domingo, 27 de enero de 2013

Acuarela

Hace unos días estrené mi caja de lápices. Tres años ya en un armario, desde que fuera mi regalo de Reyes. Tampoco había usado el bloc ni los pinceles junto con los que los Magos la dejaron una noche mágica como la de hace unas semanas.

Cuando la abrí aparecieron todos alineados, cumpliendo a la perfección las normas de la escala cromática. Lapiceros de dibujo de grados de dureza diversos, lápices de carbón, lápices de colores clásicos, otros de colores metálicos y, para mí los más deseados, los acuarelables. No tenía ni idea de lo que haría con ellos, pero me apetecía experimentar, ver qué salía.

Busqué en varios libros sin dar con el motivo que me arrancase las ganas imprescindibles para dedicarme a dibujar durante horas. Entonces recordé que el primero de mes descolgué de la cocina el calendario de 2012. Lo había guardado porque contenía decenas de fotografías bellísimas con las que algún día, quién sabe, poder hacer algo especial. Lo hojeé, regresando a los instantes, a las citas, a las esperas, los anhelos, las estampas de todo un año. Impresa en papel satinado de excelente calidad, una de las imágenes acabó por seducirme.

Un llamador o aldabón de los que cuelgan de las puertas. Sobre todo de las de hace décadas, cuando aún no había timbres ni porteros automáticos, ni otros medios para avisar, más allá de la voz en grito o de unos golpes sobre la superficie de madera. ¡Cuántos porrazos sufrían aquellas puertas! Hoy estas aldabas ya se emplean como meros adornos, aunque puedan atizar ruidosamente. Una mano de bronce pintada de azul, gastada por la fiera pátina del uso. Toc, toc, toc, toc, así llamaría con una mano sirviéndome de esta otra. Maciza pero delicada.

No muestro la foto que he querido remedar, sino el dibujo y mis licencias en él.

jueves, 17 de enero de 2013

Por Telemadrid





En la medida que un sencillo texto pueda contener afecto y respeto, vaya por todos los que hoy son víctimas de su propia ideología y principios.

Va por los compañeros que trataron de mantener en su labor el mismo espíritu audaz de la Telemadrid anterior al saqueo y a la falsedad. Por las personas que presenciaron los aquelarres y no dudaron en denunciarlos. Por las que sufrieron acoso y no se doblegaron. Por quienes le pusieron un buen puñado de amor y dedicación a la receta que cocinaban todos los días, a pesar de los malos ingredientes. Por todos los que han respetado y facilitado el trabajo de los demás.

Por quienes han otorgado dignidad y añadido valor a su puesto fijo, logrado con esfuerzo y tras un difícil examen. Por los compañeros que han velado por la continuidad de los empleos de aquellos a quienes nunca se dio la oportunidad de hacer ese examen. Por los que pasaron por la casa durante un tiempo breve, o durante varios, hicieron de ella la suya, la cuidaron y marcaron su valiosa huella.

Vaya por quienes se han volcado hasta el último instante en desempeñar sus tareas con profesionalidad, a pesar de verse condenados. Por quienes se la tendrán jurada por siempre a todos los malvados, para los que nunca habrá paz. Por todos los carteros que en sábado tuvieron que cubrir uno de sus servicios más amargos, entregando burofaxes miserables que les convertían en verdugos involuntarios. Por quienes han soportado tanta violencia impresa en una carta sin responder a ella del mismo modo brutal. Por los que ven en nuestros despidos una sangrante pérdida de libertad.

Por quienes seguirán transformando la opinión siniestra que los ciudadanos tenían de Telemadrid, fruto de tanta manipulación y de tanto engaño. Por todos los que seguirán siendo solidarios. Por quienes han reclutado a familia, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos, para manifestaciones y concentraciones, gritando a favor de la justicia...  Porque las voces de todos ellos seguirán contando. Porque sus voces son Telemadrid.

miércoles, 2 de enero de 2013

Impresiones de fin de año

Increíble pero cierto. El mismo día 31 de diciembre ya no quedan apenas dulces navideños en los supermercados. Este año no he hecho mazapán yo mismo, así que esperaba poder comprarlo para Nochevieja. Error garrafal: algunos parecen decididos a retirarlo todo antes, o a no reponer existencias, no vayan a tener que venderlo más barato pasado Año Nuevo.

Los Miserables, la película estrenada en Navidad, es un magnífico experimento. Puede que Sweeney Todd sea lo más parecido que he visto en un cine, aunque esta me gusta más. Los actores están estupendos, aunque entre todos Anne Hathaway sobresale. Su Fantine es inolvidable y su emocionante I dreamed a dream nos hará recordarla siempre, siempre, siempre. El director logra con mérito conectar todos los momentos de dramatismo, algo muy difícil en una adaptación como esta. Le ayudan una partitura grandiosa y las voces de sus intérpretes cantando en directo durante el rodaje. Una verdadera joya.


La cafetería del Museo del Romanticismo de Madrid, tan exquisita como nos la pintan, decepciona. Salvia y yo teníamos muchas ganas de pasar allí un rato con una buena taza de café, así que, obviando la visita de la casa, pasamos directamente al local. Tras repasar su carta del Café del Jardín, elegimos un indio, concretamente el Varanasi, porque nos encanta esa ciudad y porque, sin más, necesitamos algo fuerte. Al cabo de un rato lo vemos llegar a nuestra mesa... ¡servido en vasos de caña! ¡Sí, de los de vidrio de 20 cl.! Si a ese chasco le añadimos sillas incómodas y desencoladas con tapizados sucios... en fin, no le haremos feos a su jardincito, que sí es una chulada.

Mucho me temo que mientras el Partido Popular domine Televisión Española nos tendremos que olvidar de la cultura y del buen entretenimiento. El programa de fin de año de Josema Yuste fue una paletada lamentable, pseudo-crítica y tristemente complaciente con el Gobierno y su infame atentado contra nuestros derechos y libertades. Si el único mérito de un programa de televisión está en el maquillaje, poco más hay que decir sobre él, salvo una sola cosa más: ¡cómo echo de menos al gran José Mota!

La tarde del 31 hizo frío en Madrid. Mucho frío. Podía haberlo evitado si en vez de acudir a ver la San Silvestre la hubiera corrido, aun creyendo con firmeza que correr no es lo mío. De todas maneras, la experiencia por Vallecas fue estupenda, barrio cálido a pesar del leve principio de congelación en mi nariz.