Es la vorágine misma de la vida. Si uno busca John Barry en Wikipedia, lo primero que encuentra es un lapso vital entre dos paréntesis: (3 de noviembre de 1933 - 30 de enero de 2011). Sobre la última fecha, ayer mismo, imagino la ilustración sonora de una marcha fúnebre. Es una marcha con toques de jazz subrayada vigorosamente por una línea de trompas, arropada por el dramatismo de un grupo de cuerdas. Sobrecoge profundamente.
John Barry deja en las pantallas, en nuestros oídos, en nuestra piel, la música de muchas películas ligadas a la acción, al misterio y a la emoción. Siempre reconocible, con su sello propio y sonidos tan personales; accesible a la vez. Es un gusto poder vivir en un mundo que quedará ambientado por sus creaciones. Ahí va una de ellas, tan parecida a otras y tan suya.
lunes, 31 de enero de 2011
viernes, 28 de enero de 2011
Cifras
Hoy hemos sabido que el año pasado cada día se quedaron sin trabajo 1000 personas en España. Pasaron a incrementar el número total de parados, que ya se acerca a la terrible cantidad de 5 millones. En sólo 3 años hemos multiplicado la cifra casi por 3.
Los anteriores gobernantes nos dejaron un país enladrillado en el que primó la cultura del pelotazo y el llevárselo calentito. Los actuales recogieron aquella herencia y les fue bien hasta que la crisis nos engulló (a nosotros más que a ellos). Estos días tenemos un país congelado (nieves y hielos por todas partes) con cerca de 25 millones de españoles paralizados por el miedo y la incertidumbre. 'No te muevas, que puede ser peor', 'Virgencita, que me quede como estoy', 'Más vale pájaro en mano'...
Y mejor no hablemos de dinero, del que desaparece y nadie sabe adónde va, del que sólo beneficia a unos pocos habiendo salido del bolsillo común, del de los que pagan y jamás reciben nada, del que sufraga una justicia bastante dudosa, del que compra silencios, del que produce náuseas, de las decisiones que sobre él se toman sin contar con todos.
Parece que asistimos a una ola destructiva tras el paso de la cual todo lo que se crea es precario y decepcionante. Aquí no hay visos de volver a vivir buenos tiempos y el que los disfrutó, se lo lleva puesto. Nuestros políticos dicen tener la solución, pero ninguno suelta prenda (¿?). El gobierno lo está haciendo fatal y la oposición, visto lo visto, se frota las manos. No me extraña que muchos jóvenes menores de 30 años se estén planteando emigrar, volar, darse el piro. Ellos integran buena parte de nuestro 20 por ciento de paro y saben que en este país no se valora casi nada de lo que ellos podrían aportar.
Ya veremos si alguno de ellos (de nosotros) logrará cotizar esos 38,5 años que a partir de ahora nos van a imponer para podernos jubilar a los 65 años. ¿Vamos a seguir callados, paralizados, maniatados?
Los anteriores gobernantes nos dejaron un país enladrillado en el que primó la cultura del pelotazo y el llevárselo calentito. Los actuales recogieron aquella herencia y les fue bien hasta que la crisis nos engulló (a nosotros más que a ellos). Estos días tenemos un país congelado (nieves y hielos por todas partes) con cerca de 25 millones de españoles paralizados por el miedo y la incertidumbre. 'No te muevas, que puede ser peor', 'Virgencita, que me quede como estoy', 'Más vale pájaro en mano'...
Y mejor no hablemos de dinero, del que desaparece y nadie sabe adónde va, del que sólo beneficia a unos pocos habiendo salido del bolsillo común, del de los que pagan y jamás reciben nada, del que sufraga una justicia bastante dudosa, del que compra silencios, del que produce náuseas, de las decisiones que sobre él se toman sin contar con todos.
Parece que asistimos a una ola destructiva tras el paso de la cual todo lo que se crea es precario y decepcionante. Aquí no hay visos de volver a vivir buenos tiempos y el que los disfrutó, se lo lleva puesto. Nuestros políticos dicen tener la solución, pero ninguno suelta prenda (¿?). El gobierno lo está haciendo fatal y la oposición, visto lo visto, se frota las manos. No me extraña que muchos jóvenes menores de 30 años se estén planteando emigrar, volar, darse el piro. Ellos integran buena parte de nuestro 20 por ciento de paro y saben que en este país no se valora casi nada de lo que ellos podrían aportar.
Ya veremos si alguno de ellos (de nosotros) logrará cotizar esos 38,5 años que a partir de ahora nos van a imponer para podernos jubilar a los 65 años. ¿Vamos a seguir callados, paralizados, maniatados?
lunes, 24 de enero de 2011
Además de la lluvia
De ver También la lluvia uno sale convencido de que ha merecido la pena. La película nos devuelve al año 2000, llevándonos de la mano de un equipo de cine a Cochabamba, Bolivia. Allí pretenden rodar una película sobre la conquista de los españoles en América y sufren la alteración de sus planes cuando estalla una revuelta popular en contra de la privatización del agua.
De ella me interesan muchas cosas. El arranque, con esas imágenes que podrían remitir a La dolce vita y su Cristo suspendido de un helicóptero -en este caso es una cruz que hace revivir al imaginario de La misión-. Me engancha además todo el tramo en el que el proyecto cinematográfico se está desarrollando, se están rematando las localizaciones y el casting de actores y vamos conociendo a todos los personajes. Me gusta cómo se plantean las inquietudes del productor y su forma de trasladarlas al espectador. Integro sin problemas la realidad y la ficción en esa mezcla de lo que se rueda y de cómo se rueda. Escucho atento los argumentos de algunos personajes en su debate sobre algunos temas que se van planteando.
Iglesia e Imperio, entre otros. El ayer y el hoy entremezclados en un enfrentamiento entre los abusos que se produjeron en el pasado y los que se practican en el presente. Icíar Bollaín consigue poner en evidencia las fallas de nuestro sistema y la vergonzante prepotencia del hombre poderoso, venga éste de donde venga. La directora hace un trabajo estupendo en esta historia grande, tan alejada de otros territorios más íntimos y cotidianos en los que ha solido sumergirse en películas anteriores. Me gusta, sí, aunque también trato de imaginar este guión realizado por Alejandro González Iñárritu, quien lo tuvo en sus manos hasta que prefirió hacer Biutiful en su lugar.
Supongo que me quedo con el planteamiento y el desarrollo porque en ellos está la esencia del ritmo y el pulso vibrante de la narración, que decae cuando el conflicto llega a su clímax. Ahí es cuando echo en falta a un Luis Tosar más apasionado y a un más creíble Gael García Bernal. Están correctos, pero les falta un toque de la varita de su directora para hacer redonda del todo su evolución dentro de la trama. No ocurre así en otros casos: me pongo a los pies de un colosal Karra Elejalde en la piel de Cristóbal Colón y del actor, Antón, que lo encarna en la ficción. Magnífico en su delicada verosimilitud. También me convence la imponente presencia de Juan Carlos Aduviri, un actor boliviano soberbio en su puesta en escena de todo un luchador.
A pesar de mis reparos no dudaría en volver a verla para extraer algo más de un riquísimo guión -lo siento por la Academia de la Lengua, pero me resisto a eliminar esta tilde- de Paul Laverty, quizás lo más valioso del film. Casi tan valioso como el agua.
De ella me interesan muchas cosas. El arranque, con esas imágenes que podrían remitir a La dolce vita y su Cristo suspendido de un helicóptero -en este caso es una cruz que hace revivir al imaginario de La misión-. Me engancha además todo el tramo en el que el proyecto cinematográfico se está desarrollando, se están rematando las localizaciones y el casting de actores y vamos conociendo a todos los personajes. Me gusta cómo se plantean las inquietudes del productor y su forma de trasladarlas al espectador. Integro sin problemas la realidad y la ficción en esa mezcla de lo que se rueda y de cómo se rueda. Escucho atento los argumentos de algunos personajes en su debate sobre algunos temas que se van planteando.
Iglesia e Imperio, entre otros. El ayer y el hoy entremezclados en un enfrentamiento entre los abusos que se produjeron en el pasado y los que se practican en el presente. Icíar Bollaín consigue poner en evidencia las fallas de nuestro sistema y la vergonzante prepotencia del hombre poderoso, venga éste de donde venga. La directora hace un trabajo estupendo en esta historia grande, tan alejada de otros territorios más íntimos y cotidianos en los que ha solido sumergirse en películas anteriores. Me gusta, sí, aunque también trato de imaginar este guión realizado por Alejandro González Iñárritu, quien lo tuvo en sus manos hasta que prefirió hacer Biutiful en su lugar.
Supongo que me quedo con el planteamiento y el desarrollo porque en ellos está la esencia del ritmo y el pulso vibrante de la narración, que decae cuando el conflicto llega a su clímax. Ahí es cuando echo en falta a un Luis Tosar más apasionado y a un más creíble Gael García Bernal. Están correctos, pero les falta un toque de la varita de su directora para hacer redonda del todo su evolución dentro de la trama. No ocurre así en otros casos: me pongo a los pies de un colosal Karra Elejalde en la piel de Cristóbal Colón y del actor, Antón, que lo encarna en la ficción. Magnífico en su delicada verosimilitud. También me convence la imponente presencia de Juan Carlos Aduviri, un actor boliviano soberbio en su puesta en escena de todo un luchador.
A pesar de mis reparos no dudaría en volver a verla para extraer algo más de un riquísimo guión -lo siento por la Academia de la Lengua, pero me resisto a eliminar esta tilde- de Paul Laverty, quizás lo más valioso del film. Casi tan valioso como el agua.
miércoles, 19 de enero de 2011
Lo siento por los becarios
Es indignante encontrarse todos los días con personajillos que no son capaces de asumir ninguna responsabilidad y se sacuden todos los problemas dejándolos recaer sobre algún tercero. Y si además éste es mucho más débil y poco autorizado para rechistar, mejor que mejor.
La página web de la Federación Española de Fútbol ha publicado una información acerca de un partido en el que un determinado árbitro va a pitar "bajo la atenta mirada de Mourinho, quien se considera perjudicado por los arbitrajes de los últimos meses". Este artículo ya ha sido modificado y esas palabras retiradas de su texto. Aun así, el Real Madrid está indignado a raíz de dicha consideración que emite juicios de valor, aludiendo directamente a su entrenador, y lo considera una falta de respeto por la que exige responsabilidades.
Y he aquí que aparece un portavoz de la Federación y, sin dos dedos de frente, dice: "en la web hay becarios que escriben, pero en cuanto lo vimos inmediatamente lo quitamos". Y añade: "no es la opinión de la Federación, sino que lo escribió una becaria".
Vergonzoso. Lamentable. En esa página, al igual que en otras muchas que publican informaciones, debería haber un jefe de redacción o un editor que diera el visto bueno a lo que otros redactan antes de sacarlo al ciberespacio. Y si no es así porque el organigrama no da para tanto, siempre habrá alguien ocupando un puesto superior que estará en la obligación de asumir lo que surja. Pero aquí (como en otros muchos sitios) alguien se está quitando de encima lo que le toca, que no nos engañemos, va implícito en su sueldo. Vaya usté a saber, tal vez ese alguien ha autorizado dicho escrito y ahora, al ver que le empieza a llover encima, está dejando a otro alguien a la intemperie.
Y ahí están los becarios, aguantando el chaparrón. Siempre dando mucho más entusiasmo y dedicación de los que reciben. Engañados en muchos casos (hay de todo) con promesas de posibles contratos que nunca acaban llegando. Abocados a asumir mucha más responsabilidad de la que les corresponde, a cambio de nula formación y beneficios escasos. No olvidemos que muchos becarios no cobran un céntimo por todo el trabajo que llevan a cabo y que un simple papel con una firma estampada no da a ninguna empresa el derecho de explotar a nadie si previamente no quedan detalladas las tareas que deberá desempeñar. En fin, ya sabemos que las becas de prácticas son el eufemismo que oculta el triste "mano de obra barata, o peor, gratuita".
Por lo general los becarios acaban su período de prácticas con la sensación agridulce de haber hecho lo necesario para demostrar que son gente válida y preparada, pero también con la decepción y la frustración de saber que todo ese esfuerzo no ha servido para nada.
Y para colmo hay "valientes" que menosprecian el trabajo y las ganas de aprender de quien lo da todo a cambio de muy poco.
La página web de la Federación Española de Fútbol ha publicado una información acerca de un partido en el que un determinado árbitro va a pitar "bajo la atenta mirada de Mourinho, quien se considera perjudicado por los arbitrajes de los últimos meses". Este artículo ya ha sido modificado y esas palabras retiradas de su texto. Aun así, el Real Madrid está indignado a raíz de dicha consideración que emite juicios de valor, aludiendo directamente a su entrenador, y lo considera una falta de respeto por la que exige responsabilidades.
Y he aquí que aparece un portavoz de la Federación y, sin dos dedos de frente, dice: "en la web hay becarios que escriben, pero en cuanto lo vimos inmediatamente lo quitamos". Y añade: "no es la opinión de la Federación, sino que lo escribió una becaria".
Vergonzoso. Lamentable. En esa página, al igual que en otras muchas que publican informaciones, debería haber un jefe de redacción o un editor que diera el visto bueno a lo que otros redactan antes de sacarlo al ciberespacio. Y si no es así porque el organigrama no da para tanto, siempre habrá alguien ocupando un puesto superior que estará en la obligación de asumir lo que surja. Pero aquí (como en otros muchos sitios) alguien se está quitando de encima lo que le toca, que no nos engañemos, va implícito en su sueldo. Vaya usté a saber, tal vez ese alguien ha autorizado dicho escrito y ahora, al ver que le empieza a llover encima, está dejando a otro alguien a la intemperie.
Y ahí están los becarios, aguantando el chaparrón. Siempre dando mucho más entusiasmo y dedicación de los que reciben. Engañados en muchos casos (hay de todo) con promesas de posibles contratos que nunca acaban llegando. Abocados a asumir mucha más responsabilidad de la que les corresponde, a cambio de nula formación y beneficios escasos. No olvidemos que muchos becarios no cobran un céntimo por todo el trabajo que llevan a cabo y que un simple papel con una firma estampada no da a ninguna empresa el derecho de explotar a nadie si previamente no quedan detalladas las tareas que deberá desempeñar. En fin, ya sabemos que las becas de prácticas son el eufemismo que oculta el triste "mano de obra barata, o peor, gratuita".
Por lo general los becarios acaban su período de prácticas con la sensación agridulce de haber hecho lo necesario para demostrar que son gente válida y preparada, pero también con la decepción y la frustración de saber que todo ese esfuerzo no ha servido para nada.
Y para colmo hay "valientes" que menosprecian el trabajo y las ganas de aprender de quien lo da todo a cambio de muy poco.
jueves, 13 de enero de 2011
De sangre y conspiración
Regreso de una expedición absolutamente desquiciada y paranoica. Hace un par de meses leí a Pérez Reverte en un artículo sobre el conquistador Lope de Aguirre, quien en su expedición en busca de El Dorado acaba liderando un grupo de traidores contra la corona de Felipe II. Hacía más de un año que tenía sobre una estantería el libro de Ramón J. Sender La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, al que Pérez Reverte se refiere con gran entusiasmo en dicho artículo. Lo había comprado en una pequeña feria tras escuchar a un amigo un no menos entusiasmado comentario sobre el mismo. Parecía ser un libro difícil de conseguir, aunque gracias a una edición que lanzó El País dentro de una colección de novela histórica es ahora una obra muy asequible.
Es apasionante. Narra ese viaje desde el Perú hasta el Atlántico a través del Marañón, el Amazonas, el Orinoco. Lope de Aguirre y sus "marañones" van poco a poco reduciendo su propia compañía, causando muchas más bajas entre los suyos que las que les provocan los indios o las enfermedades. No contento con eso Aguirre decide rebelarse contra el hombre más poderoso de la época y "desnaturalizarse de los reinos de España", descartar la búsqueda de El Dorado, tomar Isla Margarita y pensar en conquistar la costa venezolana y después avanzar hacia el Perú.
R. J. Sender acierta con el modo de narrar, utilizando un lenguaje con el regusto del siglo XVI. También da en el clavo con sus descripciones finas y atmosféricas. El clima sofocante, las jornadas extenuantes, la podredumbre derivada de la humedad. La locura de Aguirre podría entenderse habida cuenta de semejantes condiciones. Y es tremendo: por momentos uno teme por su propio cuello, agarrotado en un santiamén por los negros asesinos a su servicio, matarifes de todo el que incomoda a su señor o es un estorbo para el avance de sus planes.
Conspirador entre conspiradores. Así es el protagonista de esta historia, de la que se extrae de todo menos indiferencia.
Es apasionante. Narra ese viaje desde el Perú hasta el Atlántico a través del Marañón, el Amazonas, el Orinoco. Lope de Aguirre y sus "marañones" van poco a poco reduciendo su propia compañía, causando muchas más bajas entre los suyos que las que les provocan los indios o las enfermedades. No contento con eso Aguirre decide rebelarse contra el hombre más poderoso de la época y "desnaturalizarse de los reinos de España", descartar la búsqueda de El Dorado, tomar Isla Margarita y pensar en conquistar la costa venezolana y después avanzar hacia el Perú.
R. J. Sender acierta con el modo de narrar, utilizando un lenguaje con el regusto del siglo XVI. También da en el clavo con sus descripciones finas y atmosféricas. El clima sofocante, las jornadas extenuantes, la podredumbre derivada de la humedad. La locura de Aguirre podría entenderse habida cuenta de semejantes condiciones. Y es tremendo: por momentos uno teme por su propio cuello, agarrotado en un santiamén por los negros asesinos a su servicio, matarifes de todo el que incomoda a su señor o es un estorbo para el avance de sus planes.
Conspirador entre conspiradores. Así es el protagonista de esta historia, de la que se extrae de todo menos indiferencia.
lunes, 10 de enero de 2011
Pura emoción
Ennio Morricone es uno de los grandes, un compositor legendario. Buena parte de su música no es solamente un regalo para los oídos. También lo es para el propio cine, que no habría sido lo mismo sin sus bandas sonoras. Muchas de ellas merecen una escucha atenta, entregada. Desde las que acompañan a los spaghetti westerns de Sergio Leone hasta partituras tan conocidas como La Misión o Érase una vez en América, pasando por Los intocables de Eliot Ness o Malena.
Hasta hace unos días ha habido en mi discoteca un hueco que por fin, gracias a los magos de Oriente, he llenado. Cinema Paradiso tiene mucho de eso que damos en llamar emoción, que no es una convención pero que puede crearse a partir de muy pocos elementos. Siempre que he visto esta película he pensado que la música es su coprotagonista indiscutible, la que nos hace imaginar a Totó y Elena juntos otra vez. O a Totó y Alfredo volviendo a alimentar su entrañable amistad. Es ya imposible acompañar sus imágenes con otra música que no sea la de Morricone. Esa evocación de la niñez, del primer amor, la pérdida, la fuerza de la memoria... Todo eso lo consigue por sí sola, reproducida en cualquier lugar, con sus melodías sencillas, sin florituras, hechas para poder llegar ligeras y directas al corazón.
Esta pieza, que aparece en el álbum declinada de diferentes formas en varios cortes, también la introdujo Dulce Pontes en su disco Focus, un trabajo conmovedor que pone letra a muchas melodías de Morricone y las convierte en bellísimas canciones... A disfrutar.
Hasta hace unos días ha habido en mi discoteca un hueco que por fin, gracias a los magos de Oriente, he llenado. Cinema Paradiso tiene mucho de eso que damos en llamar emoción, que no es una convención pero que puede crearse a partir de muy pocos elementos. Siempre que he visto esta película he pensado que la música es su coprotagonista indiscutible, la que nos hace imaginar a Totó y Elena juntos otra vez. O a Totó y Alfredo volviendo a alimentar su entrañable amistad. Es ya imposible acompañar sus imágenes con otra música que no sea la de Morricone. Esa evocación de la niñez, del primer amor, la pérdida, la fuerza de la memoria... Todo eso lo consigue por sí sola, reproducida en cualquier lugar, con sus melodías sencillas, sin florituras, hechas para poder llegar ligeras y directas al corazón.
Esta pieza, que aparece en el álbum declinada de diferentes formas en varios cortes, también la introdujo Dulce Pontes en su disco Focus, un trabajo conmovedor que pone letra a muchas melodías de Morricone y las convierte en bellísimas canciones... A disfrutar.
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