Segundo gol de Pedro en un Bernabéu que enmudece. En este tren del que estoy a punto de bajarme el silencio no encuentra su sitio. Música moruna por mi izquierda. Por delante de mí muchos más electrones entrechocan a ritmos poco bailables. A escasos cinco metros, "¡que no quiero cometer un delito, que vivo muy bien...!", un señor aventa sus conclusiones más peregrinas. Y más lejos aún, la conversación telefónica de una chica informa a todos los presentes de sus planes nocturnos.
He abandonado la emisión del Madrid-Barça pasados diez minutos de su comienzo. Me he prometido no interesarme por ella hasta que no arroje el resultado final. Cuestión de principios, o casi.
Me temo que no soy nada generoso: cuando voy en el tren no siento el impulso de compartir con todos los ocupantes del vagón nada de lo que voy escuchando o diciendo. La esplendidez no está reñida con la discreción, aunque en este caso no pueden estar más regañadas. Otros, en cambio, las combinan con toda naturalidad. Son desprendidos de sus interioridades, dadivosos con sus bienes más privados. Íntimamente desentendidos.
La bulla de tantas voces descontroladas y de músicas con la distorsión propia de sus reproductores me obliga a buscar refugio. Y lo encuentro en mi radio. Cuando la enciendo y me entero del 0-2 del Barcelona doy de golpe con la forma de enmascarar el ruido. El partido todavía no ha terminado y, aunque quisiera no traicionarme en ninguna de mis promesas personales, dejo la rueda en el punto del dial en el que la he encontrado. De repente el fútbol me ofrece el asilo deseado.
Al poco, antes de apearse, uno de los chicos que animaban el cotarro con todo el volumen de sus móviles se me acerca. "Perdona, ¿estás escuchando el partido?" Con la mejor de mis sonrisas le digo que no.
2 comentarios:
UYUY FUTBOLERO¡¡
Nunca pensé que comentarís algo de fútbol..acabarías hartito¡¡
Ya te veo..
Un besazo.
Cristina B.
¿Hablar de fútbol?... Bueno... de lo que haga falta...
Besos.
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