que le dé a uno toda la seguridad del mundo. Cualquier necesidad quedaría satisfecha con sólo sacarla del bolsillo. Así de sencillo y socorrido.
¿Cualquier cosa? ¿Seguro?
¿Y si necesito un abrazo? ¿Podría sacar de entre todos sus recursos esos brazos y la fuerza calurosa que me conforte? Podría querer un buen consejo. ¿Surgiría del manojo una voz sabia? ¿Y una sonrisa? ¿Una herramienta de ésas sería capaz de esbozarla para mí?
Pensemos que sí. Que todo lo que imaginamos es posible. Que en un bolsillo caben esos brazos firmes y tiernos a la vez, esa voz hecha de las palabras precisas y ese gesto afable al que devuelvo otro idéntico y siempre agradecido.
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