Hoy la mayor parte de las conexiones en directo que vemos en televisión provienen del espacio. También muchos centenares de imágenes con las que se elabora un informativo. Las cosas ocurren aquí, se captan aquí, pero se envían allá arriba con un fuerte empujón.
He pasado muchas horas del último tercio de mi vida al pie de un satélite. Podría decir "al pie del cañón", o "a pie de obra" para referirme a parte de las cosas que hago en mi trabajo. Claro que eso sería generalizar, por lo que, para concretar, debo mencionar los satélites.
Hace años a alguien le gastaron una broma pidiéndole que agarrase una cuerda de la que alcanzaron su extremo y se lo entregaron. "Con ella bien sujeta no se te escapará el satélite... ¡ah!, y no te muevas, o perderás la señal". Y así, cogidito de ella con las manos bien apretadas, el pobre entraba en el Club de las Almas Cándidas.
Muchas veces, para recibir algunas imágenes procedentes de cualquier lugar del mundo, no sólo basta con tener una antena y un receptor que traduzca las señales que le llegan del espacio. Con eso sería suficiente, pero hay ocasiones en las que la tarea no resulta tan sencilla. En esos momentos no me importaría ser miembro del citado Club, si todo quedase resuelto manteniéndome agarradito de una cuerda.
Y alzaría la vista para caminar por la soga con mis ojos de funambulista. Tras un largo paseo llegaría a las puertas del satélite al pie del cual me encontraba antes. Miraría hacia abajo y pensaría en la gran diferencia existente entre la perspectiva anterior y la actual. Allá arriba vería ascender el flujo de información transformada en imágenes y sonidos codificados. Todo un planeta enviado al espacio, resumido en unos cuantos segmentos grabados y esparcidos por el aire.
Parte de lo que somos llega allí donde sólo llegan los astronautas, donde a muchos se les ha perdido de todo y donde la basura, lejos de recogerse en contenedores, circula girando en órbita. Colgando de la nada, así flotan estos artefactos destinados a reflejar aquello que se ha lanzado contra ellos. Bailan con los astros y con otros satélites, donde el cielo es de un negro completo y permanente.
Y aquí, sobre la Tierra, nos servimos de ellos para "subir" todo lo que otros querrán "bajar".
2 comentarios:
¡Ya está, Dani! Has encontrado la clave: por eso hay tanta basura en la televisión, recogen toda la del espacio, la deben de concentrar especialmente en esta latitud y en esta longitud, y por eso, ¡zas! nos cae toda.
Besicos. Ana
¡Exacto! Y seguirá cayendo y cayendo: la nuestra y la de los demás. Acabaremos sepultados bajo tanta mierda.
En cuanto a lo mío, se siente, sólo es un curro.
Muchos besos, Ana.
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