sábado, 28 de abril de 2012

Ruin pregonero

¿Quieres que conozcan lo que piensas? Contagiar el virus de la sabandija, lastrar el vuelo de las ideas con piedras de bajeza y arañar la superficie pulida de la cultura con tus uñas podridas. ¿Lo quieres?

Hazle un retrato al horror que eres, enmárcalo en plata vieja y exponlo en un vertedero. La imagen del recadero no habrá encontrado un lugar más ajustado al recado.

Fotocopia tus miserias, centuplícalas, comprueba que mantienen su peor calidad. Si te gustas en ellas, añádeles tu hiel y lánzalas al aire. Por supuesto, lo viciarás. De no ser así, arrúgalas en pelotas infectas y arrójalas a una papelera.

Graba palabras inmundas recitando lo más zafio y reprodúcelas en un bucle eterno que se derrame por las cloacas y acabe desaguando en una charca ponzoñosa.

Estampa mil carteles con tu mensaje torpe y vil, desperdicio de tinta que tatúe el muro y lo traspase.

Redacta tu despreciable visión de las cosas. Versiónala en infamias y publícala con tufos de verdad.

Será tu verdad. No dudes que tendrás a quienes la crean.

viernes, 20 de abril de 2012

Escenas

En un andén, carcomidos por el sueño, unos cuantos hacen tiempo. Seis minutos para el último tren. La mitad de los alineados palpan, acarician, pasan las yemas de sus dedos de un lado al otro de diversas pantallitas, dislocadas las cervicales.

Una mujer de edad mediana lee entre bostezos como pompas de jabón las páginas de un manual de academia. ¿Capricho sin más, requisito imprescindible para el trabajo anhelado o reciclaje para una currante con fecha de caducidad? Formación para el empleo, reza la portada.

Una chica muestra un catálogo de moda a sus amigas. Venga, niñas, hablemos de negocios, dice con ecos que rebotan acá y allá. Ellas escudriñan el librillo, se detienen en alguna foto, la comentan. Qué mono este, ¿no?

Dos chavales trajeados portan sendas carpetas transparentes. Uno tiene la suya bajo el brazo, como una barra de pan. El otro, sentado, apoya los antebrazos en la otra, que descansa sobre sus muslos. No hay secretos: el curriculum vitae de ambos expone bajo una foto lo que buscan y, quizás también, lo que son.

Tres señores llegan vistiendo camiseta verde a favor de una educación pública para tod@s. Se sientan junto a una mujer que inspecciona la portada de un periódico gratuito: la disculpa pueril de un rey que se dedica a las cacerías de elefantes mientras en España el gobierno recorta todos los presupuestos menos el del susodicho y su familia. ¡La buena educación debería vestirse de verde a diario!

En las paredes, carteleras vacías a falta de campañas publicitarias. Algunas, muy pocas, aguardan la rotación de anuncios. El que promociona la última de Clooney, Los descendientes, parece disecado desde enero. Las máquinas expendedoras de bebidas y snacks rebosan de contenido y el ruido del cobre chocando contra el fondo de sus cajetines se hace de rogar.

Un tren reducido a la mínima expresión, mermado a esta hora tardía, se anuncia con su luz frontal. Podría llamarlo gusanito.

miércoles, 11 de abril de 2012

Fotografías de Gervasio Sánchez


Calle Embajadores, 53. Madrid. Pocos entrarían al edificio abandonado de La Tabacalera de Lavapiés si no hubiera un buen motivo. Un lugar tan frío y desangelado no incita a recorrer sus galerías, salvo para experimentar un buen pellizco en la conciencia. Y una morzada sobre los cuchicheos vagos, irreflexivos, automáticos, que tantas veces nos entretienen mientras visitamos muestras cuyos contenidos se centran en la mera estética o en la vanidad.

Esta exposición antológica que recorre 25 años de profesión de Gervasio Sánchez recoge escenas de lugares en guerra. Enviado por los medios periodísticos para los que ha trabajado, el fotógrafo se ha ido formando sobre el terreno y encontrado la línea más adecuada para tender un mensaje entre los protagonistas de lo acaecido y el lejano observador. Unos, víctimas inocentes en su mayoría, involuntarios objetos del horror. El otro, un ser al que algo se le revuelve por dentro, a pesar de su cómoda existencia.

Gervasio Sánchez aprovecha aquí para homenajear a sus amigos y compañeros fotógrafos, fallecidos en lugares en conflicto mientras ejercían su profesión. También desea denunciar con sus imágenes las injusticias de un mundo cada vez más terrible. Centroamérica, Balcanes, Afganistán, Ruanda y muchas otras guerras de las que capta momentos sobrecogedores y crueles, gritos sordos, llantos secos y esperas yermas a lo largo de vidas precarias. Pero también hay esperanza, esfuerzos de superación, el hoy construido sobre cascotes.

Fotografías para la reflexión. Un toque de atención sobre qué estamos haciendo para que en el mundo la barbarie no acabe.