martes, 30 de noviembre de 2010

Infinito

Demora sin medida.
Sin fechas ni relojes.
Un desvío al otro lado
de ninguna esquina.
La extensión de la recta
se da tregua,
afina su trazado,
afila su sentido.

No hay más allá al borde.
No hay reverso,
ni punto final.

lunes, 29 de noviembre de 2010

De conciertos y bastardos

El pasado viernes, volviendo a ver Malditos bastardos de Tarantino, caí en la cuenta: ¡es ella, la actriz de El concierto! Y entonces esperé a leer los créditos finales para conocer su nombre: Mélanie Laurent.

Cuando la ví en El concierto no podía deshacerme de esa sensación bastante frecuente que a uno le visita cuando alguien le suena de algo y no es capaz de conectarlo con su identidad. En este caso el  "sonido"  no provenía solamente del violín que, como estrella solista, su personaje toca en esta película. La había visto en algún otro sitio o, digamos, pantalla.

Fue en Malditos bastardos, donde encarnaba a una joven judía que quiere vengar la muerte de sus padres a manos de unos nazis. Aunque esta película me gusta mucho y se merecería unos cuantos posts, me apetece comentar algo sobre la otra.

En  El concierto su director, Radu Mihaileanu, mezcla unos cuantos elementos que encajan de forma brillante: un pasado profesional truncado, un secreto familiar, múltiples muestras de lealtad y la música de Tchaikovsky. El resultado, como plasmado en una partitura e interpretado por virtuosos, acaba siendo emocionante.

Su protagonista, el Maestro (estupendo Aleksei Guskov), era hace treinta años el magnífico director de la orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú. Hoy aún sigue trabajando allí, pero como limpiador. El comunismo más radical le consideró enemigo del pueblo porque no accedió a expulsar a los miembros judíos de su orquesta. Por esa razón él y sus músicos cayeron en desgracia. Aprovechará una curiosa oportunidad para tratar de reunir a su defenestrada orquesta y tocar en el Théâtre du Châtelet de París.

Me gusta el tono de comedia algo surrealista que domina en la película, incluso en los momentos más folclóricos y desfasados (a veces poco a tono con el resto de la narración). También me quedo con la emoción, importante en el corazón de su trama: una maravillosa secuencia en la que se interpreta el Concierto para Violín de Tchaikovsky. Aun así destacaré su lado más demoledor. Al igual que con los nazis en Malditos bastardos, aquí hay una crítica severa al comunismo, ajustándole las cuentas al régimen soviético y a sus terribles purgas y represalias. También en El concierto hay una clara mofa hacia la rancia oligarquía rusa actual y hacia todo lo que hoy huele a trasnochado.

No olvido, por supuesto, el inconsciente reencuentro con Mélanie Laurent, brillante en ambas películas.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El primer final de Potter

Harry Potter llega a su fin. O al menos las películas dedicadas a esta serie de novelas. Y el cierre se va a dilatar más de la cuenta tal vez, para alegría del bolsillo de quienes producen toda esta tremenda parafernalia. No sé si la decisión de convertir el último libro en dos películas tiene que ver con lo económico o si la historia es tan rica que requiere de un desarrollo mayor en la pantalla. En fin, confieso que no conozco el final y, siendo sincero, prefiero mantenerme en la ignorancia hasta ver las palabras The End  (muy raras ya en el cine actual).


Si no me equivoco, es la primera vez en toda la serie que no nos llevan a Hogwarts, por lo que la narración se aleja del aspecto  “escolar”  de la saga. El peligro se cierne sobre la vida de Harry. De principio a fin la película es una huida constante y la tensión es permanente. No hay nadie en quien poder confiar. Las fuerzas del mal controlan el Ministerio de Magia y acaparan cada vez más y más poder. Potter es un objetivo clave para Voldemort, que no se detendrá hasta acabar con él.

Destacaré de esta película el inicio, que me resulta una obertura bien construida para este desenlace tan esperado. Varias secuencias nos sitúan en ese clima voraz desembocando en una gran escapada aérea, clave del plan maestro fallido que arrojará a los protagonistas al abismo. Es aquí donde comienza el espectáculo, con un montaje lleno de ritmo y pirotecnia. Me atrapan también las interpretaciones de muchos de los actores, en especial las de los que pueden desarrollar un poquito más sus personajes en esta entrega. Ralph Fiennes sigue estando soberbio en la piel  (poca, me temo)  de Lord Voldemort. Escalofriante sin más. Helena Bonham-Carter  (Bellatrix)  o Imelda Staunton  (Umbridge)  también están fantásticas.

Quizás lo mejor de la película sea la narración a cargo de Hermione del relato de los Tres Hermanos. Se trata en sí misma de un corto dentro de la película y en él se nos desvela qué son las reliquias de la muerte. Un auténtico cuento de animación absolutamente delicioso. Me gusta mucho la música de Alexandre Desplat, que ya se lució con una partitura exquisita en La joven de la perla o en The Queen y que dio a Luna Nueva algún que otro punto a favor. Creo que le escucharemos también en el broche final de la saga.

En resumidas cuentas, entretenimiento puro  (a pesar de alguna travesía tediosa en la que Harry y Hermione tienen que acampar a solas, echándose en falta a Ron y su sentido del humor). El juego de los equívocos está muy bien logrado, así como el uso de la luz. Fría, fúnebre.

¿Y el segundo final de Potter? Creo que hacia julio o agosto.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Mudo entorno

De la tierra el frío,
mortaja de los vivos,
encierra la risa.
Hay calor en la madera.

Sobre el barniz
no queda aire.
Sólo polvo prensado
bajo piedras y arena.

También pétalos
rotos por el peso,
presión que ahoga
la misma oscuridad.

Arriba una lápida,
ceguera y mordaza.
Silencio pulido
en suave granito.

Palabras talladas,
letras rayando
el reflejo
de un sauce.

El  viento enmudece.

Mudez unida a la mudez
de siempre,
de hoy.

Y desde hoy,
desde entonces,
sólo estas flores
gritan en rojo.