jueves, 28 de julio de 2011

Uno bueno

Nadie como él.
Bueno, sensible, generoso.
Un santo, vamos,
o mejor, un ángel.
(La diferencia
entre uno y el otro,
las alas.
Poco más).

Oxígeno, libertad,
valor para cada acción,
ayuda siempre.
Y calor.

Los demás,
egoístas, desconsiderados.
Era un tipo raro entre ellos.
No le importaba,
aunque pensaba:
Habrá lugares
donde encontrar
amigos de verdad.

Una mañana,
después de una ducha,
desnudo, se miró al espejo.
Detrás, junto al costado,
vió algo extraño.

Dos bultos bajo la piel
apuntando algún cambio.
Crecieron de pronto,
abrieron su carne,
se desplegaron.
Movieron el aire
dos grandes alas blancas.

Pensó:
Sol, cielo despejado
y mi sonrisa.
Se dijo:
Desde arriba
podré ver otro mundo.
Otra gente.

Entonces echó a volar.

1 comentario:

Gustavo D´Orazio dijo...

Hermoso poema. Me hizo volar, pensar y creer en el Milagro. Necesitamos gente/seres/ángeles buenos. Un abrazo.