Lo de pegar cromos empieza a ser aburrido. Por eso decido ponerme a otra cosa. Extiendo en el suelo un retal rectangular de tela verde a la que mi madre le ha hecho unos dobladillos en los bordes para que no se deshilache. No recuerdo cómo ni por qué se me ocurrió que podía llevarme al pueblo semejante "invento". Desde luego, algo hay que hacer para entretenerse cuando se está solo, pero... ¿precisamente esto?
Me pongo a trazar sobre el trapo las líneas de un campo de fútbol. Utilizo un pedazo de cera blanca y, con la ayuda de una regla improvisada gracias a un listón de madera, voy dibujando esas rayas a una escala más inventada que aproximada. Me pregunto qué voy a hacer cuando termine mi obra sobre este lienzo verde, y si lo doblaré y lo guardaré en la maleta para que viaje conmigo de vuelta a casa, donde acabará marginado dentro de un cajón.
Mi idea era crear este campo reducido para jugar al fútbol en miniatura. Tengo a mi derecha una bolsa llena de chapas recolectadas la tarde anterior junto al bar. Bueno, más que un bar es un local que en tiempos fue la escuela del pueblo y que, durante el verano, alguien con mejor voluntad que visión comercial habilita como espacio donde poder tomar algo y comprar helados y chucherías.
Cuento con suficientes chapas. También tengo una de esas láminas que le venden a uno en las tiendas de frutos secos, llenas de pegatinas con las caras de los jugadores de la Selección Española de Fútbol. No sé si voy a acabar jugando al susodicho con toda esta parafernalia, pero ya me lo estoy pasando bien preparando el terreno en este césped de tela y pegando fotos dentro de las chapas de los botellines de cervezas y refrescos. A ver de donde saco yo ahora una bolita.
1 comentario:
guapo hoy te descubri
q buena cosa q fue
Publicar un comentario