Guardar lo mejor de los días,
Reservarlo por si el ayer nos faltase,
Vivir lo recuperable
Ignorando que lo será.
Las fotos son sólo estampas.
Las palabras tintineos de cucharilla cortando vapor de café.
¿Los placeres?
Quedarán abocados al destierro.
Las risas, agostadas, no volverán a brillar.
Estómagos al punto de ebullición
Devueltos a la calma.
Emociones abiertas al calor
Enfriadas en invierno.
Los inviernos.
La memoria preserva sensaciones.
Las ordena el sentido.
Los sentidos las despiertan.
¿Y los placeres?
Se cubrirán de hormigas.
jueves, 30 de abril de 2009
jueves, 23 de abril de 2009
Libros
¿El santo del día? San Cervantes.
Así le decimos en Alcalá, aunque el auténtico día de Cervantes se celebre el 9 de octubre. Hoy se conmemoran muchas cosas. Es el día que más cosas podemos celebrar o recordar. El Día del Libro es fiesta, aunque cada uno siga con sus quehaceres y sus obligatorias ocupaciones.
Estos días las librerías sacarán sus expositores a la calle. Unas junto a sus puertas de entrada. Otras, en corrillo con otras, dentro de casetas que preserven tan valioso papel de algún que otro chubasco. Una de las de las complutenses, Liberarte, exhibe como eslógan una frase, creo que de Gamoneda: Leer es vivir dos veces.
Hay mucho de verdad en esa frase. Cada libro es una y varias vidas en sí mismo. Las sumamos a la nuestra y logramos desdoblarnos. Leer es alargar la vida, multiplicarla por n.
Hoy es la fiesta de lo leído y de lo que está por leerse. Si la imaginación es inabarcable, también es insondable todo lo que celebramos hoy.
Así le decimos en Alcalá, aunque el auténtico día de Cervantes se celebre el 9 de octubre. Hoy se conmemoran muchas cosas. Es el día que más cosas podemos celebrar o recordar. El Día del Libro es fiesta, aunque cada uno siga con sus quehaceres y sus obligatorias ocupaciones.
Estos días las librerías sacarán sus expositores a la calle. Unas junto a sus puertas de entrada. Otras, en corrillo con otras, dentro de casetas que preserven tan valioso papel de algún que otro chubasco. Una de las de las complutenses, Liberarte, exhibe como eslógan una frase, creo que de Gamoneda: Leer es vivir dos veces.
Hay mucho de verdad en esa frase. Cada libro es una y varias vidas en sí mismo. Las sumamos a la nuestra y logramos desdoblarnos. Leer es alargar la vida, multiplicarla por n.
Hoy es la fiesta de lo leído y de lo que está por leerse. Si la imaginación es inabarcable, también es insondable todo lo que celebramos hoy.
miércoles, 22 de abril de 2009
En negro
Los días en negro no deberían existir. Uno puede vivir un día en blanco, que es como habitar una nebulosa dentro de la que es difícil encontrarse y dar con las cosas. Forma parte del devenir de los días, de un fluido existir, de la cadencia de la vida.
El tiempo debe poder perderse y los días en blanco tendrán ese cometido. Servirán para que uno se justifique en su torpeza, o en su inutilidad, o en la voluntad de vivirlos para nada. La nada consentida, aunque no nos quede otro remedio, también nos enriquece.
El negro es otra cosa. Es ausencia en sí mismo. La negatividad de lo arrebatado. Algo existente deja de estar ahí, pasando a faltarnos. Sólo hay en él lo que ya no hay.
En imágenes, interpretar el negro es difícil. Nada está definido y, por tanto, todo puede decirse. Difícil es verlo con positividad, pues no la hay. Una pantalla en negro sin solución de continuidad es algo grave en sí mismo. No tiene nada que ver con un fundido a negro, sobre todo los del cine clásico, tan llenos; tan ricos. El negro a secas puede interpretarse de maneras dispares. La pantalla está encendida, pero nada aparece en ella.
¿Por qué? La explicación es tan difusa como la propia naturaleza de ese negro. ¿Luz negada o luz retenida?
El tiempo debe poder perderse y los días en blanco tendrán ese cometido. Servirán para que uno se justifique en su torpeza, o en su inutilidad, o en la voluntad de vivirlos para nada. La nada consentida, aunque no nos quede otro remedio, también nos enriquece.
El negro es otra cosa. Es ausencia en sí mismo. La negatividad de lo arrebatado. Algo existente deja de estar ahí, pasando a faltarnos. Sólo hay en él lo que ya no hay.
En imágenes, interpretar el negro es difícil. Nada está definido y, por tanto, todo puede decirse. Difícil es verlo con positividad, pues no la hay. Una pantalla en negro sin solución de continuidad es algo grave en sí mismo. No tiene nada que ver con un fundido a negro, sobre todo los del cine clásico, tan llenos; tan ricos. El negro a secas puede interpretarse de maneras dispares. La pantalla está encendida, pero nada aparece en ella.
¿Por qué? La explicación es tan difusa como la propia naturaleza de ese negro. ¿Luz negada o luz retenida?
martes, 21 de abril de 2009
Mirar alrededor
Este domingo visitamos la exposición de José Ibarrola en la Casa de Vacas de El Retiro. Mirar alrededor nos sorprendió con una simplicidad aparente que esconde muchas voces tras tantos silencios.
Silencios visibles. Palpables.
Transmitir sin comunicar.
Los cuadros de Ibarrola presentan a personas de ciudad encuadradas en ámbitos urbanos, que se relacionan dentro de la soledad más expresiva. Son retratos de urbanitas en pose de triunfadores, cerrados frente a su entorno y a todos los que les rodean, encerrados en un gesto perenne, siempre encajado. Sus pieles de cartón-piedra encierran interiores inquietantes.
Hay en ellos ganas de un grito necesario. Pero, ¿para qué? ¿Para salir de dónde? En el fondo están cómodos en ese territorio que les garantiza el status del que disfrutan. O creen que disfrutan aunque, en realidad, no sepan qué es disfrutar.
Recomendable.
Silencios visibles. Palpables.
Transmitir sin comunicar.
Los cuadros de Ibarrola presentan a personas de ciudad encuadradas en ámbitos urbanos, que se relacionan dentro de la soledad más expresiva. Son retratos de urbanitas en pose de triunfadores, cerrados frente a su entorno y a todos los que les rodean, encerrados en un gesto perenne, siempre encajado. Sus pieles de cartón-piedra encierran interiores inquietantes.
Hay en ellos ganas de un grito necesario. Pero, ¿para qué? ¿Para salir de dónde? En el fondo están cómodos en ese territorio que les garantiza el status del que disfrutan. O creen que disfrutan aunque, en realidad, no sepan qué es disfrutar.
Recomendable.
martes, 7 de abril de 2009
Calambrazos
Marco un número novecientos de los de atención al cliente. Tras el estallido de la música corporativa de la eléctrica en mi oído, "así lo reciben a uno, con fanfarrias", escucho la voz de una grabación que me va pidiendo que vaya especificando el motivo de mi llamada. Procedo.
"Lo de siempre: la máquina no me va a entender. Estoy por decir ¡operador! y acabaremos antes". Me da un calambre en los dedos y me cambio el auricular de mano. Aguardo con paciencia y contesto a todo lo que el sistema pregunta hasta que éste, él solito, me sale con "le va a atender un operador".
Una señorita. Le doy de nuevo todos los datos que ya he dado a la máquina. La señorita me los pide en el mismo orden como si a las dos, a ella y a la máquina, las hubiera programado el mismo cerebro. Por fin puedo plantear mi petición:
-Quisiera hacer un cambio de titular del contrato del servicio eléctrico.
-Muy bien. Manténgase a la espera unos instantes.
"Necesitará su tiempo para procesar lo que le he dicho; se acaban identificando con el sistema y, claro, la RAM requiere tiempo para trabajar". Podría ponerme a tararear la canción corporativa, pero temo ser sorprendido por la señorita a su vuelta, ...o por la máquina.
-Muy bien, necesitaría los siguientes datos...
Repito, paso a paso, todo lo que la máquina no le ha transmitido a la humana. "A la siguiente se lo suelto de memoria. Y si no me lo sé, que me dé un chispazo".
-Además de cambiar de titular quisiera modificar la potencia contratada.
-¿Podría esperar un momentito?
Vuelvo a deleitarme con los instantes musicales cortesía de la eléctrica. "¿Tendrán un espacio de peticiones del oyente?".
-¿Señor? Mire, resulta que no podemos hacer dos cambios en la misma llamada. Para modificar también el dato de la potencia debería darle de baja y después de alta, lo que le costaría unos cien euros.
-¿Cien? No, claro que no, se supone que estas cosas son gratuitas.
-Si quiere que no le cueste nada deberá llamar en otra ocasión y solicitarlo.
-Así que se trata de llamar otra vez, ¿sin más?
-Eso es.
Se me saltan los plomos.
"Lo de siempre: la máquina no me va a entender. Estoy por decir ¡operador! y acabaremos antes". Me da un calambre en los dedos y me cambio el auricular de mano. Aguardo con paciencia y contesto a todo lo que el sistema pregunta hasta que éste, él solito, me sale con "le va a atender un operador".
Una señorita. Le doy de nuevo todos los datos que ya he dado a la máquina. La señorita me los pide en el mismo orden como si a las dos, a ella y a la máquina, las hubiera programado el mismo cerebro. Por fin puedo plantear mi petición:
-Quisiera hacer un cambio de titular del contrato del servicio eléctrico.
-Muy bien. Manténgase a la espera unos instantes.
"Necesitará su tiempo para procesar lo que le he dicho; se acaban identificando con el sistema y, claro, la RAM requiere tiempo para trabajar". Podría ponerme a tararear la canción corporativa, pero temo ser sorprendido por la señorita a su vuelta, ...o por la máquina.
-Muy bien, necesitaría los siguientes datos...
Repito, paso a paso, todo lo que la máquina no le ha transmitido a la humana. "A la siguiente se lo suelto de memoria. Y si no me lo sé, que me dé un chispazo".
-Además de cambiar de titular quisiera modificar la potencia contratada.
-¿Podría esperar un momentito?
Vuelvo a deleitarme con los instantes musicales cortesía de la eléctrica. "¿Tendrán un espacio de peticiones del oyente?".
-¿Señor? Mire, resulta que no podemos hacer dos cambios en la misma llamada. Para modificar también el dato de la potencia debería darle de baja y después de alta, lo que le costaría unos cien euros.
-¿Cien? No, claro que no, se supone que estas cosas son gratuitas.
-Si quiere que no le cueste nada deberá llamar en otra ocasión y solicitarlo.
-Así que se trata de llamar otra vez, ¿sin más?
-Eso es.
Se me saltan los plomos.
lunes, 6 de abril de 2009
La sonrisa de Bruno
Vuelvo a Italia, pero no como estos dos años pasados. Esta vez no la piso con los pies. Tampoco asisto a las cosas de la vida de los toscanos ni de los venecianos. No me asomo a ninguno de sus instantes desde esta mirada de turista que intenta ser viajero. Ni siquiera trato de llevármela en imágenes, traérmela hurtándoles a las cosas su reflejo.
Estos días la "tengo" de otra forma, gracias a La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro, y a Salvia, que me cede sus estanterías y las asalto con su permiso. También estos días decido dejar de lamentarme siempre que cojo algún libro que guardaba hacía años y, tras leerlo al fin, acaba gustándome mucho. Como el de Sampedro.
No he dejado de recorrer Italia de punta a punta, de Milán a Roccasera, llenándome de sus paisajes: el urbano que a Bruno tanto le desagrada y el calabrés, evocado siempre y para siempre. Pasando, además, por Roma para visitar a Los Esposos en Villa Giulia.
Es la actitud de este matrimonio etrusco de terracota lo que llama la atención de Bruno en sus últimos días. Admirable la energía de este viejo y el ejemplo vivo que le da a su nietecito y a todos nosotros. Este partisano sigue luchando, defendiendo a los suyos de los tedescos aunque la Guerra terminase hace muchos años. Y acaba descubriendo toda su ternura, ignorada o reservada ante la vacuidad que les presume a los milaneses.
Magnífica novela, llena llenísima de vida.
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