Cojo dos libros de la biblioteca. Me gusta pasear en busca de autores que no conozco y extraer de las estanterías esos volúmenes que suelen contener sorpresas muy gratas. Hoy, en cambio, me decanto por nombres ya conocidos: Fotocopias, de John Berger y la novela Plan de evasión, de Bioy Casares. El primero es un conjunto de breves frescos de la vida cotidiana del autor, plasmados como encuentros y vivencias junto a todo tipo de personas. Curioso. El otro aun no lo he empezado.
Ya en casa los hojeo y encuentro en ambos algún secreto. Dentro de Fotocopias aparecen unas hojas secas, que a punto han estado de deslizarse e irse volando. El libro tiene, como dicen los de Círculo de Lectores, "cinta de punto de lectura", por lo que entiendo que las hojas no sirvieron de marca. Entonces, ¿alguien las dejó entre las páginas de un libro de una biblioteca, para qué? ¿Ponerlas a secar y no ver cuál es el resultado?
Son tres hojas pequeñas. La mayor de ellas tiene el ancho de siete líneas del texto del propio libro. Las encuentro pegadas unas a las otras, como construyendo una flor plana que se hubiera formado casualmente, de un rojo oscuro y apagado. Casual es que me las encuentre, o quizás no tanto.
Alguien va dejando señales dentro de los libros. Quizás sean mensajes cifrados que alguien algún día recogerá. Reviso la ficha en la que el personal de la biblioteca estampa un sello con la fecha tope para devolver el libro. Hace dos años que nadie más lo había tomado prestado. 29 NOV 2006.
Las hojas, ahora casi transparentes, se secaron hace mucho tiempo.
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