Casi todas las fruterías que me rodean son de la modalidad de "sírvase usted mismo". Llegas, te pones un nada práctico guante de plástico y te paseas por el lugar con una bolsa que también te has procurado tú mismo.
Hoy mi frutero tenía malas pulgas y, a mi entender, todo tenía que ver con sus cestas. En el suelo del pasillo, entre gavetas repletas de fruta, un señor había dejado una cesta mientras se servía, pongamos, unos tomates. El encargado ha pasado por su lado refunfuñando y apartando la cesta con el pie. El dueño de la misma se ha limitado a poner un gesto de extrañeza.
Y yo, que había entrado a la tienda a por sólo dos cositas, he recibido una regañina por dejar mis bolsas sobre unas manzanas rojas al tiempo que llenaba otra con unas amarillas. "A la entrada tiene cestas, no ponga sus cosas sobre la fruta", me ha dicho sin muy buenos modos.
Comprendo que la fruta es delicada y que no conviene cargar mucho peso sobre ella, pero creo que a esas manzanas no les iba a pasar nada por dejar encima de ellas la ligera tara de dos puerros y cuatro pimientos. "Mire, no he cogido una cesta porque no tenía previsto comprar mucho. ¿Le parece que vaya a por una para guardar los puerros y pimientos, la dejo en el suelo y, mientras escojo mis manzanas, espero a que usted le dé una patada?"
Podría haberle dicho eso, pero sólo me ha salido poner una cara de extrañeza similar a la que aún mantenía el otro cliente.
Hoy mi frutero tenía malas pulgas y, a mi entender, todo tenía que ver con sus cestas. En el suelo del pasillo, entre gavetas repletas de fruta, un señor había dejado una cesta mientras se servía, pongamos, unos tomates. El encargado ha pasado por su lado refunfuñando y apartando la cesta con el pie. El dueño de la misma se ha limitado a poner un gesto de extrañeza.
Y yo, que había entrado a la tienda a por sólo dos cositas, he recibido una regañina por dejar mis bolsas sobre unas manzanas rojas al tiempo que llenaba otra con unas amarillas. "A la entrada tiene cestas, no ponga sus cosas sobre la fruta", me ha dicho sin muy buenos modos.
Comprendo que la fruta es delicada y que no conviene cargar mucho peso sobre ella, pero creo que a esas manzanas no les iba a pasar nada por dejar encima de ellas la ligera tara de dos puerros y cuatro pimientos. "Mire, no he cogido una cesta porque no tenía previsto comprar mucho. ¿Le parece que vaya a por una para guardar los puerros y pimientos, la dejo en el suelo y, mientras escojo mis manzanas, espero a que usted le dé una patada?"
Podría haberle dicho eso, pero sólo me ha salido poner una cara de extrañeza similar a la que aún mantenía el otro cliente.
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