Ausente el camarero,
nadie al pie de una cafetera
mide la dosis,
la dispone en taza.
Rasco mi bolsillo.
Ruido de calderilla,
a mi alcance botones:
pulso colores
que invitan, incitan.
La máquina muele monedas.
Tras la ranura
les arranca gruñidos,
fluidos.
A una señal, un vaso.
Crema sobre la mezcla.Cobre, níquel, zinc,
fusión del aroma
sucio y viciado.
Tragos de azúcar,
espuma y calor.
2 comentarios:
DANIEL, LE HAS PUESTO POESIA A LO, DE ANTEMANO, PARECE NO TENERLA. EL CAFE EN SU MAQUINA, EL DINERO, EL ACTO DE COMPRAR Y DEGUSTAR...UNA SORPRESA PARA TU BLOG. ABRAZO AMIGO.
Me alegra que funcione de alguna forma. También la máquina a estas horas y, cómo no, Gustavo, la influencia.
Otro abrazo.
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