La noche ha sido... uff, creo que demasiado corta. Mucha luz ya. Hace un buen rato salió el sol, seguro que hace horas, y ni me he enterado. Alguien me puso en la cara... ¡coño, mi camiseta!... a lo mejor fui yo mismo. Ya me pareció que hacía un poco de rasca: la camiseta había pasado de estar en mi cuerpo a, ¿vestir mi cabeza?
Me han abandonado. Estos cabrones se han marchado ya y, o me voy yo también, o esa máquina rastrilladora o como se llame no va a dejar de mí ni este trapo. Haremos un esfuerzo y nos levantaremos, ay, por el pellejo propio. ¡Puaf!, estoy de arena hasta las cejas y, entre la lengua zapatilla y los granos de tierra, mi boca es lo más parecido a una pista forestal. Mira que les dije que unas esterillas o unas toallas nos vendrían de lujo, pero ya salió el Chema con que era peligroso, no fueran a prenderse con una chispa de la hoguera y, claro, como todo lo que dice el Chema va a misa... Jo-der, vaya resacón. Esto no lo arreglo ni con el agua del rocío de hoy, tan milagrosa que dicen que es.
Mucho rollo con lo de purificarse, la destrucción de lo maligno y todo lo demás, pero aquí la peña se ha dejado los plásticos, las latas, las botellas... No venían más que a beber y hacer el indio, que nosotros también, aunque, dicho sea de paso, además le dedicamos un ratito al espíritu. Anda que no nos pusimos profundos ni nada con eso de pasar al otro lado y que esta noche era la puerta de los hombres, a diferencia del solsticio de invierno que es la puerta de los dioses; o lo de que la tierra remueve los tesoros ocultos en sus entrañas y los hace salir a la luz de la luna. En fin, las movidas del Tole y todas esas cosas que lee. La verdad, a mí siempre me deja pensativo. Me gustó sobre todo cuando hicimos el conjuro. Será que soy algo supersticioso y la magia, las brujas, los encantamientos, los seres del inframundo, todo eso me da bastante que pensar.
Me quedé pillado mirando las estrellas con Sonia, ya ves tú la gilipollez. Cuando me quise dar cuenta, estos ya se estaban dando un chapuzón. No nos vino mal quedarnos los dos solos, que así aprovechamos para buscarnos el trébole, a ver si lo recogíamos, jeje. Además, en cuanto salieron del agua no hacían más que quejarse de que la chasca ya no calentaba y no sabían qué hacer para secarse, danzando alrededor de las pocas llamas que quedaban aún y pegándose carreras por toda la playa.
Lo que no sé es de qué me sirvió estar anoche con Sonia, si hoy me despierto aquí tirado y más solo que la una. Hace unas horas me hacía mis ilusiones, pero ahora ya no estoy seguro de nada. Bueno, sí, de algo estoy seguro: de lo que dijo el Tole sobre la belleza del fuego y lo de que las hogueras ayudan al sol a renacer con más energía. En eso no se equivocaba, ¡no veas cómo pega!
2 comentarios:
Daniel: me han gustado el clima, los giros y el modo en que está construido el relato. Tú en verano, aquí en pleno invierno...Saludos cordiales.
Te has adelantado una noche, pero qué más da, la juventud se lo puede permitir todo. Yo estuve hace un par de años para ver los fuegos artificiales y el ambiente era genial. Un saludo en esta noche mágica.
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