El pasado viernes, volviendo a ver
Malditos bastardos de Tarantino, caí en la cuenta: ¡es ella, la actriz de
El concierto! Y entonces esperé a leer los créditos finales para conocer su nombre: Mélanie Laurent.
Cuando la ví en
El concierto no podía deshacerme de esa sensación bastante frecuente que a uno le visita cuando alguien le suena de algo y no es capaz de conectarlo con su identidad. En este caso el "sonido" no provenía solamente del violín que, como estrella solista, su personaje toca en esta película. La había visto en algún otro sitio o, digamos, pantalla.
Fue en
Malditos bastardos, donde encarnaba a una joven judía que quiere vengar la muerte de sus padres a manos de unos nazis. Aunque esta película me gusta mucho y se merecería unos cuantos
posts, me apetece comentar algo sobre la otra.
En
El concierto su director, Radu Mihaileanu, mezcla unos cuantos elementos que encajan de forma brillante: un pasado profesional truncado, un secreto familiar, múltiples muestras de lealtad y la música de Tchaikovsky. El resultado, como plasmado en una partitura e interpretado por virtuosos, acaba siendo emocionante.
Su protagonista, el Maestro (estupendo Aleksei Guskov), era hace treinta años el magnífico director de la orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú. Hoy aún sigue trabajando allí, pero como limpiador. El comunismo más radical le consideró enemigo del pueblo porque no accedió a expulsar a los miembros judíos de su orquesta. Por esa razón él y sus músicos cayeron en desgracia. Aprovechará una curiosa oportunidad para tratar de reunir a su defenestrada orquesta y tocar en el Théâtre du Châtelet de París.
Me gusta el tono de comedia algo surrealista que domina en la película, incluso en los momentos más folclóricos y desfasados (a veces poco a tono con el resto de la narración). También me quedo con la emoción, importante en el corazón de su trama: una maravillosa secuencia en la que se interpreta el Concierto para Violín de Tchaikovsky. Aun así destacaré su lado más demoledor. Al igual que con los nazis en
Malditos bastardos, aquí hay una crítica severa al comunismo, ajustándole las cuentas al régimen soviético y a sus terribles purgas y represalias. También en
El concierto hay una clara mofa hacia la rancia oligarquía rusa actual y hacia todo lo que hoy huele a trasnochado.
No olvido, por supuesto, el inconsciente reencuentro con Mélanie Laurent, brillante en ambas películas.