Un viajero recala en una ciudad alemana cuyo nombre, Wandernburgo, dice mucho sobre su rareza y mutabilidad. Alojado en una posada desde la que se ocupa de ocasionales trabajos de traducción, irá retrasando su partida por misteriosas razones que poco a poco se irán concretando. Conocerá a un organillero con el que entablará una preciosa amistad y entrará en sociedad, comenzando a frecuentar las tertulias que organiza la joven Sophie Gottlieb. Ésta, feminista, alejada de las convenciones establecidas para una mujer de su posición en la primera mitad del diecinueve, mantendrá un vínculo creciente con Hans, el protagonista. Sólo existirá un gran problema: está prometida con un hombre de familia noble y rica.
¿Un amor imposible? Me temo que sí, aunque progresivo a medida que se van sucediendo los encuentros culturales entre Hans y Sophie en las veladas de los viernes y también en la fonda donde él vive. Por medio de estas reuniones Andrés Neuman va ilustrando las páginas de esta novela con infinidad de referencias a la literatura, la historia, filosofía y política de la Europa post-napoleónica. Logra retratarla con fidelidad, tanto desde el corsé impuesto por la 'intelectualidad' como desde la informalidad del tono de conversaciones más o menos mundanas.
Sorprende la fusión perfecta entre lo que podría ser una novela del realismo francés, de Flaubert quizás (por su modernidad), y una obra experimental en la que Neuman tantea con tremenda destreza y eficacia el pasado con técnicas del presente. Consigue administrar el tiempo, dosificar los eventos, interesar con los motivos y hacer de su obra un lugar del que nadie querría salir, curiosamente, como de la ciudad en la que todo ocurre. Esa es una de las constantes de la novela, irse o permanecer, ser extranjero en cualquier lugar de esa Europa donde las fronteras cambian cada día.
Poesía en su prosa y en la propia poesía, imágenes de fuerza extraordinaria, personajes de hondura paulatina, toques de ironía y humor por todas partes... y otros toques que saltean de magia cada pasaje del libro. Se disfrutan especialmente los encuentros en la cueva del vital organillero, alejados de todo protocolo, y también las charlas que Hans mantiene con Álvaro, su amigo exiliado de una España insufrible.
Sin haber terminado aún de leer El viajero del siglo (Alfaguara, 2009) puedo decir que ya es mi libro de este verano. ¿Soy poco optimista? Creo que no, realista más bien: en breve será difícil superarlo.