Lars von Trier está en este planeta para provocar, hacernos pensar, remover cosas en nuestro interior, llevarnos al límite. El planeta Melancolía y su danza de la muerte tal vez se acercan hasta aquí con la intención de terminar con lo que sobra en este mundo... ¿Puede que todo?
Obertura deslumbrante, atribuible en su estética a un Da Vinci cruzado con prerrafaelitas e imágenes de LaChapelle. Se anuncian aquí los efectos especiales que llevarán a Melancolía al extremo opuesto a Dogma, movimiento al que Von Trier estuvo ligado hace años. La música de Wagner (Tristán e Isolda), reiterada y acertada, da a la película un buen toque desasosegante.
Un primer acto donde una chica depresiva, Justine (Kirsten Dunst), hundida en la más honda languidez, celebra su boda en un entorno cargado de intereses y desencanto. En esta noche mágicamente fotografiada conocemos a una serie de personajes superpuestos, como ese planeta advenedizo que oculta una estrella frecuente cada día en el firmamento.
Y un segundo acto en el que la luz, al fin, envuelve un entorno casi sagrado. Charlotte Gainsbourg está perfecta como Claire, la hermana de Justine. La misma villa palaciega en la que se ha celebrado la boda sirve ahora como lugar de aislamiento y terapia para Justine, aunque también será para Claire un alejamiento sordo ante la conmoción que vendrá de la mano del planeta Melancolía.
Aunque el guión de la película es algo flojo, su desarrollo resulta interesante. Encontraremos belleza y poesía, no solo en el nombre del planeta, sino también en muchos de sus planos. Von Trier acabará llevándonos hacia un final perturbador y lírico como pocos, consiguiendo que la quietud del apocalipsis nos sobrecoja.
Obertura deslumbrante, atribuible en su estética a un Da Vinci cruzado con prerrafaelitas e imágenes de LaChapelle. Se anuncian aquí los efectos especiales que llevarán a Melancolía al extremo opuesto a Dogma, movimiento al que Von Trier estuvo ligado hace años. La música de Wagner (Tristán e Isolda), reiterada y acertada, da a la película un buen toque desasosegante.
Un primer acto donde una chica depresiva, Justine (Kirsten Dunst), hundida en la más honda languidez, celebra su boda en un entorno cargado de intereses y desencanto. En esta noche mágicamente fotografiada conocemos a una serie de personajes superpuestos, como ese planeta advenedizo que oculta una estrella frecuente cada día en el firmamento.
Y un segundo acto en el que la luz, al fin, envuelve un entorno casi sagrado. Charlotte Gainsbourg está perfecta como Claire, la hermana de Justine. La misma villa palaciega en la que se ha celebrado la boda sirve ahora como lugar de aislamiento y terapia para Justine, aunque también será para Claire un alejamiento sordo ante la conmoción que vendrá de la mano del planeta Melancolía.
Aunque el guión de la película es algo flojo, su desarrollo resulta interesante. Encontraremos belleza y poesía, no solo en el nombre del planeta, sino también en muchos de sus planos. Von Trier acabará llevándonos hacia un final perturbador y lírico como pocos, consiguiendo que la quietud del apocalipsis nos sobrecoja.