Después de su ingreso en el hospital la abuela ya no volvió a las casas de sus hijos. Durante muchos años pasó largas temporadas con cada uno de ellos y para todos siempre fue su huésped más querido. Se sentía a gusto viviendo con unos y con otros. A fin de cuentas, estaba con los suyos. Pero su verdadero anhelo era ver llegar el buen tiempo para volver al pueblo. Y no es que en los meses más fríos del año no pudiera permanecer allí, pues su casa estaba disponible, deseosa de albergar a su señora. El verdadero motivo de su ausencia tenía que ver con la compañía o, mejor dicho, con la falta de ella.
Zorita de los Molinos ha ido perdiendo casi toda su población. Sus habitantes se fueron marchando a otros lugares donde poder ofrecer más oportunidades a sus hijos, o simplemente envejecieron y fallecieron. A la abuela siempre le costó mucho resignarse y aceptar que debía alejarse de Zorita durante buena parte del año. Por eso, llegada la Semana Santa, volver a su casa era lo que más deseaba. Con la primavera sabía que no tardaría en estar de vuelta en su tierra, al igual que otros tantos vecinos suyos con quienes compartía ese trajín estacional. Ésos, los que podía pasar en el pueblo, eran los mejores días. Los exprimía con avidez, hasta que se marchaban los calores del verano y regresaba de nuevo junto a sus hijos, a llevarles su propia calidez.
En su casa ella se organizaba a su manera y disfrutaba con sus rutinas y quehaceres. Era un auténtico placer verla moverse entre la cocina y la despensa, trayendo y llevando sus pucheros, extrayendo de sus ollas el chorizo conservado en manteca de cerdo, friendo sus riquísimos torreznos de tocino entreverado, preparando esas tortillas exquisitas que nunca nadie logrará imitar, o sacando de la alacena el chocolate para dárselo a los nietos y biznietos. Qué delicia estar con ella mientras hacía con sus manos grandes y fuertes las hojuelas, las rosquillas, los huesitos, cada cosa a su tiempo, con orden y dentro de sus fechas. Qué gusto observarla cortar perejil de las matas que ella misma criaba en el corral, o verla allí mismo echar las sobras de la comida a los cuatro gatos que andaban por los tejados. En cuanto la oían acercarse corrían a dar buena cuenta de lo que les dejaba en una vieja latilla.
Tía Juana; así era conocida por todos sus vecinos. En las tardes de verano, cuando el sol bajaba lo suficiente como para dar algo de tregua al calor, salía a pasear. Incansable, junto a quienes podían seguirle el paso, se encaminaba hacia el molino de David, o por el camino de la ermita hacia el Chorrito, o en dirección al pinar de los Caleños, o a donde ella quisiera, que nunca nadie le dijo donde podía o tenía que ir. No perdonaba su paseo diario, para el que sólo tenía la disculpa de un catarro o un día de perros.
Era una gran conversadora y no dejaba de pasmarnos una y otra vez con su memoria prodigiosa. Capaz de recordar infinidad de fechas, nombres y hechos, le encantaba relatarnos su abanico inagotable de anécdotas, siempre amenas. Por todo esto era tan querida, y por otro sinfín de virtudes.
Juana ha sido la madre, la tía, la abuela. Trabajadora y luchadora, fuerte como pocas, siempre justa. La recordaremos contenta y afable, llenándonos el alma con su risa de lagrimal feliz.
Ahora ha regresado a Zorita, a su casa.
8 comentarios:
..NOS VA A COSTAR OLVIDARLA..
YO LA LLEVO EN EL CORAZÓN.
Cristina B.
Me ha encantado leer tu relato, primo,y suscribo palabra por palabra todo lo que cuentas.Así era nuestra abuela,sencilla,alegre y vital,siempre de buen humor y sin quejarse por nada.......muchos tenemos un ejemplo extraordinario de como pasar por la vida.
Carlos J (primo)
Silvia me dice que tarde o temprano todos soñaremos con ella más de una vez. Será como reencontrarnos y volver a estar juntos. Ojalá podamos soñar con ella muchas veces.
Un abrazo, Cris y Carlos.
Y que mas se puede decir??.Primo creo que has plasmado muy bien lo que ha sido y será para todos nosotros la abuela Juana.Lo mejor ahora es que la tengamos siempre en nuestro corazon y tomemos como ejemplo para nuestra vida todas sus cosas buenas.Besos.Esther y David
Gracias, Esther y David. Podríamos pasar días enteros hablando sobre ella. Nunca dejará de ser un magnífico ejemplo para todos.
Muchos besos.
¡Vaya, no sabía nada!
A pesar de lo triste que es despedirse de alguien querido me da envidia que la hayais disfrutado durante tantos años. Los abuelos son un pozo de conocimiento. A veces nos desquicia su calma, ya tienen todo hecho pero,creo, que podíamos imitarles un poquitín y aprender a disfrutar la vida desde esa serenidad.
Lo siento, por la pérdida y por no enterarme antes.
Marival
Gracias, Marival. Estos días no dejamos de pensar en ella. Es más, no nos gustaría dejar de pensar en ella. Así era y así se mantendrá en nuestra memoria. Con gusto hacemos un hueco enorme para guardar en él todo lo que ha sido. Muchos besos.
Por muchas razones me alegra "oirte" hablar así.
Publicar un comentario