La Noche en Blanco de Alcalá de Henares suele ser un modesto remedo de la que se celebra bianualmente en la vecina Madrid. La cosa no tiene otra intención que "pasar unas horas en vela, hasta que la madrugada lo devuelva a uno a la realidad tras el disfrute de una noche divertida e hipnótica". Ésa podría ser la declaración de principios.
Dadas las dimensiones culturales de la ciudad complutense y los espacios que pueden utilizarse para el evento, cabe esperar de él resultados más que dignos. Sin embargo, éstos terminan sin alcanzar ese nivel de excelencia.
Pongamos un ejemplo de mediocridad: incluir en La Noche en Blanco al Museo Arqueológico Regional, cuyas puertas están siempre abiertas de forma gratuita, no parece que añada nada extraordinario al programa. Tampoco ocurre así con otros tantos monumentos, donde lo único insólito es que posterguen su hora de cierre hasta la media noche.
Este año, aparte de los conciertos que se han celebrado en varias plazas, muchos de ellos meritorios (fantástico el talento y calidad de los músicos de Boys of the Hills, acompañados del mítico integrante de los Chieftains, Kevin Conneff: música celta cien por cien), ha habido otros actos reducidos a una cata de aceites para cuatro personas, o a otra de vinos para un número similar de participantes; o qué decir de las dos chicas que han decorado manos con henna.
Con esto (y algo más) ha sido imposible que la madrugada le diese a uno en las narices con el primer rayo de sol, ya que la Noche pasa del Blanco al Negro no más allá de las tres de la noche. ¿Y qué queda? Pues poco más que los garitos de todos los fines de semana, donde creo que se habla poco de cultura.
Dadas las dimensiones culturales de la ciudad complutense y los espacios que pueden utilizarse para el evento, cabe esperar de él resultados más que dignos. Sin embargo, éstos terminan sin alcanzar ese nivel de excelencia.
Pongamos un ejemplo de mediocridad: incluir en La Noche en Blanco al Museo Arqueológico Regional, cuyas puertas están siempre abiertas de forma gratuita, no parece que añada nada extraordinario al programa. Tampoco ocurre así con otros tantos monumentos, donde lo único insólito es que posterguen su hora de cierre hasta la media noche.
Este año, aparte de los conciertos que se han celebrado en varias plazas, muchos de ellos meritorios (fantástico el talento y calidad de los músicos de Boys of the Hills, acompañados del mítico integrante de los Chieftains, Kevin Conneff: música celta cien por cien), ha habido otros actos reducidos a una cata de aceites para cuatro personas, o a otra de vinos para un número similar de participantes; o qué decir de las dos chicas que han decorado manos con henna.
Con esto (y algo más) ha sido imposible que la madrugada le diese a uno en las narices con el primer rayo de sol, ya que la Noche pasa del Blanco al Negro no más allá de las tres de la noche. ¿Y qué queda? Pues poco más que los garitos de todos los fines de semana, donde creo que se habla poco de cultura.
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